Las elecciones autonómicas en Catalunya tenían como fin ser interpretadas por los ciudadanos como un plebiscito sobre la independencia: Catalanes a favor de un proyecto independentista o de un proyecto de continuidad dentro de España. Artur Mas, President de la Generalitat, quería que fuera un plebiscito, y el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy, no. Los dos se equivocaban, y aunque ahora diga cada uno lo que quiera, los dos han perdido.
El Gobierno de España no quería un referéndum o plebiscito sobre la independencia, y si lo hubiera hecho, tal vez lo habría ganado. El referéndum, con estos mismos números, hubiera arrojado que el 52% de los catalanes no querían la independencia y, por tanto, el tema se habría zanjado a favor de Rajoy y de la unidad territorial. Pero él se negó. Podría haber ganado este domingo, pero perdió al esconderse detrás de la ley y de sus complejos. El gobierno y el Partido Popular se justifican ahora leyendo los resultados como si hubieran sido un plebiscito.
Las coaliciones que estaban a favor de la independencia, querían un referéndum, y se les negó. Si, a pesar del proyecto común que los une, son capaces de superar las diferencias que aún existen entre ellos, podrán seguir con su proyecto. Uniendo sus fuerzas superan la mayoría absoluta en el Parlament, lo que les permitirá formar un gobierno abiertamente independentista que pueda iniciar los trámites necesarios para lo que tenga que venir. Sin embargo, no han logrado obtener una mayoría de votos a favor de su proyecto.
El President Artur Mas, viendo estos resultados, ha dicho rápidamente que se encuentra legitimado para continuar el proceso, y puede que esté en lo cierto. Aunque no haya alcanzado el 50% de los votos, tiene prácticamente el apoyo de la mitad de los catalanes (si olvidamos a los casi un millón doscientos mil ciudadanos que se abstuvieron). Esto supone un apoyo masivo e imposible de soslayar. Por ahora, ignorarán que no tienen el apoyo de la mayoría y se limitarán a ver el número de escaños; lo único que, de momento, pueden hacer.
Pero ¿qué pasará de aquí en adelante? Mariano Rajoy ha hecho todo lo posible, y lo imposible, incluida la manipulación del Tribunal Constitucional, y ha fracasado, así que ya no habrá ningún avance significativo, en ningún sentido, mientras él sea presidente. El Partido Popular sabe que su imagen está muy deteriorada por la crisis económica, y por los alarmantes casos de corrupción, y que la fuga de votos hacia Ciutadans es una realidad. En tres meses habrá elecciones generales en España y, muy probablemente, el Partido Popular no logrará retener la Presidencia del Gobierno. No, al menos, sin el apoyo de Ciutadans. Y es que aunque los sondeos nacionales apuntaban hasta hace poco a un empate técnico a cuatro bandas entre el Partido Popular, el Partido Socialista, Ciutadans y Podemos, todo parece indicar que los partidos tradicionales, PP y PSOE, serán los punteros, seguidos por Podemos y Ciutadans.
Desde la izquierda, el Partido Socialista y Podemos obtendrán seguramente mayoría nacional y, si logran llegar a un acuerdo, sacarán a la derecha de la presidencia. Si las dos formaciones se unen, el escenario con relación a Catalunya, cambiará drásticamente. Los aires de independencia se apaciguarán en pos de una nueva relación entre Madrid y Barcelona. Seguramente se hablará entonces de una reforma profunda de la Constitución Española, y de la posibilidad del estado federal. Pero para que eso ocurra, tendrán que entenderse Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, algo que se anticipa realmente complicado.
En cambio, si en las próximas elecciones generales de final de año, el Partido Popular se mantiene como más votado, y logra formar gobierno con el apoyo de Ciutadans, el proyecto de Artur Mas recibirá todo el oxígeno que necesita, y antes de que termine la siguiente legislatura, Catalunya habrá dado pasos gigantescos hacia la independencia, si es que no la ha conseguido. En este escenario, la derecha, al igual que ha hecho hasta ahora, pondrá todos los impedimentos legales para frenar la independencia. El camino para Catalunya, entonces, será mucho más complicado de lo que Artur Mas se atreve a decir a sus votantes.
En el mejor escenario para la independencia, de no encontrar resistencia española, se tendría que convocar en los próximos años un auténtico referéndum. Una vez obtenido el voto afirmativo mayoritario hacia la independencia y, se supone, hacia una constitución realizada por el Parlament de Catalunya, se continuaría con un proceso largo, complejo y extraordinario. Artur Mas ha asegurado que se va a poner en el acto a crear estructuras de estado, pero esto es más difícil de lo que parece. Son muchos los aspectos que se deberán tener en cuenta en los próximos años: detalles técnicos, económicos, sociales, políticos, deportivos, comerciales,?
¿Qué moneda utilizar? ¿Se tendrían que hacer tratados nuevos sobre aranceles? ¿Cómo se mantendría la nacionalidad española? ¿Los catalanes necesitarían visados para viajar a cualquier otro país? ¿Cómo se manejaría la deuda? ¿Qué ocurriría con los compromisos internacionales previos? ¿Cuáles serían las relaciones con Europa? ¿Cuándo Catalunya volvería a la Unión Europea? ¿Habría fronteras en Francia? ¿El Barça jugaría en una liga catalana y no en la española? ¿Qué ejército tendría Catalunya? ¿España cedería militares, bases y recursos del ejército al nuevo estado? ¿Estaría Catalunya dentro de la OTAN?
Las próximas elecciones generales marcarán, para siempre, el futuro del país. Serán las elecciones más importantes de su historia. Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, como líderes del muy probable próximo gobierno, tendrán la oportunidad de mantener la unidad territorial. Si no lo logran, Catalunya será la primera nación que se independiza de España desde la vergonzosa ?descolonización? del pueblo saharaui en 1976. Y si eso ocurre, con total seguridad, no será la última.