Cada día se aproximan más las elecciones intermedias del 2015, y con ello comienzan a hacerse notar los siempre existentes promotores del voto nulo, una práctica consistente en tomar una postura en contra del sistema político actual, prefiriendo renunciar a la posibilidad de elegir al futuro ciudadano que lo gobernará o representará en el poder legislativo, dejando la elección de éstos a solo una minoría, creyendo ingenuamente que al candidato o partido que está en el poder causante de esa misma inconformidad le ocasiona la más mínima preocupación, desperdiciando de esa manera su oportunidad de ejercer el voto, limitando el ejercicio de su derecho a asistir y hacer su manifestación muy personal que no tendrá ninguna trascendencia en el sistema político electoral por no contar legalmente con una validez al momento de realizar el conteo final.
De igual manera resulta el abstencionismo, ciudadanos que por falta de interés o hartazgo en los políticos de siempre, viéndolos a todos por igual, sin diferenciar las visiones, proyectos políticos o candidatos, deciden no asistir el día de la elección, al considerarlo una pérdida de tiempo; si alguien llega a considerarlo como una forma de manifestarse, a mi parecer es la peor de todas, entendiendo que quien resulte triunfador muy a pesar de la inconformidad de la mayoría de ciudadanos, habrá sido elegido por una minoría que decidió tomarse la molestia de dejar el televisor, levantarse del sofá, salir de su hogar y dirigirse a votar, sumados a aquéllos que de manera clientelar a través de añejas prácticas electoreras como el acarreo, compra y coacción del voto serán suficientes para mantener al mismo partido en el poder.
Ahora bien, en ambos casos en lugar de afectar a los partidos políticos causantes de la inconformidad de los ciudadanos, éstos son los principales que resultan beneficiados, siendo que sus críticos han renunciado a castigarlos en el terreno más importante para ellos: los votos. Considerando que actualmente la legislación electoral no incluye mecanismos o condiciones para darle alguna validez a los votos anulados o condicionar la elección a un mínimo de porcentaje ciudadano que haya emitido su voto, hoy en día ninguna de estas dos formas de manifestación puede considerarse óptima, estratégica y eficiente para lograr el objetivo deseado, que es obligar a toda la clase política a recordar que el verdadero poder reside en el pueblo y este poder se debe ejercer en beneficio del pueblo, tal como lo establece nuestro artículo 39 de la Constitución.
En lugar de ser cómplices al autosilenciarnos, tomando la opción equivocada, lo que este 7 de junio debemos realizar como ciudadanos responsables es enviar el mensaje correcto a través de la urna a las distintas fuerzas políticas. Distribuyendo conscientemente los distintos sufragios que se pueden emitir el día de la elección; ese día en nueve estados se elegirá gobernador, se renovarán las 500 curules de la Cámara de Diputados, se elegirán a 903 presidentes municipales y 639 diputados locales. De tal trascendencia son estas elecciones intermedias.
Los ciudadanos tendremos múltiples maneras de expresarnos, comenzando por considerar diversificar los distintos votos que se pueden sufragar. Por ejemplo en el caso de los Diputados Federales, estará en sus manos castigar o premiar a quienes aprobaron las reformas estructurales, asimismo hacer lo correspondiente con los partidos políticos que mantuvieron su postura crítica. En un primer escenario los ciudadanos podrán castigar a todas esas fuerzas políticas que en el periodo legislativo que está por culminar aprobaron las reformas estructurales y enviar a ellos el mensaje correcto de no estar de acuerdo con esa decisión, que traicionaron a su electorado y difícilmente podrán darle de nuevo su voto de confianza, asimismo, mientras castigan a esas fuerzas políticas, podrían premiar a las otras voces minoritarias en el Congreso que se mantuvieron críticas a las reformas, que si bien no pudieron evitar su aprobación se mantuvieron firmes en su postura, con su voto esta vez podrían reafirmar su apoyo a esos partidos e incluso lograr que sus respectivos grupos parlamentarios aumenten significativamente en el próximo periodo legislativo para equilibrar la representatividad de la ciudadanía en la Cámara de Diputados. Sin embargo también podría darse el escenario contrario, en el que la aprobación de las Reformas Estructurales, su contenido, impacto y resultados hasta el momento sean del agrado de los ciudadanos, en ese escenario se podrá elegir en la urna ratificar la decisión del legislativo, enviándoles un mensaje de apoyo, permitiendo a los siguientes legisladores mantener o hasta aumentar la mayoría que actualmente posee su partido en la Cámara de Diputados para darle continuidad a estas reformas e incluso aprobar otras pendientes en la misma línea, mientras con esa misma acción se castigaría a esas voces críticas de las mismas reformas; que podrían no solo disminuir su curules sino incluso desaparecer la presencia de su partido político. De ese tamaño es el castigo ciudadano y el temor de los políticos.
Lo mismo puede ocurrir con la elección de diputados locales en cada estado, siendo que éstos fueron en su momento corresponsables de la aprobación de dichas reformas estructurales, pues al tratarse de reformas constitucionales era necesaria la aprobación de la mayoría de los Congresos de los Estados. Aunado las reformas aprobadas de impacto meramente local, las cuales quedarán a evaluación y calificación particular de cada ciudadano en su respetiva entidad federativa.
En ese sentido los gobernadores y presidentes municipales siendo parte del ejecutivo también serán sometidos tanto ellos como sus respectivos partidos políticos a una evaluación por parte de la ciudadanía, desde la forma de recaudación y administración de la hacienda pública, operación de obras y servicios públicos, coordinación de los cuerpos policiacos, entre otros rubros propios de sus funciones, que a diferencia de los legisladores, sus logros y fracasos son más visibles en la cotidianidad de los mexicanos.
Finalmente, esa debe ser la democracia, la voluntad de la mayoría en la toma de decisiones de interés público, independientemente del partido político, lo que resulta más importante son los resultados obtenidos, nuestro voto no necesariamente deberá ser hacia una misma fuerza política, podemos variar el sufragio sea para gobernador, presidente municipal o diputados de acuerdo a nuestro propio criterio, de manera informada, dejando claro que no es un cheque en blanco y todas las propuestas de campaña que hoy se declaran no serán olvidadas, que a pesar de llegar su partido a triunfar, tendrá ese periodo para demostrar si existe la suficiente voluntad política para cumplirlas o será necesario la ciudadanía opte por otra opción política.
En todos los casos es necesario la alternancia, el político que sienta tiene segura la próxima elección no se preocupará por satisfacer las necesidades de sus electores, será capaz de crear redes de corrupción que permanecerán hasta después de su periodo en el poder, teniendo garantizada su impunidad e incluso en algunos casos realizando prácticas como ?el dedazo? para elegir a su sucesor; por ello el mejor castigo y mayor temor de la clase política, es se le niegue el voto de manera masiva, prefiriendo votar por su primer adversario o tercer partido político, haciéndolo triunfar; con esa acción no solo se manda el mensaje correcto al político saliente sino también al entrante: toda mala gestión tendrá su respectivo castigo ciudadano.
Ese análisis riguroso, emitiendo un voto informado es mejor que solo anular o dejar de votar, porque no solo es emitir el voto, también es nuestra obligación de darle seguimiento a ese personaje, sin pasar por alto que este año entraran a la contienda tres nuevos partidos políticos aunado a los candidatos independientes que tendrán su primera oportunidad de competir por el voto.
Alternativas existen, de todos depende quien se queda con la última palabra.
JOSÉ OLGUÍN
Estudiante de la Facultad de Derecho, UNAM
@joseolguin_