Aunque en medio de la lucha electoral puede pasar desapercibida esta fecha, lo cierto es que hoy no sólo se celebra el 153 aniversario de la batalla de Puebla, sino también un momento decisivo para la historia de nuestra democracia: la fundación del Partido de la Revolución Democrática. El PRD surge en 1989 como un partido de oposición, surge como la reacción a una serie de políticas neoliberales que profundizaron la división de clases sociales, que excluyeron del desarrollo económico a amplios sectores de la sociedad y que abandonaron los postulados básicos por los cuales se había luchado en la Revolución mexicana.

En ese momento, las diversas fuerzas de izquierda tuvieron una lectura responsable del pasado. Comprendieron que la única posibilidad de cambio político, económico y social en México se encontraba en la unidad de las fuerzas progresistas y en la lucha institucional y democrática. Fue cuando grupos de izquierda de diferentes corrientes de pensamiento, ideologías y métodos de acción, lograron sumar esfuerzos coincidiendo en una premisa fundamental: la necesidad de un cambio a favor de la mayoría. Así, posterior a la experiencia del PMS, del PSUM y del Frente Democrático Nacional, el 5 de mayo de 1989 surge el PRD como un proyecto político alterno que, desde entonces, se ha consolidado como uno de los tres partidos a nivel nacional más influyentes en la política mexicana.  

La gran pregunta que nos llama es si el proyecto de izquierda que representó la conformación del PRD hace 26 años continúa siendo vigente hoy en día. Esta pregunta es relevante, porque un sector de la izquierda y de la opinocracia mexicana ha llegado a postular que el PRD es un partido en declive que, seguramente, sería reemplazado por la conformación de MORENA. Gran parte de ello se debe sin duda a una serie de errores, posicionamientos y decisiones equívocas propias del partido, que van desde los costos que representó suscribir el Pacto por México hasta la forma en que se respondió al caso Ayotzinapa. Pero, parte también del aparente ?desmoronamiento? deriva de una estrategia de golpeteo político originada desde diversos frentes:

[Aunque esta estrategia puede ser comprensible por el momento electoral en que vivimos, lo que nunca he comprendido es el odio injustificado que Martí Batres ha buscado sembrar entre los militantes de izquierda en cada declaración y mensaje que emite, donde pareciera que su principal enemigo no es la corrupción ni la pobreza, ya no digamos el PRI o el PAN, su principal antagonista es otra fuerza progresista: el PRD. Y todo para que en 3 años seguramente salgan de nuevo en coalición?]

Es importante realizar este recuento, porque cuando uno observa los datos duros, se da cuenta que el PRD continúa siendo un partido político competitivo y que la realidad contrasta radicalmente con la opinión que busca ser impuesta por una espiral del silencio. Lo cierto, es que en cara al siguiente proceso electoral de las ocho gubernaturas que se disputan, el PRD es el favorito a ganar en dos de ellas: Silvano Aureoles con el 33% de la intención del voto en Michoacán y Beatriz Mojica con el 38% en Guerrero [Woodrow Wilson Center, 2015]. Así mismo, la intención del voto del PRD a nivel nacional, que se observa en diferentes encuestas para la elección de diputados federales, ofrece a este partido entre el 13% y el 15% del total de las preferencias. De mantenerse esta tendencia al día de la elección, esto representaría un avance significativo en los resultados electorales para el PRD respecto a la última elección intermedia del 2009, donde el partido del sol azteca obtuvo apenas el 12% de los votos, posicionándose como la tercera fuerza política a nivel nacional.

Por otro lado, la pregunta sobre la vigencia del proyecto que encabeza el PRD a nivel nacional también guarda un sentido valorativo. ¿Qué representa o qué podría representar el PRD en el nuevo escenario político? En lo personal, profeso la firme convicción de que un partido de izquierda no se deber limitar discursivamente a presentar una oposición permanente frente a los demás grupos políticos. La izquierda debe definirse no por sus contrincantes y antagonismos, como por sus propuestas y resultados. La izquierda debe definirse a partir de su programa y no de sus discursos, a partir de políticas públicas y no sólo de confrontaciones personales.

En este sentido, el PRD me parece el partido de izquierda con mayor madurez política y que hoy en día mantiene la agenda progresista más clara y detalladas en temas como soberanía energética, reconocimiento de la diversidad, sustentabilidad, reforma política del Distrito Federal, y sobre todo en políticas redistributivas como la elevación del salario mínimo. Frente a ello, debemos reconocer [como lo he hecho en otros artículos] que el PRD merece tener un proceso de revaloración y refundación, donde aspire a una democratización interna y tenga claridad sobre el tipo de oposición que quiere representar. Si algo es cierto, por otro lado, es que el PRD se ha distanciado de sus militancia y que en ocasiones ha priorizado el pragmatismo y la estrategia antes que la defensa de sus causas y valores. De cualquier forma todavía queda PRD para rato, esperamos que llegue a tiempo el momento de virar?