No sé qué tan contundente pueda sonar... Pero es algo que a mí me preocupa mucho: dos de cada tres de los más de 55 millones de pobres que habitan nuestro país, viven en sus zonas urbanas.
¿Qué está pasando? ¿No se supone que las ciudades tendrían que ser una solución y no una causa más de la pobreza?
Quizá para entender el dato baste con pensar en la ciudad de México, claro lugar de contrastes, en que barrios que cuentan con los mejores servicios y las más altas plusvalías, contrastan con otros, que no son más que el lugar donde viven los pobres urbanos.
La etiqueta de país en desarrollo dice poco a los más de 55 millones de mexicanos que viven en situación de pobreza y que más allá de criterios estadísticos, padecen esta realidad en el acceso a servicios fundamentales de salud, educación y vivienda.
A pesar de que de acuerdo con el gobierno mexicano, el país está llamado a ubicarse entre las 10 mayores economías del mundo, el 46.2% de sus más de 125 millones de habitantes vive en pobreza y 9.5% en pobreza extrema.
Esta realidad golpea de lleno toda posibilidad de acceso a mejores niveles de calidad de vida, ubicando el ingreso de 53.2% de los mexicanos por debajo de la línea de bienestar, y el de 20.6% por debajo de la línea de bienestar mínimo.
Y las consecuencias de los bajos ingresos se agudizan con la calidad del empleo, la falta de acceso a servicios financieros, vivir lejos de los centros urbanos, o, lo que puede ser peor, vivir en un centro urbano, pero sin seguridad jurídica ni acceso a servicios de ciudad.
De acuerdo con el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación para la Política de Desarrollo Social), 12.3% de los mexicanos ven reflejada su pobreza en la calidad y espacios de su vivienda, en tanto que 21.2% padece carencias relacionadas con el acceso de su vivienda a servicios básicos.
Esta realidad se vive diferente dependiendo de si se trata de población rural o urbana; más aún cuando en México, como ha pasado en el resto de los países del mundo, las décadas recientes han sido escenario de un acelerado abandono del campo, en que millones de familias han migrado a las zonas urbanas.
Datos del INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) nos dicen que en 1950 menos de 43% de los mexicanos vivían en zonas urbanas (comunidades con más de 2,500 habitantes), en tanto que para el año 2010, esta cifra ya se ubicaba en 78 por ciento... Y creciendo...
Esta transformación en la estructura demográfica implica enormes retos en materia urbana, destacando particularmente el de generar aceleradamente condiciones que impidan que quienes migraron a las ciudades en busca de aliviar su pobreza rural, vean truncado el sueño al pasar a formar parte de una inclemente pobreza urbana, que los pone muy cerca de las grandes oportunidades que implica una ciudad, pero sin condiciones que en verdad les den acceso a ellas.
El hecho es que de los 53.3 millones de mexicanos en pobreza documentados por el Coneval en el 2012, el 68.6% vivía en zonas urbanas.
Y otro hecho es que entre los años 2010 y 2012 la pobreza rural se ha reducido, pasando de 17.2 millones a 16.7 millones de personas en pobreza, y de 7 millones a 5.8 millones en lo que respecta a pobreza extrema, en tanto que la pobreza urbana registra incrementos de 35.6 millones a 36.6 millones en cuanto a personas en pobreza, entre los que se cuentan 5.7 millones de personas en situación de pobreza extrema.
Estos datos reflejan un criterio de compensación que reconoce que las ciudades son más caras que las zonas rurales, de modo que mientras establecen que el ingreso mensual mínimo para cubrir las necesidades básicas de una familia rural es de aproximadamente 50 dólares al mes, reconocen que para una familia urbana este monto debe ser 40% más alto, ubicándose en 70 dólares.
Y si cuesta trabajo entender que una familia rural pueda vivir con este ingreso, lo es aún más pretender que una familia urbana pueda hacerlo asumiendo los mayores costos que supone una ciudad, como de entrada puede ser el transporte.
La pobreza rural está marcada por la lejanía y la falta de todo tipo de servicios. En tanto que la urbana tiene más que ver con la falta de equidad, que cada día se agrava más en las ciudades, provocando que los pobres urbanos encuentren soluciones a las particularidades de su reto habitacional viviendo en zonas de riesgo o de reserva ambiental, que implican generalmente modelos irregulares o abiertamente ilegales, ligados a invasión de predios, habitar zonas sin servicios públicos y no contar con certeza legal respecto a la propiedad de las casas o predios que lleguen a adquirir.
México es un país de contrastes, en que conviven el hombre más rico del mundo, con más de 55 millones de pobres. Un país cuyo Producto Interno Bruto es el número 15 a nivel mundial, pero cuyo ingreso per cápita se va hasta el lugar 88.
La pobreza es causa y efecto de un círculo vicioso que destruye la calidad de vida de los mexicanos, particularmente de aquellos que migraron a las ciudades para encontrarse con que su pobreza le cierra las puertas a las oportunidades que iban a buscar.
El Índice de Calidad de Vida que genera Mercer ubica a las dos principales zonas urbanas del país, Monterrey y la Ciudad de México, en los lugares 110 y 128 de un listado de 231 ciudades... Lejos, muy lejos de ciudades con quienes pretende competir en temas económicos.
La pobreza urbana se agudiza cuando coinciden debilidad del ingreso, de la infraestructura urbana y de la calidad de vida.
Porque en las comunidades rurales la falta o disponibilidad de infraestructuras básicas es para todos.... En tanto que en las ciudades abundan asentamientos marginales en que no hay acceso a servicios públicos tan esenciales como pueden ser agua o drenaje, situación que contrasta con zonas de tipo medio y residencial que cuentan con servicios urbanos de alta calidad.
En la Ciudad de México es común ver que zonas residenciales como Santa Fe colindan con asentamientos irregulares, muchos de ellos construidos en zonas de alto riesgo como laderas de barrancas o predios cuyo suelo es el relleno de lo que alguna vez fuera un tiradero de basura.
Del mismo modo, es común hablar del desarrollo y encanto de barrios centrales de alto valor económico, como las colonias Roma, Condesa y Polanco, en donde el metro cuadrado de vivienda puede llegar a costar 12,000 dólares, en absoluto contraste con barrios marginales como Cartonlandia, ubicado en el municipio conurbado de Ecatepec, en el Estado de México, uno de los símbolos de la pobreza urbana de la capital del país, donde la vivienda es resultado de asentamientos irregulares que se basan en invasión de predios, y donde sus habitantes padecen de todo tipo de carencias, desde alimentarias, de educación y salud, hasta aquellas que tienen con patrimonio y vinculación a servicios urbanos de todo tipo.
Es algo que se ha dado en llamar la burbuja urbana, que implica que ciertas zonas de la ciudad tengan acceso a servicios de primer mundo, en tanto que el resto de la mancha urbana, lo que queda fuera de la burbuja, padece realidades diferentes, que no son más que el crudo reflejo de los diferentes grados de pobreza urbana.
Y aunque todas las estrategias de gobierno están encaminadas a combatir la pobreza, enfrentar la pobreza urbana es reto multidisciplinario que además de incluir estrategias de desarrollo económico y social, tiene que ver con la necesidad de planear la ciudad y revertir los efectos de la falta de inversión en infraestructura.
Abatir la pobreza sigue siendo el mayor reto de México, solo que ahora, enfrentarlo implica entender la nueva realidad de un país que cambió para ser cada vez más urbano.