La gran mayoría de nuestras acciones están ligadas a las expectativas que nos formulamos del mundo y de los que nos rodean. La expectativa es tan importante, que influye en cómo imaginamos cualquier evento futuro y por supuesto, determinará todas nuestras decisiones. Constantemente formulamos cientos de inferencias de las posibles reacciones que obtendremos de los otros. Es tan relevante nuestra capacidad para anticipar respuestas, que muchos expertos afirman que nuestro cerebro no es otra cosa que, "una máquina de hacer predicciones", es decir un dispositivo capaz de crear ideas sobre el futuro. En este sentido, la mente humana crea sus ideas y expectativas en función del tiempo. Por ejemplo, al pensar en encender el televisor uno tiene una expectativa muy clara y precisa de cómo responderá, aun sin haber llevado a cabo ningún movimiento. Claramente la capacidad que tenemos de hacer predicciones está íntimamente relacionada con nuestras experiencias, de ahí que ante una vivencia nueva, se podría generar un conflicto que desencadene estrés o ansiedad.

Utilizar nuestra experiencia nos ayuda a contar con una idea clara del estado actual del entorno, lo que nos permite pensar en qué ocurrirá. Son tan importantes las predicciones que hacemos basándonos en nuestra experiencia, que todas las decisiones que tomamos no tienen otro objetivo que tratar de aumentar las probabilidades de obtener los resultados deseados, y en caso de fallo, prepararnos para adivinar todas las posibilidades de respuesta.

La incertidumbre es el punto medio de la expectativa, simplemente no sabemos qué ocurrirá. La incertidumbre puede ser peor que una mala expectativa, ya que nos genera una respuesta de ansiedad ante lo desconocido. Cuando no contamos con suficiente información o desconocemos el entorno, no podemos realizar predicciones adecuadas, lo que nos pone en una posición de no saber que esperar en el futuro. La expectativa corresponde a la esperanza de realizar o conseguir algo concreto. Distintas estructuras de nuestro cerebro son las responsables de crear esas ideas y de controlar nuestras respuestas. La principal región involucrada es la corteza cerebral prefrontal derecha, que se encuentra involucrada en la planeación, el autocontrol y la fijación de objetivos. Otra región importante es la corteza del cíngulo. Se ha observado que personas que cuentan con alguna lesión en estas regiones tienden a presentar dificultad para realizar planes con objetivos específicos, así como dificultad para poder concretarlos. Esto ha puesto de manifiesto que la función de planeación y de crear expectativas sobre acontecimientos futuros está basado en nuestro funcionamiento cerebral.

También es importante señalar que la expectativa que generemos sobre algo influye de manera muy importante en el resultado que podrá desencadenar en nosotros. Por ejemplo, si consideramos que un medicamento es "muy efectivo" para quitar el dolor, al tomarlo tendremos la sensación de que en realidad el dolor disminuyó o desapareció tal cual lo esperábamos, sin embargo, su efecto no depende enteramente de su poder terapéutico sino de la expectativa que teníamos de él. Esto lo han demostrado los científicos con la administración de placebos, como azúcar o almidón. Caso contrario, si contamos con un pensamiento catastrófico o muy negativo sobre el dolor y nuestra expectativa es que el dolor no desaparecerá, y podríamos seguir percibiendo algo de dolor.

Generalmente, una expectativa negativa o positiva guiará nuestra motivación para realizar determinadas actividades. En este sentido, detenernos a pensar en por qué tenemos una percepción positiva o negativa sobre algo, es complicado, pero no imposible. Tratar de analizar cómo construimos nuestras expectativas y por ende cómo construimos nuestras motivaciones, puede ser un ejercicio muy enriquecedor que nos ayude a alcanzar objetivos con mayor éxito. Muchos procesos terapéuticos se basan en el reconocimiento de la expectativa (fantasías) y reconocer su relación con las acciones. Cuántas veces nos hemos preguntado ¿Por qué me frustra tanto algo o alguien? Si no analizamos qué expectativa formulamos ante algo, no podremos ligarlo a la frustración que nos produce el no recibir la respuesta esperada. Todo esto suena muy bien cuando lo planteamos esquemáticamente, sin embargo, la vida diaria es mucho más complicada. Una de las herramientas más importantes para modificar posibles fuentes de frustración o malestar puede ser el apoyo de un profesional de la conducta, que nos oriente y acompañe en estos ejercicios de reconocimiento. Aprender a observarnos y entender cómo es la respuesta de otras personas, puede ser una práctica muy importante tanto para niños como adultos. Aprender a desarrollar nuestras habilidades sociales a partir del conocimiento de nuestra conducta es una de las mejores inversiones de vida. Aprender a convivir y mantener el control de nuestras respuestas sociales es crear una sociedad resiliente y llena de crecimiento.