Quinta conferencia de la serie Ópera en Tiempo de Coronavirus. Como expresión escénica musical dentro de la ópera, al aria (solo, monólogo o soliloquio) le sigue el dueto. La ópera clásica, pero sobre todo la romántica y la verista, está plagada de ellos. Naturalmente, destacan los dúos de amor (a veces de seducción o desamor, como en Don Giovanni o Cavallería Rusticana) entre sopranos y tenores (y a veces entre el tenor y la mezzosoprano, como en Carmen, de Bizet). Son abundantes los duetos entre estas voces.
Y también en la ópera hay tríos. Destacadamente, Giuseppe Verdi los escribió con frecuencia, como en Aída, Ballo in Maschera, Il Trovatore. Hay cuartetos muy conocidos como en Don Giovanni, Rigoletto o La Bohéme. Un quinteto muy popular y celebrado es el de los contrabandistas, en la ópera Carmen. Un celebérrimo sexteto es el de Lucía de Lammemoor; el más aplaudido de todos los tiempos operísticos. E incluso un septeto o “settimino”, en la ópera La italiana en Argel, de Gioacchino Rossini. Y naturalmente, grandes o monumentales concertantes donde intervienen todos, solistas, coristas y orquesta (y bailarines, cuando es el caso), creando atmósferas y ambientes visuales y sonoros espectaculares, como en Aída, Carmen o Turandot.
En esta conferencia expongo la experiencia artística, musical, vocal y vital de tres parejas legendarias de soprano y tenor del siglo XX (habiendo nacido la primera en el último cuarto del siglo anterior): 1. Emmy Destinn y Enrico Caruso. 2. Renata Tebaldi y Mario del Monaco. 3. María Callas y Giuseppe di Stefano.
Se presentan y explican las tres parejas pero se acentúa la exposición en Callas y Di Stefano con un subtítulo atractivo, para el conferencista al menos, “María Callas y Giuseppe di Stefano aprendieron a cantar en México”. Aunque pudiera parecer irreal o absurdo, la propuesta tiene cierta argumentación a su favor y es el mismo Di Stefano quien, en su libro El arte del canto (Vergara, 1989), lo sugiere a raíz de la experiencia que ambos tuvieron al cantar cinco óperas distintas en 1952, y al conocer y aprovechar el fenómeno de escuchar las grabaciones de ellas una vez que habían sido transmitidas por la radio desde el Teatro del Palacio de Bellas Artes:
“Recuerdo que en México, en 1952, yo cantaba junto a María Callas, y uno de cada dos recitales era transmitido por radio. Había un técnico que había instalado un estudio de grabación y grababa sin falta las óperas transmitidas por radio. Todos los lunes íbamos a ver al técnico y nos pasábamos el día entero escuchando lo que habíamos hecho, y controlando las cosas que no marchaban: algún ‘portamento’, alguna nota poco apropiada… La posibilidad de escucharse, como la que tuvimos por primera vez en México, era un verdadero estudio”.
Y para glorioso disfrute de la posteridad, esos registros en vivo existen: Los puritanos, de Bellini; La traviata y Rigoletto, de Verdi –esta última, cantada esa sola vez por Callas en vivo; 3 funciones-; Lucía di Lammermoor, de Donizetti; Tosca, de Puccini. Verano de 1952. Teatro del Palacio de Bellas Artes; Ciudad de México. Entre otras muchas cosas, acaso por fundamentos artísticos y culturales como este, muchos digan que la de los cincuentas fue la mejor década del siglo XX mexicano (entiéndase la capital del país).
Hacia el final, como personajes en busca de autor, lo seis artistas -una vez expuestos y explorados sus elementos individuales y como parejas operísticas-, son vistos en la perspectiva del tiempo y del fin de su arte y de sus vidas. Comparto la quinta conferencia que en el sitio de FB de SDPnoticias ha alcanzado muy buena recepción; tanto o más que las primeras cuatro: