Para que exista una real transformación es indispensable la ruptura de paradigmas (todas las revoluciones han usado esta fórmula, tanto las de corte científico como las de carácter político). La cuarta transformación nacional a la que apela López Obrador, usando una frase que Muñoz Ledo refirió para describir a la Revolución Democrática como la cuarta revolución (la revolución de independencia, la revolución liberal, la revolución social y la revolución democrática), no es un salto revolucionario que desde una filosofía política superior (el liberalismo del siglo XIX o el socialismo del XX) convoque a un cambio auténtico; ella, no rompe paradigma alguno y si refuerza el peor de los vicios de nuestro sistema constitucional, el presidencialismo paternal.
No soy enemigo de los liderazgos, por el contrario, los admiro y los considero indispensables en el ejercicio político, Andrés Manuel es el ejemplo clásico de un liderazgo popular construido con esfuerzo y tenacidad, su defecto estriba en que la filosofía política de la que abreva es conservadora y premoderna, y por ello no busca transformar sino afianzar el sistema sólo para hacerlo justo y al servicio de los pobres.
Se trata de un cristianismo nacionalista que aspira a la bondad de todos, pero que contiene los defectos de natura de todo cristianismo. No se trata de una ruptura contra el poder, ni el político ni el económico, sino tan solo de separarlos para que cada uno mantenga su hegemonía con independencia, dar al Cesar (a la política) lo que es del Cesar y a los mercaderes lo que es de los mercaderes (la economía). Pero el poder social, el que puede expresarse libremente desde la voluntad de poder de cada persona, está ausente o sólo se le usa para legitimar electoralmente el poder político del Principie cristiano,
Como todo cristianismo, el de Andrés Manuel consigna antivalores humanos: la virtud no como libertad sino como moralina; la acción compasiva hacia el fracaso y la debilidad y la no reivindicación del poder intrínseco de cada persona; el mito del rebaño de débiles que sigue al pastor que ofrece liberarlos del pecado para someterlos a la uniformidad; el discurso que considera réprobo todo aquello construido con el poder del esfuerzo y la inteligencia y desprecia a la crítica porque la considera perversa; la acción que toma partido por lo débil, humilde y fracasado no para hacerlo poderoso y libre, sino para considerar pecaminosos, extraviados y tentadores, los valores del intelecto; el idealismo sacerdotal que expropia a los grandes conceptos libertarios para quemarlos en el fuego del desprecio a los sentidos, los honores, el vivir bien, la ciencia, a esas cosas a las que ve por debajo de si como fuerzas dañinas y seductoras porque mienten, traicionan y roban; y el ser que es bueno porque hace de la humildad, la castidad y la pobreza (austeridad) reglas de vida que los malos egoístas no valoran.
El neopresidencialismo conservador de la cuarta transformación, enfatiza los defectos del presidencialismo político original: culto a la personalidad, patrimonialismo de Estado (el ogro filantrópico), democracia participativa y cero deliberación política, persecución y desprecio a la crítica, la política imperando sobre la economía pero abandonado al mercado al imperio de los monopolios; el nuevo imperio de un partido de Estado que se dice revolucionario y progresista pero que vira al conservadurismo social, justificando todo (incluso el desmantelamiento del Estado, como lo dictan Hayek y compañía) a cambio del asistencialismo esclavizante.
Es probable que llegue a ser un gran Presidente si da fin a la corrupción gubernamental (eso ya es en sí mismo un gran salto, regatearlo sería mezquino e irresponsable), es un político tenaz que se sabe de memoria el Príncipe y lo aplica, pero no es ni será el salvador de la Patria. Fundará sí, una nueva hegemonía como en su momento lo hizo Plutarco Elías Calles, pero la real cuarta transformación está por fortuna en otro lado. Ella se fragua silenciosa día a día en un cambio generacional que a fuerza del transito a que obliga la revolución científico tecnológica, se ve forzado a cambiar y desechar costumbres y tradiciones, esta si es una real transformación (revolución) porque anula el paradigma dominante de la dependencia y la interferencia sobre la libertad colectiva. Reivindica un viejo valor en la ruta de nuevas técnicas de acción comunicativa. Contraria a la cuarta, no es cristiana y no pone a la compasión sino a la solidaridad y a la libertad como centro de su filosofía política, es republicana no por austera sino porque hace de la política una real cosa pública.