La gestión de Peña Nieto muestra dos facetas; la del descrédito y la del poder.  El gobierno se ha enfrentado a situaciones que en una nación con vocación democrática hubieran tenido consecuencias gravísimas para los implicados.  La desaparición de los normalistas, generó manifestaciones multitudinarias, la exigencia de justicia cohesionó a diversos sectores de la sociedad que con encono señalaron al Estado como el culpable e incluso sugirieron la renuncia del presidente, el mundo se enteró de la barbarie de Iguala. La ?Casa Blanca? de la Señora Rivera y los provechosos vínculos con la empresa HIGA exhibieron el desprecio por la transparencia,  la dupla perversa entre el sector público y el privado, los conflictos de interés y la incontenible corrupción, distintivo de nuestro país.  

El proyecto Peñista durante meses se vio afectado, dichos eventos rompieron la inercia ?transformadora? de principios de sexenio e incidieron negativamente en el activo más valioso del mexiquense; su imagen, además por  un período de tiempo desestabilizaron la normalidad. Sin embargo, ni el desprestigio, ni la ausencia de una base social que acompañe el proyecto, ni el activismo de la sociedad han frenado el regreso del autoritarismo, la realidad es cruel.

El poder del mandatario está prácticamente intacto, sin recato lo ejerce, por ejemplo cuando en un exceso le pide a su subordinado que lo investigue sin temor a que no le aplaudan,  sus alianzas le permiten transitar sin muchos obstáculos en las vías institucionales, controla la Cámara y el Senado, no dialoga tampoco escucha únicamente ordena e impone. Las próximas elecciones podrían ratificar la hegemonía del PRI y sus aliados, el partido de la dictadura perfecta ha mostrado por un lado mucho oficio para eludir las demandas de la sociedad a un bajo costo mientras que por el otro ha ido preparando el camino que le asegure la supervivencia, es así que solamente le bastaron un par de años para borrar a la oposición partidista. EPN se mueve sin contrapeso, lo cual es terrible.

La pulverización y falta de consenso entre los diversos sectores de oposición ha beneficiado al régimen que parece inmune ante cualquier suceso, es urgente buscar las coincidencias con el afán de crear una agenda común que permita el surgimiento de un movimiento con la fuerza suficiente para vencer al sistema, sin embargo lo anterior luce complicado ante el individualismo y el conservadurismo de quienes podrían generar dicha convocatoria.

Sin menoscabo del esfuerzo de los ciudadanos que trabajan diariamente con el objetivo de transformar al país, me parece que en este momento y en los hechos Peña Nieto camina sin oposición.