Regularmente, cuando uno no sabe de qué hablar, habla del clima. Es muy difícil entrar en controversia o meterse en honduras si uno habla del clima. Sin embargo, este no es el caso. Quiero compartir con ustedes mi reflexión sobre el clima, porque desde noviembre varias regiones del país se han visto atacadas por frentes fríos, uno tras otro.
Cuando hablo de frente frío, no me refiero al frente ancho y profundo, sino a las bajas temperaturas que se han vivido en los últimos meses.
No pretendo tocar el tema del cambio climático, sólo quiero reflexionar sobre los efectos de este frío. A pesar de que en diversas regiones del país, la capital incluida, puede llegar a hacer mucho frío, nuestra población no está preparada para enfrentarlo.
Prácticamente ninguna casa tiene calefacción, prácticamente ningún negocio o edificio público tiene calefacción; y la mayoría de la población no tiene ropa de abrigo. Me recuerdo a mí mismo, temblando de frío, portando encima un suetercillo y arriba una chamarrita pedorra, caminando con los pies helados y las manos congeladas.
Hoy la mitad de la población vive en condiciones paupérrimas y ni siquiera tiene para ponerse dos prendas encima. Estuve en Valle de Bravo, en un hotel que tenía chimenea. El trabajador que acudió a encenderla, me comentó que en la zona cercana en la que él vivía, ni siquiera había bosque y el frío pegaba con mayor intensidad.
Me dijo que las temperaturas llegan a descender hasta 6° bajo cero y que, por supuesto no tenían chimeneas para calentar su vivienda. ¿Cómo hacen para dormir? Nos ponemos montañas de cobijas encima y a veces ni así podemos tolerar el frío. Claro pensé, al recordar lo que mi pareja me había platicado.
Siendo niña, ocho o nueve años de edad, ella decidió que quería tener un pollito y tomó un huevo de su cocina. Lo envolvió en diversas ropas para que éste se calentara y saliera de ahí un pollo. Los días pasaban y no veía resultado alguno. Hasta que decidió preguntarle a su padre si calentando un huevo con ropa, se lograría que naciera un pollo. Su padre le explico con claridad y paciencia, que la ropa no generaba calor. Que era el ser humano el que generaba su propio calor y que la ropa, lo que hacía era preservar ese calor. Que por más cobijas que te pusieras, si tu cuerpo no generaba calor, éste no se calentaría. Que en el caso de un huevo, de ninguna manera generaría calor por sí mismo y mucho menos el calor que permitiera que al ser cubierto con la ropa, pudiera nacer un pollo.
Comento esta anécdota que viene absolutamente al caso, pues encima de carecer de chimenea, de una vivienda con calefacción, los pobres tienen una pésima alimentación producto de sus miserables ingresos, esa alimentación deficiente dificulta la generación de calor por tu propio cuerpo.
Ya se podrán poner encima todas las cobijas que tengan, que no deben ser muchas, que seguirán pasando frío debido a su pobrísima alimentación.
Dicho en palabras llanas, al ser pobre, todas las dificultades se te vienen encima y todas las carencias hacen mucho más difícil tu vida cotidiana. Ser pobre hace imposible que logres la satisfacción de las necesidades más elementales.
Es una verdadera canallada que la mayoría de la población trabaje diez horas al día, carezca de un techo, carezca de los servicios básicos, no tenga seguridad social, no tenga saciada su hambre, carezca de acceso educación y todo tipo de cambios climatológicos le hagan la vida imposible.
Es infame que 16 mexicanos concentren 143,000 millones de dólares y que ocho seres humanos concentren más de la mitad de la riqueza producida por toda la humanidad, mientras la mayoría de los seres humanos carecen de lo más elemental; un porcentaje muy alto de la población literalmente se muere de hambre. La paradoja de este sistema económico es que esas legiones de millones y millones de hambrientos, son los que con su trabajo, generan la riqueza en nuestro planeta y por supuesto, en nuestro país, que es parte de éste.
Tenemos que cambiar el sistema económico, construir una sociedad donde lo más importante sea la vida, la del ser humano, la de toda forma de vida y la del planeta.
Tenemos que lograr una sociedad que viva en armonía con todas las formas de vida y con el planeta. Tenemos que lograr una organización social donde el pueblo tenga derecho a vivir y a ser feliz. Quizás más, porque hasta hoy, muchos derechos, en el mejor de los casos, se quedan en el papel; lograr un mundo donde el pueblo viva y sea feliz.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".
Gerardo Fernández Noroña.
México D.F. a 29 de enero de 2018.