La noticia de la aparición del nieto de Laura Estela Carlotto, la presidenta de las abuelas de la plaza de mayo, es una de esas historias que promueven la confianza en la justicia –divina y humana- porque tras una búsqueda de 36 años y contra todas las posibilidades, esta mujer conoce por fin al hijo de su hija, asesinada en la dictadura argentina de los años setenta.

Eduardo Galeano, vaticinaba también: “En Argentina, las locas de la plaza de mayo, serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”

Viejas locas. Benditas sean porque sin proponérselo, han demostrado al mundo que –como dice Galeano-, los seres humanos tenemos derecho al delirio. El derecho de soñar que un ser querido está vivo y que algún día los volveremos a encontrar, es inalienable y también constituye una de las más hermosas muestras de amor incondicional.

Y es que los tiempos de la amnesia obligatoria son promovidos en todo el mundo, bajo diferentes formas. La ley bala, la ley mordaza, la ley garrote y las que vienen, tienen como objeto primordial silenciar la voz de los que nadie escucha, nadie ve y a pocos interesan.

Esto demuestra que las peores formas de dictadura, son las que se disfrazan bajo el velo de la democracia, pero que traicionan la seguridad y el bienestar de aquellos cuyos intereses juraron proteger por encima de politiquerías, juegos de poder y ambiciones personales.

Ojalá haya más locas y locos en el mundo que nos hagan recordar que mientras no exista justicia, equidad y seguridad, vivimos en la simulación y la indiferencia…hasta que nos toque la rifa del tigre y tal vez ya sea demasiado tarde para actuar.

Por eso, coincido con Mr. Kingsley: Las mejores personas están locas. Lo suficiente para encontrar a un nieto perdido, 36 años después.

¿Usted qué opina, estimado lector?