Bienvenido, mes rojo de la patria, de las borracheras con sombrero, de las vivas y los fuegos artificiales. Mes del tequila y del fingimiento; de lo colorido, de las tristes alegrías cantadas por el trío de la esquina o contadas en la cantina decorada ex profeso, todo este mes, el mes más rojo, blanco y verde para que tengamos memoria, como hermanos que somos, o nos creemos.
Septiembre es el mes del Laberinto que narra Paz. En los ojos del mexicano se delata la idiosincrasia que lo define. Basta con hurgar con la mirada su mirada, para descifrar el misticismo de siglos.
Antes de que el otoño comience, nos reunimos en las calles y casas para conjurar El Grito.
Mientras tanto, la bandera sigue ahí. Ondea desde la raíz de un suelo pantanoso, que se antoja a veces firme... el suelo ancestral del Zócalo de la Ciudad de los Palacios.
Más tarde, el presidente gritará, sin convencer a nadie, con sus brazos y manos tensas, con movimientos impostados, sosteniendo el cordón de la campana, y con la voz insegura y quebrada, un lúgubre y lánguido ¡Viva México!