Dicen que un gran número de manifestantes lo increparon en un evento en Nueva York.

Dicen que se comportó intolerante y agresivo ante la crítica repentina.

Dicen que llamó provocador al padre de uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Dicen…dicen…dicen….

 ¿No dijeron también que era un peligro para México? ¿Que de ganar la presidencia le quitaría la vivienda y el calzado a las clases medias; que se iba a comer a los niños como si fuera peor que el Coco y el Padre Maciel juntos?

 Llegué a las cinco de la tarde en punto. Me llamó la atención que la asamblea se realizara en el salón anexo de una iglesia. ¿Cuántos salvadores caben en un mismo templo? Dejé de sentirme ajeno al ver que ninguno de los simpatizantes se persignaba al entrar. Bocinas amenizaban la espera con el himno del movimiento: Morena el pueblo puede salvar al pueblo tengamos fe, Morena te invito a ser un protagonista del comité. Todas las sillas estaban ocupadas, la prensa ya instalada con sus cámaras y micrófonos. Decidí irme al rincón, quizá nostálgico por los castigos de la infancia.

 Andrés Manuel López Obrador apenas podía caminar entre la multitud de gente que buscaba saludarlo y tomarse una foto con él. A su alrededor todos tenían el celular en la mano. Se detuvo un momento a firmar un ejemplar de uno de sus tantos libros. A pesar de los empujones logró escribir la dedicatoria como si se encontrara en la tranquilidad de su escritorio.

 Subió al estrado y manifestó su apoyo a los migrantes ante la nueva época del terror trumpiano. Mientras leía su extenso discurso, una señora vestida de negro, sentada en las primeras filas, alzó una cartulina: AMLO contrató a Giuliani. Para ilustrar la provocación la acompañó con dos fotografías: una de López Obrador y el ex gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre. En la otra Donald Trump y el ex alcalde de Nueva York.

“Ya empezaron con su mierda”, dijo uno de los paisanos que se encontraba a mi lado. La cartulina ya opacaba el discurso de Andrés Manuel. Otro hombre se hace presente entre el público: en su cartulina hay una fotografía del dirigente de MORENA con José Luis Abarca, ex alcalde de Iguala y autor intelectual del asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Ante la discusión, cada vez más sonora, López Obrador interrumpió su discurso. Invitó a los manifestantes a subir al estrado junto con él. Dicho gesto no los calmó. Una parte de la muchedumbre pedía que se fueran, otros intercedían para dejarlos en paz. Alguien le arrebató la cartulina al incendiario. Andrés Manuel intervino. Ante la orden suprema varias manos devolvieron el papel, ya arrugado, al estrado. López Obrador lo entregó personalmente a su detractor.

 Se cancela la asamblea para evitar posibles actos de violencia. Andrés Manuel salió de la iglesia como entró, atosigado por una multitud desesperada por acercarse al gran líder. El resto del recinto comenzó a vociferar con mayúscula resonancia: ¡Es un honor estar con Obrador! ¡Es un honor estar con Obrador! ¡Presidente! ¡Presidente! ¡Presidente!

 “Yo perdí un día de trabajo para venir a escuchar a López Obrador, no se vale que hagan esto, no se vale”, dice un simpatizante al salir de la iglesia. Tres personas lograron reventar un evento en defensa de los migrantes en Estados Unidos. En la salida, Antonio Tizapa, padre de uno de los 43 normalistas, increpó a López Obrador. Le exigió justicia como si fuera el procurador general de la República. AMLO le respondió: No seas provocador.

 López Obrador le dijo la verdad. El hecho de ser padre de uno de los 43 normalistas desaparecidos no lo exime de ser un provocador. En una entrevista con Ciro Gómez Leyva, Antonio Tizapa dijo: “No busco reflectores. No busco cámaras.” Qué mala suerte tuvo el señor si no buscaba nada de eso. Y es que no querer cámaras y reflectores en un evento donde están presentes los principales medios de comunicación… ¡Qué joda! Sí, según él, lo que quería era platicar a solas con Andrés Manuel, mejor lo hubiera interceptado en el baño.

 Los periodistas y comunicadores que culpan a AMLO de la masacre en Iguala no están lejos de culparlo también del Holocausto, la muerte de Mufasa, la explosión en la central atómica de Chernóbil y el divorcio entre Brad Pitt y Angelina Jolie. Ahora lo acusan de desaparecer a los 43. “Tú los mataste”, le dicen de manera infame, como si él hubiera rociado de gasolina y fuego a los estudiantes.

Lo triste es que la tragedia de Iguala vuelve a usarse para el lucro político más ruin y abyecto. Los personajes más desinteresados del movimiento de Ayotzinapa ahora se ponen la playera de Vivos se los llevaron Vivos los queremos, con tal de atacar a López Obrador. Ni a Felipe Calderón, Enrique Ochoa, Pablo Hiriart y Ricardo Alemán les interesa el destino del hijo de Antonio Tizapa. Ante la desgracia de un padre buscando a su hijo, el golpeteo y la grilla.

 Antonio Tizapa puede seguir buscando a su hijo, solo que en Nueva York no lo va a encontrar.