Pedagogía y poder son dos conceptos estrechamente ligados que se interrelacionan naturalmente en la práctica educativa. Por un lado, la pedagogía es la disciplina que se encarga de estudiar la teoría y la práctica de la enseñanza y su relación con el aprendizaje de los estudiantes dentro de un recinto escolar. La pedagogía toma en cuenta las teorías del aprendizaje, los valores y necesidades de los estudiantes, así como su contexto social, para determinar las mejores estrategias de enseñanza y poder alcanzar determinados objetivos educativos.

Por otro lado, en Ciencias Políticas, el poder se entiende como la capacidad para influir o controlar el comportamiento de las personas. Las autoridades (por ejemplo, gubernamentales y eclesiásticas) son quienes socialmente, de manera legítima, ejercen el poder en una nación o institución (aunque otros grupos también lo ejercen de facto). Históricamente, el ejercicio del poder es tan primitivo como la misma humanidad y, socialmente, es útil para alcanzar objetivos que son benéficos para las personas que viven en una comunidad.

En un sistema educativo las autoridades escolares ejercen un poder administrativo sobre los docentes y éstos un poder pedagógico sobre los estudiantes. El último propósito de un sistema educativo, como el mexicano, es que los estudiantes aprendan y se conviertan en ciudadanos que se puedan realizar como seres humanos y que contribuyan a tener una sociedad políticamente democrática, económicamente desarrollada y socialmente justa. Por ello, muchos autores reconocen el poder de la pedagogía; que no es lo mismo que la pedagogía del poder. Me explico:

En los centros educativos, el uso de la pedagogía ejerce un poder sobre los estudiantes, dado que les establece objetivos de aprendizaje, normas de acreditación y reglas de comportamiento. La forma en que los docentes la practican enseña a los estudiantes, no solo conocimientos, sino una filosofía de vida, impregnada de valores (por ejemplo, respeto y tolerancia). Es decir, la forma en como se ejerce el poder (pedagógico), se convierte de facto en una pedagogía del poder.

Aunque nos hemos concentrado en el recinto escolar, en realidad, la pedagogía del poder se puede observar con mayor claridad en la vida social de una nación: ahí donde se ejerce el poder político. Viene esto a colación, dado que recientemente hemos sido testigos de la forma en que diversos integrantes de MORENA han mostrado su “pedagogía del poder”, tanto en el congreso como en los medios, cuando se han referido a la reforma educativa de 2013 (RE). Sin mayor recato han comentado que la RE la van a derogar, cancelar, aniquilar; que el “edificio” de la reforma será sustituido en su totalidad por otro que, verdaderamente, transforme la educación; que de la RE “no quedará ni una coma”; que se revisará la misma existencia del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y que, en su caso, lo podrán desaparecer; que la RE no tomó en cuenta a los docentes y que nunca se les consultó (aunque sí se haya hecho); que ahora sí se consultará a los profesores y padres de familia para construir un nuevo acuerdo nacional en materia de educación.

A pesar de todo lo dicho por los diputados y senadores de MORENA, así como por el próximo secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, y el mismo presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, hasta el momento no se ha explicado, o al menos, sugerido, con qué se sustituirá la tan repudiada y odiada RE. Esta pedagogía del poder ejercido por MORENA equivale a la postura hipotética de un maestro que les manifiesta a sus alumnos que no se implementará un programa de estudios debido a su “mal diseño” y al uso “punitivo” de la evaluación final (que puede reprobar a los estudiantes); sin explicarles qué del plan de estudios está mal, cómo lo va a mejorar y cómo se asegurará que los estudiantes aprendan.

MORENA ha dado muestras de utilizar el poder como un instrumento para criticar, repudiar y denostar TODO lo hecho por el gobierno saliente en materia educativa, sin hacer un balance equilibrado de sus alcances y limitaciones. La pedagogía del poder de la “cuarta transformación” deja una enseñanza de irracionalidad, de rencor y de poca mesura. Y esto me parece grave, para un país que no sabe qué esperar del nuevo gobierno que aún, sin tomar posesión, ya muestra un tipo de pedagogía del poder que, seguramente, veremos en otros ámbitos de la vida nacional.