Hay varias cosas que no han entendido los adversarios de López Obrador: Entre ellas que son muy pocos, y que el Presidente, mal o bien, mantiene el apoyo de la gran mayoría de la población. Una calificación máxima del 7.4 por ciento de aceptación popular no solo no es cualquier cosa, sino un verdadero prodigio de frente a un pueblo harto, agobiado de la política, de los políticos y de la desigualdad social y económica.

Sin argumentos, faltos de imaginación y de una propuesta que vaya más allá de su ira, de su frustración y de su añoranza por el pasado inmediato, siguen montados en el macho de que quienes apoyan al Presidente son ignorantes, manipulados y hoy controlados por los apoyos directos, y en efectivo, a través de los programas sociales del gobierno federal.

En su desesperación, los opositores de AMLO no se tientan el corazón para descalificar lo que ellos, en su modelo duro, draconiano, estuvieron (y están) incapacitados de realizar. Decir que los estudiantes en general y de escasos recursos, que los ancianos, los discapacitados, lo jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban, se les está regalando el dinero, es exhibirse justamente como lo que son: Unos miserables.

Es al revés: Ellos, la clase política y empresarial que dominó al país durante los últimos 30 años, despojaron a la mayoría, mediante reformas que impusieron un modelo inequitativo y rapaz, de la posibilidad de gozar de mejores salarios y, por ende, de mejores pensiones.

Ellos impidieron que miles de jóvenes pudieran trabajar y estudiar y, por el contrario, se los entregaron al crimen organizado. La cantidad horrorosa de fosas clandestinas descubiertas en los últimos meses lo indican todo. Vergüenza, la más mínima siquiera, les debería dar, aunque el cinismo no creo que se los permita.

Uno puede estar o no de acuerdo con el Presidente, hay acciones que cuestionarle, sin duda, pero hasta ahora no han surgido contrapesos sensatos que no sean aquellos que han estado a la caza de sus errores y que, evidentemente, se aferran a la idea de que el pasado inmediato fue mejor. Descalifican, magnifican, emprenden campañas negras y quieren generar la idea del descontento popular; creen a pie juntillas que la gente se equivocó al votar por López Obrador y que hoy ha descubierto la manipulación electoral de que fueron objeto.

De ese tamaño es el auto engaño. Tan es así que no son pocas las convocatorias a la protesta, mismas que han fracasado rotundamente. Ellos sueñan, desean que México realmente se convierta en Venezuela, solo para demostrar que no estaban equivocados. Por eso no es casual la frase de AMLO cuando dice que “los conservadores están moralmente derrotados”.

Parten pues de la tesis que la gente ha sido feliz con los regímenes pasados; Ellos, los de pensamiento tecnócrata, de acuerdo a su modelo y su estadística, ciegamente creen ser únicos capaz de propiciar el crecimiento económico, aunque no haya desarrollo social. Solo que apareció un manipulador y un mesías que les arrebató a las masas y las enajenó, le dio dinero para fracturar, dividir y enfrentar al país. Así piensan, neta.

Para ellos el pueblo no reflexiona y no es capaz por sí mismo de tomar decisiones. Por eso, como la gente no sabe hacer nada, entonces no merecen ser apoyados para enfrentar sus necesidades económicas, como si ellos en calidad de políticos y empresarios, no recibieran aún grandes cantidades de dinero del erario público, tanto en sueldos y presupuestos millonarios como en exención de impuestos y apoyo financiero a sus proyectos.

En realidad este pensamiento es sumamente peligroso para el país porque desconocen el derecho de las mayorías a elegir y a tomar decisiones. De mente chata y con dinero, son capaz de las peores atrocidades para seguir imponiendo sus intereses. La historia nos indica que a lo primero que recurren es al sabotaje. Ya hay visos.

Afortunadamente algunos empresarios importantes del país ya lo entendieron y saben que la vía fundamental y de primera instancia es quitarle presión a la olla exprés. Atemperar la presión y el descontento social implementando políticas de equidad y mejora en el ingreso. Invirtiendo y generando empleos, aumentando el salario, garantizando la educación, la salud y las oportunidades de trabajo en todos los sentidos. Para ello la política de apoyo social directa es fundamental.

Si el PRI y el PAN, principalmente, siguen aferrados a la idea de atender centralmente a los grandes intereses empresariales, no estarán en capacidad de convertirse en verdaderos contrapesos porque su discurso y sus proyectos no atenderán propuestas de futuro que tomen en cuenta a la gente. Seguir volteando al pasado, centrar sus intereses en lo que la gente derrotó, es seguir hundidos en el pantano del fracaso político, moral y electoral.