Digamos que finalmente Morena tiene presidente. No fue electo por sus militantes, como se habría esperado de un partido moderno que acata las formas de la democracia representativa. Lo hicieron de última hora las máximas autoridades electorales del país. Con un costo de 30 millones de pesos.
Una afrenta para un gobierno que ha hecho de la austeridad su arma de combate para reducir a sus adversarios, muchos de ello imaginarios. Como los intelectuales críticos. En el fondo se trate de encubrir medidas económicas del más brioso talante neoliberal. Porque eso son los recortes al gasto público. Particularmente a salud, educación, ciencia y cultura. En ese arranque de furia Morena devora a sus mejores hijos.
Mucho me temo que el eventual triunfo de Mario Delgado no significa que ahora sí se haya arribado a una plena institucionalidad del partido. Habrá que ver en los próximos días cómo responden los perdedores. Con la experiencia en ese género de lides de un Porfirio Muñoz Ledo, de una Bertha Luján, y de un Martí Batres, es de dudar que se queden de brazos cruzados, mirando cómo los otros se sirven con el cucharón.
Toda vez que no es la presidencia del partido lo que esta en juego; las cabezas de Morena se acuchillan no por un programa ideológico; lo hacen por la candidatura presidencial, las gubernaturas y las diputaciones al Congreso. Amen, de las prerrogativas, y ventajas que significa dirigir el partido gobernante.
¿Quién gana y quién pierde con el eventual triunfo de Mario Delgado, de acuerdo con el resultado de las tres encuestas contratadas por el INE, para determinar entre él y Porfirio Muñoz Ledo?
Todos hacen al eventual dirigente (el Trife aún no comunica oficialmente al ganador) Mario Delgado pupilo, hechura, de Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores.
El único miembro del gabinete que goza de prerrogativas personales para moverse en diferentes ámbitos de la administración federal, y tratar asuntos que no son de la competencia de la cancillería.
Pierden, claro esta, la señora Claudia Sheinbaum y, en el caso de elevarlo a la categoría de presidenciable, Ricardo Monreal. Ebrard ha movido su primera pieza rumbo al 2024; con ese sólo movimiento pone a sus adversarios en una posición de apuro, por decir lo menos.
Pero también es cierto que Ebrard y la señora Sheinbaum son las figuras más presentable que tiene la 4T. También es de reconocer que ambos gozan de experiencia en la administración pública.
Más el primero, pues ya fue jefe de gobierno de la ciudad de México durante seis años, y fue con él cuando se consolidaron las reformas con etiquetado de izquierda democrática en la ciudad de México. Con uno de ellos, y en el escenario de que gane, se consolidarían muchas de las acciones de López Obrador que ahora siguen en la etapa de gestación.
Sin embargo, la rémora, sea quien sea el candidato, y por paradójico que resulte, sigue siendo Morena.
Chayo News
De pronto en el Revolucionario Institucional de Puebla tomaron aliento.
La puerta se abrió la noche del domingo cuando se conocieron los resultados de las elecciones locales en Coahuila e Hidalgo. En ambas entidades, en las que Morena ganó de calle en el 2018, el PRI, el vetusto partido, como en su época de oro, cargó con carro completo. Incluso Morena quedó por debajo del PRD.
El conocimiento de las cifras en Puebla reanimaron al priismo abatido por la barrida de hace dos años. La joya de la corona para el año entrante sigue siendo la presidencia municipal de la capital, por una razón más poderosa que el mero puesto de alcalde.
Quien es presidente municipal en el acto se convierte en poderoso candidato a gobernador. Es la verdadera cuestión del pleito soterrado.
Luego entonces la disputa no se reduce al puesto de presidente; se pelea por la gubernatura del 2024. He aquí la razón poderosa de la mala relación en la que han caído Claudia Rivera Vivanco y Miguel Barbosa Huerta, presidenta y gobernador en funciones.
Hasta ahora el ejecutivo estatal no ha doblegado a la ejecutiva local. Cada que puede, Rivera Vivanco, sale a palestra y reta a su contrincante. Lo ha hecho incluso desde los fastuosos patios de Palacio Nacional, en la ciudad de México.
Sin embargo, y en el caso de que el PRI no obedezca a razones que no sean las propias de esa institución política, de entre los aspirantes más mentados, Blanca Alcalá (PRI), Enrique Doger (PRI) y Eduardo Rivera Pérez (PAN), ex alcaldes los tres, el Revolucionario llevaría delantera, por el perfil mesurado de Blanca.
Rivera Pérez es reconocido pero tiene en su contra a un sector de su propio partido, y el hecho de haber condescendido con Moreno Valle después de que lo persiguió.
La mesura de Blanca, y el hecho de ser mujer, embona en todas las corrientes políticas y concita adhesiones de tirios y troyanos.
Independientemente de los candidatos que se sumen (hay once opciones: 10 partidos e independientes), al final del día la jornada se reducirá a dos candidaturas: Blanca Alcalá y Eduardo Rivera. Enfrentado al dilema de definir, e independientemente de las eventualidades, es muy probable que la gente termine decantándose por Blanca.