CARLOS NAVARRETE RUIZ.

Presidente Nacional del PRD

Mi carta no es de renuncia. Yo me quedo, pero no bajo un silencio cómplice ni bajo un consenso pasivo. Hay cosas de este partido que debemos cambiar. Para eso me quedo, y porque sé que todavía hay gente valiosa en el PRD, gente que aún cree en el proyecto de izquierda que históricamente hemos representado. Por ellos vale la pena quedarse, vale la pena luchar y reivindicar nuestra ruta ideológica. Me quedo porque me enseñaron a no abandonar el barco en medio de la tormenta, me quedo porque no pienso dejar que este partido, resultado de la lucha cívica de tantos años y de tantos hombres y mujeres, llegue a convertirse en el motín político de unos cuantos.

Ingresé al PRD a mis 21 años. Llegué un miércoles de octubre a las oficinas estatales del DF, en el número 88 de la calle Jalapa. En contra de la costumbre, nadie me acarreó; me afilié de manera voluntaria. Sin ser requisito, estudié los estatutos, la ideología y la historia del partido. Pronto me identifiqué con su lucha por la democracia y sentí como propias las conquistas sociales y libertades logradas en sus gobiernos. Aún no nacía cuando este partido ya se había fundado, pero heredé la memoria histórica de los desaparecidos y las víctimas que nos costó el ser una verdadera oposición. Mi abuelo me contaba sus vivencias en la campaña de Heberto Castillo, después con el Ingeniero Cárdenas. ?Eran hombres de una sola pieza?, solía decir, hombres que convencían por su congruencia y sus ideales. Yo mismo viví esa ferviente admiración en los mítines de López Obrador, en las movilizaciones contra el desafuero y en la lucha por la defensa del petróleo. Pero en todo momento supe que mi compromiso al convertirme en militante, no era ya con un líder sino con un proyecto, con una institución.

No juzgo a los compañeros que han decidido dejar el partido, sé que varios tuvieron razones de peso. Me entristece, no obstante, el caso de quienes lo hicieron pensándose indispensables, de quienes sólo siguieron acríticamente a sus líderes o se guiaron bajo un pragmatismo meramente electoral. El caudillismo y el oportunismo son lastres que todavía se arrastran en la izquierda. De pronto, todos los males eran del partido y las corrientes que lo dominaban, y todas las conquistas alcanzadas colectivamente eran triunfos selectivos de unos cuantos líderes. ¡Es falso! Tanto los errores que se han cometido como los logros que se han alcanzado, han sido una responsabilidad colectiva. Saber que todos hemos contribuido (pasiva o activamente) a lo que es hoy el PRD, puede hacernos creer más en la capacidad que tenemos para cambiarlo, y menos en las promesas que cuelgan de la esperanza de un solo hombre.

Pero no es suficiente con hacer borrón y cuenta nueva. Nadie se cree eso de que al PRD no le afectan las renuncias masivas, ni los sucesos de Ayotzinapa, ni los golpes políticos entre corrientes. Sr. Navarrete, nada ganamos con negar la realidad, ni siquiera en términos electorales. Lo que hoy necesitamos es mirar los hechos en toda su crudeza, aceptar que tenemos una crisis y hacer de esa crisis una oportunidad. Requerimos una revisión colectiva sobre el rumbo que debe tomar este partido. Los jóvenes que decidimos quedarnos, lo hemos hechos porque tenemos un compromiso con el PRD, pero eso no significa que sólo nos pondremos a colgar mantas y a repartir volantes en las elecciones en puerta. Seguramente lo haremos, porque es una labor digna para cualquier militante, sea o no candidato, estamos listos para eso, pero también para empezar el debate ideológico y programático que se requiere para refundar este partido. Estamos listos para ocupar posiciones importantes de representación y para ser tomados en cuenta. Estamos listos para cambiar lo que necesita ser cambiado en el PRD, y sabemos que no hay crítica constructiva sin propuesta:

Las propuestas que realizo son un programa básico, que sin duda tiene que someterse a una discusión más amplia. No creo tener todas las respuestas, pero sí, como muchos otros, el coraje para no quedarme callado. Algunos dirán que éste es el momento más inoportuno para discutir el futuro del partido, que hoy más que nunca se necesita proyectar unidad al encontramos inmersos ya en un proceso electoral. Yo, en cambio, sostengo que no hay momento más adecuado para que los militantes nos hagamos escuchar y que de nada sirve simular una unidad que no se ha buscado construir a través del diálogo sincero. Decía Heberto Castillo que ?cuando en un país determinado abundan los hombres sin decoro, hay siempre unos pocos hombres que representan el decoro de los demás?. Hoy los militantes de base, de piso, de territorio, somos la conciencia crítica que le queda a este partido, y si la coyuntura electoral nos ofrece mayor disposición para ser tomados en cuenta, habremos de aprovecharla para que nuestra dirigencia nos escuche y se comprometa con nosotros.

Sr. Navarrete, quienes nos quedamos en el PRD, sabemos que nuestra militancia no puede ser ya un cheque en blanco. Nos quedamos, pero no para que las cosas sigan igual. La crítica y autocrítica es un ejercicio que no puede desaparecer de ninguna agrupación que se asuma de izquierda. Después de todo, quien lucha desde la izquierda, no lucha por cargos, lucha por ideales; quien lucha desde la izquierda no lucha sólo por reformas sino por valores, por cambiar la manera en que se hace política; quien lucha desde la izquierda cree (como postulaba Hanna Arendt) que el poder no es la capacidad del individuo por imponer su voluntad, sino la posibilidad de agregar los intereses de un colectivo a partir de la deliberación racional; quien lucha desde la izquierda no puede convertirse en lo que históricamente ha luchado por cambiar. Yo me quedo en la izquierda, me quedo en el PRD, me quedo para cambiar a nuestro partido.

¡Democracia ya, patria para todos!