Los partidos afinan sus armas para la que puede ser una de las campañas políticas más aguerridas y sucias de las que se tenga registro en el Estado de México. Y al menos en los primeros días de precampañas, PAN y Morena han demostrado estar dispuestos a todo, fuera de toda mesura y rayando en los límites de la legalidad electoral para afianzar las figuras de sus respectivas candidatas.
Y es que los hilos de Delfina y Josefina, están siendo movidos por dos personajes que aspiran a la presidencia en el 2018, ambos presidentes nacionales de sus respectivos partidos: Andrés Manuel López Obrador, aspirante único de Morena y Ricardo Anaya, quién libra una intensa contienda interna en el PAN con Margarita Zavala, esposa del ex Presidente Felipe Calderón.
Tanto la propuesta como el discurso de campaña de ambas candidatas serán tejidos por los dirigentes nacionales de sus respectivos partidos. No será Delfina, y menos Josefina, quienes definan su plataforma de campaña y menos quienes articulen un proyecto consistente de gobierno para el estado que aspiran a gobernar. Han comenzado mal, y lo que comienza mal en campaña termina peor al momento de ser gobierno.
Y esto es así porque a Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador no les importa el Estado de México y mucho menos los mexiquenses. Lo que les importa es concretar sus ambiciones personales y alcanzarlas a costa de la difamación, la injuria, descalificación y peor aún, a costa de polarizar a la sociedad como lo han venido haciendo sus respectivos partidos desde el año 2006.
Por una parte, Ricardo Anaya, impuso a sus candidatos en la pasadas elecciones estatales de 2016 prometer cárcel para sus antecesores. Y por otra, un Andrés Manuel López Obrador, ofreciendo “amnistía” generalizada a todos los políticos acusados de actos de corrupción. Estas son sus propuestas; así de cortas, así de simples. Marcadas por el pragmatismo y por una perversa intención de explotar al máximo los ánimos y desánimos sociales.
Y ahí estarán Josefina y Delfina, prometiendo cárcel para los corruptos, o sumando a políticos cuestionados por su pasado o trayectoria en la función pública.
Ahí estará Josefina amenazando con investigaciones o auditorías en contra del gobierno del Estado de México, pero sin ser capaz de transparentar y aclarar el manejo y destino de los recursos públicos recibidos por su Fundación “Juntos Podemos”. Así lo hará porque lo que más vende no es ofrecer un proyecto, del cual carece, sino propuestas redentoras y justicieras. Ante la falta de ideas y visión, la sangre vende, y vende mucho. El PAN lo sabe, y replicará en el Estado de México la misma estrategia de PAN y circo, de odio y confrontación, llevada a cabo en las pasadas elecciones de 2016 en estados como Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, donde los ahora flamantes gobernadores panistas, a escasos 100 días de gobierno, son vistos más con desilusión que optimismo por parte de sus votantes.
Ahí tendremos también a Delfina, prometiendo un cambio verdadero, pero atada a los intereses locales de su padrino político, Higinio Martínez, quién desde hace más de 15 años, se ha adueñado del municipio de Texcoco, haciendo de la presidencia municipal, durante la gestión de Delfina, una especie de empresa familiar. Y ni que decir de las ataduras, presiones y compromisos que le imponga su jefe político, López Obrador, para financiar las campañas de Morena a la Presidencia y gubernaturas de la Ciudad de México, Veracruz y Puebla en 2018. Y en este sentido, cabe la siguiente pregunta: ¿será Delfina una gobernadora con autonomía para ejercer los recursos públicos en favor del desarrollo y crecimiento de los mexiquenses o más bien una nueva versión de “Juanito”, o de un Ricardo Monreal, dedicados a ordeñar y lavar recursos públicos en beneficio de los intereses de López Obrador?
¿Y qué con Alfredo del Mazo y Eruviel? Se necesitan el uno al otro, pues nada garantiza que en las presentes circunstancias, sea posible un triunfo del partido en medio de una división. La estrategia del PAN es clara: combatir la corrupción hasta sus últimas consecuencias, sin importar la veracidad y objetividad de las acusaciones, y sin considerar que la misma Josefina o Ricardo Anaya, se encuentren en el ojo del huracán por una fuerte discrepancia entre sus gastos e ingresos declarados, y sin aclarar el uso de recursos públicos recibidos y origen del dinero para sus viajes a Arizona, respectivamente. Y es que este punto, PAN y Morena saben bien que la sociedad asocia la corrupción de forma mayoritaria con un partido político, el PRI. Mientras 83% de los mexicanos perciben al PRI como un partido corrupto, un 56% perciben lo mismo en el PAN y 51% en Morena, de acuerdo con datos de la encuestadora Opciona (2016).
De nada sirven los casos de la Fundación “Juntos Podemos”, el Odebrecht de Felipe Calderón o los contratos de amistades de la hija del delegado de Morena en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal. Esta es una batalla perdida para el PRI, en términos de percepción.
Asumir la bandera anticorrupción y emprender una cacería contra priístas ha sido una plataforma política altamente redituable para el PAN en los comicios de 2016. Y es aún más un instrumento de legitimación que el PAN podría emplear una vez más, de obtener el triunfo electoral en 2017 y 2018 de producirse un escenario de polarización similar al de la elección federal de 2006.
Así como el gobierno panista de Felipe Calderón emprendió en 2007 una guerra frontal contra el narcotráfico para legitimarse ante la presión del movimiento de AMLO en las calles, pareciera que la intención del PAN y Ricardo Anaya es emprender una cruzada contra la corrupción de gobernadores y ex funcionarios priístas, como nuevo medio de legitimación, con el uso de todos los instrumentos a su alcance, y al igual que en la guerra contra el narco, haciendo un uso político de la justicia.
De ahí la lo inverosímil de las versiones que acusan un pacto entre el PRI y el PAN. ¿Qué podría negociar el PRI si pierde el Estado de México? ¿En verdad los medios y la opinión pública podrían creer que el Presidente Peña Nieto entregaría a falsos justicieros de la corrupción el destino del país y del Estado de México?
Es por ello que no sólo veo al Gobernador Eruviel Ávila haciendo equipo con Alfredo, sino asumiéndose además como un actor fundamental para dar continuidad a un proyecto de gobierno que hoy por hoy cuenta con uno de los mejores niveles de aceptación social en el país. Ya lo dijo Alfredo del Mazo, se requiere “dar continuidad a un proyecto incluyente y sólido”.
El papel del PRI en el Estado de México es ser el fiel de la balanza; es ser la cordura en medio del radicalismo; es ser la razón, en medio de los fundamentalismos, es ser quien encabece las transformaciones institucionales por encima de las ambiciones personales.
Históricamente, en toda crisis, hay oportunidades y oportunistas. El Estado de México representa para el PRI su gran oportunidad de refundarse y asumir un papel crítico frente a un futuro incierto, frente a un futuro sin proyecto y frente a falsos justicieros y redentores cuya visión de país es más corta que la duración de un sexenio.
Mónica Belén Hernández Bennettz
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