Vayan y plántense a decirle eso a los albañiles, a los jornaleros del campo, a los taxistas de la ciudad de México, a los pescadores, a los pequeñísimos comerciantes, a las trabajadoras domésticas, a las enfermeras, a los médicos que cobran diez pesos las consultas, a los mil chambas, a los acróbatas de crucero, a los ingenieros en sistemas que manejan peseros, a los maestros rurales, a los mineros, a los jovencísimos habitantes de los pueblos donde esperan a hacerse hombres para ir detrás de sus mayores: hacia el gabacho.
Organicen una plática motivacional en el Palacio de los Deportes, tráiganlos desde las regiones más remotas del país, siéntenlos en sillas plegables frente al escenario presidido por una gran manta que diga: “El Cambio Está en Uno Mismo. Sí se Puede”. Regalen una bolsa de plástico con frutsis calientes, tortas de mortadela y una papas de las chicas, pero que se las coman antes para que pongan atención.
El motivador, estridente y por supuesto, mega motivado, iniciará la plática con un chiste. Lo más trillado, mejor. Que haga alusión a un cómico televisivo popular, mejor. Y así que le siga. Hasta que logre ponerlos de buen ánimo con técnicas científicamente probadas como ponerlos a competir lado derecho del auditorio contra lado izquierdo: ¿Cómo están? –Bieeen. Ahora los hombres, ahora las mujeres, ahora los del norte, ahora los del sur, ahora los que ganan el salario mínimo, ahora los que no cenan porque no les alcanza, ahora los que no tienen para medicinas, ahora los que caminan más de veinte kilómetros para llegar a trabajar, y así hasta que los ánimos estén hasta arriba y el público en el estado ideal.
Procede ahora, explicarles que es elemental para la vida en sociedad, observar un mínimo de reglas para la mejor convivencia con los demás, o sea, infórmenles que existe algo que se llama civismo, pero que nadie se los enseñó porque algún genio de los programadores de la SEP consideró que salía sobrando enseñarlo en las escuelas, animado seguramente por el derroche de cortesía que se vive en las calles de la ciudad de México que es donde estas decisiones se toman o inspirado en el pueblo sueco, váyase a saber.
Una vez conscientes, los adoctrinados están listos para pasar al siguiente nivel de iluminación: Cada uno es responsable de su propio destino. Tráguenselo. Así, enterito. Es decir, si holgazanean, sufrirán las consecuencias: una vida sin poder satisfacer sus mínimas necesidades, sean estas cuales sean, cada quien sabrá. Pero existe otro camino: si se observan todas las reglas de urbanidad, civismo y buena convivencia y se acompañan de trabajo esforzado, honesto, disciplinado y eficiente, la vida les abre un abanico infinito de posibilidades. ¿Que les pagan poco, dice el señor de la quinta fila? Pues búsquese una chamba extra, compadre. ¿Qué el salario mínimo no les alcanza? Ya tenemos programado otro curso para que aprendan a administrarlo, no se preocupe. ¿Que no ganan ni el mínimo? No sea usted negativo, actitud, señores, actitud ante todo. ¿Que su sindicato le descuenta cuotas para mantener a sus líderes? Por favor, que nada los detenga, pretextos sobran compañeros.
Actitud como adjetivo. Tengan ustedes actitud y conquistarán el mundo, eso es lo que les falta. Saldrán de aquí con las herramientas para ser unos hombres y mujeres nuevos, capaces de construir un nuevo país. No importa que los políticos los traicionen , que las reformas no les favorezcan, que la justicia y la injusticia apliquen puntualmente solo para ustedes, ¡Actitud!
La depresión es privilegio de las clases medias y altas, ustedes no pueden darse ese lujo, somos el pueblo del mariachi, las rancheras, el futbol, los gringos nos hacen los mandados. ¿Quién nos hace los mandados? A ver los de la derecha: -los gringos, los de la izquierda: -los gringos . Bien, muy bien, repitan conmigo Trump: Utooo.
Y ahora déjenlos salir, regresar a sus vidas, rétenlos a aplicar los valiosos conocimientos adquiridos. Ya se cumplió, ya se les dieron las herramientas, ya se les abrieron los ojos, si siguen en las mismas la culpa será de ellos. Responsabilidad transferida. Misión cumplida, diría nuestro Presidente.
Regresarán a sus pueblos y ciudades a ver pasar las estaciones, muy motivados, con harta actitud, volverá a girar la rueda, la realidad los volverá a aplastar y al llegar diciembre regresarán los paisanos que trabajan los campos, las cocinas, los jardines y las construcciones más allá de la frontera norte con las trocas cargadas de pacas de ropa y regalos para la familia, para ver el nuevo techo que los dólares que enviaron lograron construir, el cuarto extra, las calificaciones de los niños que gracias a ellos van a la escuela. Y nuestros compatriotas los mirarán con algo de envidia pero muy motivados, y en enero, cuando los despidan se quedarán pensando: este año sí me voy al otro lado.