El discurso de la renovación al interior del PRI no es ninguna novedad. Desde el siglo pasado, mucho se ha hablado sobre la necesidad de cambiar al partido de forma y de fondo. Así se han hecho distintas propuestas que, en su mayoría, han quedado como meras anécdotas en la historia del partido. En los últimos años, algunos cambios han sido muy evidentes: desde los gráficos hasta los colores institucionales, pasando por el nombre de sus organismos especializados (como el Instituto Reyes Heroles, antes llamado ICADEP; o la Fundación Colosio, antes Cambio XXI). Sin embargo, vale la pena preguntarnos, ¿son estos cambios cosméticos los que realmente renuevan un partido? Qué queremos, pero sobre todo ¿qué necesitamos renovar?
En principio, tendríamos que saber qué es lo que pretendemos renovar; es decir, saber de dónde partimos para entonces decidir hacia dónde queremos ir. Un partido político no es un movimiento coyuntural diseñado para ganar una elección, el partido es una estructura que trasciende intereses individuales o de grupo y sobrevive a través del tiempo, es una suma de casusas institucionalizadas que buscan dar solución a los retos del presente.
Desde sus orígenes, el PRI ha sido un partido de causas ciudadanas que tiene como propósito dar cauce a las reivindicaciones sociales, a través de mecanismos institucionales, para atender las necesidades más apremiantes de la población en cada etapa de nuestro país. Con esta convicción, ha mostrado más de una vez su capacidad de transformación, al evolucionar para seguir cumpliendo con su propósito histórico. En momentos como el que vivimos, los priistas no podemos esperar menos.
México enfrenta una crisis de salud, una crisis económica, pero también una crisis política. Esta crisis es reflejo del debilitamiento de los partidos políticos, que han sido incapaces de adaptarse a las nuevas realidades del país.
En este sentido, si el PRI pretende ser capaz de ofrecer una alternativa sólida para transformar la realidad mexicana, debe transformarse como institución. Si los priistas queremos encabezar esta alternativa, tenemos que transformarnos como agentes políticos. No basta cambiar de colores, de cuadros o de dirigencia, si no cambiamos los vicios que han persistido durante décadas.
Las nuevas generaciones de priistas no debemos pagar los platos rotos de aquellos que han utilizado al partido como un mero instrumento para satisfacer su ambición y servirse de las responsabilidades públicas para sus intereses personales. Somos parte de una institución que busca la justicia social, no el beneficio personal.
Tenemos que aceptar que enfrentamos tiempos difíciles y los errores del pasado nos seguirán costando durante años. Sin embargo, el PRI aún tiene mucho que ofrecer a la ciudadanía.
Con la ley por delante, debemos respaldar que se juzgue a todo aquel que haya cometido agravios contra el país. Por supuesto, con estricto apego a derecho: respetando el debido proceso, la presunción de inocencia y los derechos humanos; sobre todo, porque hoy en México imperan la política ficción, el show mediático y el populismo en todas sus formas. En este contexto, es imperativo asumir nuestra responsabilidad como defensores de nuestras leyes y nuestras instituciones.
Esta exigencia de justicia y rendición de cuentas es condición de posibilidad de cualquier renovación que pretendamos hacer en nuestro partido. Porque la verdadera renovación pasa necesariamente por el derrumbe de las viejas formas que están agotadas y representan un obstáculo para responder adecuadamente a las realidades del presente.
Para los priistas, no se trata sólo de ganar en 2021 o 2024, se trata de ofrecerle a las familias mexicanas una alternativa viable, experimentada, congruente, comprometida con sus demandas y capaz de articular grandes acuerdos para atender sus necesidades.
Es primordial que quienes integramos al PRI nos preguntemos cómo podemos poner nuestras capacidades al servicio del partido y su renovación. Porque no basta con hacer cambios cosméticos y esperar que la gente vuelva a confiar en nosotros por simple rechazo a la nueva opción mayoritaria. Necesitamos hacer del PRI un verdadero ejército de cuadros especializados en todas las áreas que el trabajo político requiera.
Necesitamos revalorar a la militancia que trabaja cada día para seguir fortaleciendo al partido en cada rincón del país. Necesitamos darle espacios a las voces críticas que señalen los errores y las insuficiencias para poder corregirlas a tiempo. Necesitamos nuevos rostros, inteligentes, preparados y comprometidos, que puedan llevar nuestros mensajes de manera articulada en distintos espacios: desde los foros más especializados hasta los medios de comunicación comunitarios.
Somos un partido sólido, con estructuras en todos los niveles. Este es el momento de hacer valer toda nuestra fuerza territorial: rescatemos a los seccionales, fortalezcamos a los comités municipales y démosle más herramientas a los comités estatales para que sean capaces de representarnos a nosotros, las mujeres y hombres militantes que vemos al partido como un fin y no como un medio. Este es el momento de renovarnos.