Un principio de convivencia mutua se basa en el respeto, la tolerancia y la comprensión de los que nos rodean. En este sentido, conservar un ambiente social de armonía debería de ser un motivo de vida para cualquier persona. Desafortunadamente la historia de la humanidad nos ha mostrado que estos “buenos deseos” probablemente no son más que eso. El abuso de poder, la discriminación y la intolerancia son signos cotidianos de nuestra convivencia, enmarcados por un fuerte egocentrismo que disgrega, genera envidia, enojo y frustración. Las sociedades contemporáneas han crecido en número y complejidad, lo que hace muy difícil influir sobre una mayoría. La economía y la política entre otros buscan nuevas formas de influenciar para generar una respuesta a su favor. Con el desarrollo de los medios de comunicación masivos, se incrementan las campañas que apelan a una formula infalible, mover las emociones. Los seres humanos somos entes eminentemente emocionales.
Las campañas mediáticas que apelan al miedo y el odio se basan en un principio simple, asociar una experiencia o una idea con sus posibles consecuencias negativas, esto con la intención de generar emociones negativas que incluyen al miedo, disgusto, culpa o enojo. Las campañas negativas intentan incrementar la percepción de riesgo y provocan que las personas desistan de una práctica o idea. Las campañas denominadas de miedo, si bien no ha demostrado ser del todo efectivas, son un recurso frecuentemente utilizado. En muchos casos los efectos que estas campañas pueden acarrear son más desfavorables en términos de cohesión social.
Una campaña negativa o que busca inducir emociones negativas, tiene como finalidad desincentivar una respuesta o una idea sobre algo. Los científicos que se han ocupado del estudio de este tema han determinado que estas campañas muestran una dudosa efectividad. Por ejemplo, las campañas que buscan un cambio de conducta generando emociones positivas, parecen ser mucho más efectivas. La explicación por la que una campaña negativa pudiera ser menos eficaz que una positiva, es debido a un fenómeno denominado “disonancia cognitiva”. Una persona que experimenta una disonancia cognitiva entra en conflicto, ya que presenta un choque de ideas, creencias o emociones ante dos cosas que se contraponen. El conflicto que se esta generando requiere de una solución rápida, así que la persona debe de encontrar la forma en la que todas sus ideas y emociones logren encajar en una línea de pensamiento de un modo aceptable. Este fenómeno se ha estudiado por los expertos en diversos ámbitos, uno de los más ampliamente reportado es sobre las campañas antitabaquismo. En este caso tenemos dos problemas, la adicción o el placer por fumar y el daño que produce a la salud. En muchos países se han creado campañas masivas antitabaquismo, a través de la generación de emociones negativas. Las campañas provocan un conflicto entre el placer o la necesidad de fumar y sus consecuencias en la salud. Se esperaría que la campaña cumpliera con sus objetivos y lograra un impacto a la baja en el consumo de tabaco, sin embargo, diversas mediciones han mostrado que el efecto es muy dudoso. Los científicos han evaluado el efecto de la generación de emociones negativas en campañas masivas y han mostrado que no existe un efecto significativo aún relacionándolo con el género, la edad o el nivel cultural. Por otro lado, en determinados sectores como el nivel socioeconómico bajo, se ha mostrado que campañas basadas en testimonios o con descripciones graficas pueden tener un mejor impacto. Otros estudios han mostrado un ligero efecto de las campañas negativas en las mujeres comparado con los hombres, lo que pudiera explicarse debido su naturaleza de mayor búsqueda de protección.
Una campaña que induce emociones negativas puede generar, en algunas personas, estados de ansiedad que desencadenen mecanismos de defensa caracterizados por “pensamientos de control”, auto mensajes que buscan ser convincentes y eficaces. Los pensamientos de control pueden afectar nuestra conducta, generando respuestas poco adecuadas. ¡Si hago esto, no pasará esto otro! ¡Si creo en esto, me salvará de esto otro! Como es de suponerse, generar este tipo de respuestas no siempre es lo más adecuado para nuestra salud mental y emocional. Indudablemente, no todas las personas pueden verse afectadas en la misma proporción por una campaña negativa, personas con ideas muy firmes sobre algo, no entraran en disonancia cognitiva y por lo tanto no habrá conflicto.
Actualmente en México nos encontramos inmersos en una contienda política cargada de campañas negativas. En la vida diaria se experimenta un peso importante de la violencia social y la desigualdad. ¿Tendremos idea de lo que este ambiente nos dejará a largo plazo? Como sociedad, ¿tendremos una consecuencia derivada de este tipo de campañas? La hipótesis parece mostrarnos que el costo de someter a la sociedad a este ambiente innecesario puede ser muy alto. ¿Qué ocurre con campañas o soluciones que busquen comprometer significativamente a los ciudadanos para incrementar la participación y crear decisiones democráticas? Construir una sociedad y una nación no empieza por ganar adeptos, es necesario velar por el bien común, empezando por la salud física, emocional y mental de todos.