AMLO por fin se defendió; aunque sea con puntadas, contra un incisivo Ricardo Anaya.
Andrés Manuel López Obrador ya entendió que no tenía que tragarse todos los golpes y se defendió de los ataques de sus adversarios en este segundo debate Presidencial organizado por el Instituto Nacional Electoral.
Puede gustar o no gustar la forma en que lo hizo "El Peje". Con el chiste de la cartera, el abrazo amoroso a Meade y las puntadas del Ricky Rickin Canayin y diciéndole farsante. Pero al menos ya no se quedó impávido como en el primer debate.
Ricardo Anaya parece ser al que más atacaron en este debate, no por número de golpes, sino por la intensidad de cada raspón. Salió con un estilo frontal, quizá incisivo en exceso, lo que una vez más, fortalece la narrativa de victimización contra López Obrador.
La estrategia agresiva tenía como fin avasallar al tabasqueño, pero el Peje, como dijimos, más o menos se defendió y eso hizo que Anaya no destacara como él quisiera. La ventaja que tiene Andrés Manuel en las encuestas le da para darse esos lujos. Es como ir ganando 5 a 1 y hacer tunelitos o cuautemiñas en la cancha.
Y sobre Meade: si pensábamos que no podía hundirse más, nos equivocamos. Es cierto que se mostró con conocimiento de estos temas, e interactuando con la cámara, mejor preparado que en el primer debate. Pero no transmite emociones. Es insípido. Robotizado. Y es cierto que el carisma no garantiza que alguien sea buen presidente –acuérdense de Vicente Fox- pero también es real que la simpatía es factor para ganar elecciones, y si no las ganas, no llegas al cargo.
A Jaime Rodríguez El Bronco, no lo tocaron porque no es amenaza para sus rivales. No tarda en declinar. Él ya no debería estar en el próximo debate. Lo siento por los neoleoneses, que lo tendrán de regreso.
En resumidas cuentas, el debate me pareció aburrido. Si no hubiera sido por lo de la cartera y los abrazos, este ejercicio habría pasado sin pena ni gloria, a pesar que tuvo dos elementos inéditos: la presencia de ciudadanos y la sede en Tijuana.
Hubo excesivo protagonismo de los moderadores y el formato resultó desafortunado, porque por innovar, aquello fue algo caótico. Las preguntas de los ciudadanos presentes no abonaron. Y los candidatos cayeron en lugares comunes y repitieron lo que todo mundo sabemos.
Las propuestas concretas brillaron por su ausencia. Se notó a leguas, que los candidatos no sabes de temas fronterizos ni temáticas de comercio exterior (excepto por Meade). Por ello, en cuanto podían cambiaban de tema para brincarse al contraste.
Estuvo mejor el Primer Debate. Como en las trilogías, la primera y la tercera parte son las buenas. Esperemos que en el próximo ejercicio se componga…
Y a manera de conclusión…La pregunta obligada: ¿Quién ganó el debate? No hubo un claro ganador. López Obrador, no perdió, es un hecho. Ese era su objetivo y lo logró. Pero tampoco Anaya, o mucho menos Meade, pudieron ganar.
Así que como en el box, si el campeón no pierde, simplemente retiene el título. Para salir con el cinturón hay que noquear al campeón. Y los adversarios de “El Peje” todavía no tienen bajo la manga algo para poder fulminar al tabasqueño.
Así de sencillo.