Irreverente
A mí se me acaba de morir y quienes me la recuerdan merecen mi agradecimiento. Bueno, fue hace meses pero como si fueran días.
Les platico: aunque no ocupo que me la anden recordando, les doy las gracias. Siempre es bueno que alguien se acuerde de los de uno.
Es que no hay más orfandad que perderla; a la edad que sea, no tener madre es una pérdida que nos hace voltear a las que tenemos cerca.
Y puede que haya esposa, hijas, novias, nueras y hasta nietas.
La edad no juega en estos vericuetos de la vida y de la muerte.
Yo me acuerdo de las madres todos los días aunque no ando por el mundo recordándoselas a quienes no ocupan de ello.
El 10 de mayo y que en este día a las madres se celebre, es un accidente calendárico mexicano y a lo mejor de otros países.
Para querer a alguien y demostrárselo no debiera de haber un día en especial.
Por eso, tomo el día 10 de este mes solo como una referencia y actúo en consecuencia.
Las felicito a las que siéndolo siguen vivas y a quienes ya se les fueron, se las recuerdo, pero no como me la recuerdan a mí, sino con respeto y alta consideración.
Entonces, diamadre: a ellas, felicidades.
A quienes las tienen, felicidades por no vivir en la orfandad, y a los que como yo vivimos en ese estado, mis abrazos.
CAJÓN DE SASTRE
“Entonces, gracias por tus flores y como no la tienes, va mi abrazo de regreso por los muchos que me has dado, que me das y que de seguro me darás”, dice la irreverente de mi Gaby, al lado de sus flores rojas... y con una en medio amarilla.