A partir de 1997 en que ningún gobierno federal contó con la mayoría necesaria en las cámaras legislativas, los partidos políticos se fortalecieron ampliamente y se convirtieron en una oposición real para el poder presidencial. Los mandatarios Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, para poder impulsar cualquier cambio que consideraran fundamental para el país, se vieron obligados a tener que negociar con los partidos políticos.
Fue algo que antes de 1997 no se conocía, fueron 21 años de una nueva etapa de funcionamiento del poder político, una etapa en la que los presidentes de los partidos políticos se llenaron de poder, y una etapa en la que las cámaras legislativas, principalmente la de diputados, se convirtieron en la caja de resonancia de la negociación política: se aprobaban o no las cosas, en función de qué tanto hubiera cedido y concedido cada quien, ahí se reflejaban todos los amarres.
Sin embargo, con la llegada del presidente López Obrador al poder, dicha dinámica quedó cancelada, por lo menos hasta el 2021.
Con el apabullante triunfo de Morena, el presidente AMLO obtuvo una mayoría legislativa lo suficientemente grande como para ignorar a los partidos políticos de oposición, y con ellos a sus reducidas bancadas de diputados y senadores. Al menos es lo que hemos visto en estos primeros meses de ejercicio gubernamental. Ni los ven ni los oyen. Como la oposición quedó tan mermada que ahora cabe en un par de selfies, el nuevo gobierno no ve la necesidad de invitarlos a la mesa.
Pero como los partidos de oposición se rehúsan a ser invisibles, parece que ya encontraron la manera de juntar piedras y hacer que los tomen en cuenta: aliarse con el único poder que aún no ha sido invadido por la causa morenista, y que también se siente muy amenazado de perder su estatus político, el poder judicial.
En estos días, hemos sido testigos del jaloneo entre los ministros de la SCJN y el presidente López Obrador, aparentemente porque los primeros no quieren reducir sus salarios y demás privilegios económicos, cosa que el presidente les exige poniendo de por medio a la justicia social.
Y le escribo que aparentemente, porque en opinión de su escribidor, el tema va mucho más allá de los salarios. El pleito es por resistir una imposición desde los poderes ejecutivo y legislativo, bajo la premisa de que si la aceptan, simplemente habrá sido la primera de muchas por venir, lo que daría al traste con eso que los ministros llaman “independencia”.
El fondo consiste en que el antiguo régimen político, ese que gobernó por 36 años y que quedó muy herido de muerte en julio pasado, hoy intenta levantar su cadáver y ver si le logra ganar algunas batallas al nuevo poder político, de preferencia ahora al inicio, justo cuando andan viendo de qué se trata esto de gobernar y se tropiezan a cada momento con la impericia natural de toda nueva administración. Vaya, es el momento de meterles la zancadilla, para ver si en los tumbos rescatan algo.
Para fortuna de la oposición, el presidente AMLO abrió bastantes frentes de guerra al mismo tiempo, lo cuál puede ser una oportunidad para ellos. Ya juntos, partidos políticos, organismos autónomos e instancias de la sociedad civil que no comulgan con la cuarta transformación, tomados de la mano y con el poder judicial al frente, están intentando conservar, aunque sea un pedazo, del régimen anterior. Y bueno, están en todo su derecho de intentarlo, pues finalmente era eso, su régimen.
Esta nueva forma de oposición, apalancada en la esfera judicial, no debe de verse con indiferencia, pues si la insertamos en la coyuntura del ajetreo que se traen con la otra oposición que aun persiste, la de los mercados financieros, puede tener un potencial de daño importante.
A juicio de su columnista, estamos ante un error de operación política del presidente López Obrador. Y le escribo que es un error, porque sencillamente no necesita todos estos escándalos. Su triunfo le brindó el capital político suficiente para operar la gran mayoría de los cambios que propone y que la ciudadanía espera. La deficiencia, es que la cirugía que se requiere implementar para echar a andar todas esas transformaciones, la ha estado ejecutando con un machete, sin percatarse de que a la mano también tiene un bisturí.
Y por eso la salpicadera para todos lados.
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