La administración municipal de San Pedro Garza García emitió ayer un estado de excepción; la de Apodaca promueve dimensionar socialmente el coronavirus. Una visión socialmente endógena y otra exógena. El estado de emergencia sampetrino es un estado de excepción que reproduce las medidas tomadas, por ejemplo, en Italia.

En la página oficial del municipio se lee:

“Puntos clave sobre la Declaratoria de Emergencia emitida por San Pedro sobre el COVID-19 Coronavirus

“Se suspende la realización de eventos públicos.

“Se suspende el otorgamiento de nuevos permisos para realizar eventos públicos o privados.

“Se cancelan los permisos que hayan sido otorgados para realizar eventos privados.

“Se suspenden o restringen los servicios públicos que representen un riesgo para la salud y no sean de urgente necesidad, por ejemplo, los de bibliotecas, centros comunitarios y museos.

“Se ordena el cierre inmediato de bares, cantinas, centros de espectáculos deportivos o recreativos, centros nocturnos, centros sociales, cervecerías, clubes sociales, discotecas, gimnasios públicos y privados y mercados públicos.

“Se ordena a todas las personas a no permanecer fijos en parques y lugares públicos, es decir solamente pueden transitar por ellos.

“Se ordena a todas las personas a no realizar reuniones en parques y lugares públicos.

“Se requiere a todas los habitantes del Municipio a permanecer en casa si no tiene una causa urgente o imprescindible que lo obligue a salir de ella.

“La Secretaría de Seguridad Pública quedó facultada para hacer cumplir estas disposiciones.

“Puedes descargar la versión completa aquí: bit.ly/DeclaratoriaEmergenciaSPGG.”

Como señaló el filósofo Giorgio Agamben: “El otro factor, no menos inquietante, es el estado de miedo que evidentemente se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad real de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla”.

San Pedro es un lugar atípico. El periódico El Universal, en su edición digital, registra que “El municipio más rico del país luce desierto por el coronavirus”.

A San Pedro y Apodaca los acercan y distancian dos cosas. El aeropuerto internacional de Nuevo León se encuentra en Apodaca, aeropuerto que es usado regularmente por los sampetrinos que, por su capacidad económica, viajan frecuentemente por el país o al exterior. Por cierto, ese aeropuerto y los negocios que entran en su esfera no pagan impuestos municipales. Tampoco pagan impuestos a Apodaca muchas de las empresas asentadas en el municipio porque su domicilio fiscal y sus registros se encuentran en San Pedro.

El alcalde de Apodaca, César Garza Villarreal, antes que ninguna otra autoridad en Nuevo León, fue el primero que entendió las implicaciones del coronavirius en la vida pública. Los habitantes de Apodaca –por fábricas, maquiladoras, sociedad de servicios, movilidad– no pueden recluirse como se hizo con rigor en San Pedro. La medidas de prevención fueron, desde hace una semana, “la suspensión de todos los eventos masivos del gobierno municipal, las audiencias ciudadanas grupales, así como la restricción de los habituales recorridos en las colonias y otras más, al menos durante el mes de marzo”.

Garza Villarreal no se quedó con lo anterior. También convino con el gobernador de Nuevo León y alcaldes metropolitanos el cierre de casinos, cines, parques y centros sociales. Más aún, dimensionó socialmente la pandemia y, en caso de que se llegue a un paro laboral, congelar los pagos hipotecarios, al Infonavit, a los vehículos, aunado a los pagos de servicios públicos como agua, energía, gas y también que se implemente un fondo que ayude a las personas que trabajen en la vía pública para que puedan no salir a la calle.

Los habitantes de San Pedro asumieron una situación coercitiva, en ese municipio ni siquiera está permitido el derecho a mendigar. Ahí se reventaron los principios organizadores de la libertad y, por tanto, triunfa el individualismo y el estado de excepción autoritario. La propuesta de Apodaca coincide más con el abatimiento de las desigualdades. Es opuesto, como quiere la Coparmex, al trato privilegiado que “indemnice” a los empresarios frente a la pandemia, se trata (como lo hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador con el adelanto de las pensiones a los adultos mayores) de reinventar nuevas formas de solidaridad, de lo justo y lo equitativo.

Estos modelos se confrontarán en las elecciones del 2021 en Nuevo León, pero esa es otra historia y, por tanto, habrá que contarla en otra ocasión.