El valor como persona que los individuos tendremos frente a la sociedad civil y al poder político, será la piedra de toque del sistema social republicano del siglo XXI en el que ya estamos estacionados. Ahí, la Democracia nos presenta nuevos retos frente a su vocación de ser una forma de organización política y acción vivencial de la Polis. El dilema para los republicanos, es hacer que la Democracia transite de una simple forma de elección de gobierno a un real instrumento transformador de cotidianidades: vivir en una auténtica República Democrática.
Frente a la derrota en las elecciones federales y locales de 2018, es indispensable que el PRD abandone la ruta de los partidos de masas y todas las formas corporativas de organización y acción, si quiere sobrevivir en un nuevo estado del arte político donde la Hegemonía política naciente conducirá a México por varias décadas. Para enfrentar el reto de un nuevo Sistema Político es vital la autocrítica responsable; dejar de lado el discurso martirizante que degrada a la voluntad política y se deriva de múltiples mentiras para el consumo de una cultura de autocomplacencia y corrupción. En las definiciones ideológicas, es vital renunciar a viejos paradigmas ideológicos (marxismo, socialdemocracia, socialismo, comunismo y nacionalismo) a fin se asumirse únicamente como un partido de IZQUIERDA LIBERAL, DEMÓCRATA Y REPUBLICANO. Un partido que haga suya la convicción republicana de la libertad:
Libertad como no interferencia y como no dominación, cuyo objetivo es el interés común.
El PRD sería entonces, una organización política integrada individualmente por ciudadanos republicanos y de corte pluriclasista. Una organización política afirmante de la identidad individual y societaria, de la cultura de la legalidad y del cumplimiento de las responsabilidades cívicas y ciudadanas; defensora del ejercicio pleno de las libertades individuales y culturales, y de la diversidad sexual; laica, antiautoritaria y anticonservadora.
Es vital construir un nuevo instituto político que sea partidario de una República fuerte y rectora de la economía pero no intervencionista en la vida individual y privada de los ciudadanos. La República (que no el Estado), una auténtica res pública, que desde el interés común (que no es lo mismo que la idea conservadora del bien común) sea defensora y promotora de la ampliación de los derechos humanos; generadora de una economía social de mercado donde la autogestión y la organización del sector social de la economía sea la base del desarrollo nacional en la sustentabilidad y la justa distribución de la riqueza. Una República rica con ciudadanos ricos y prósperos: propietarios.
Se trata de forjar una izquierda del siglo XXI, incluyente y reformadora, con equilibrio entre la libertad y la igualdad, y absolutamente aticorporativa y anticlientelar; que se asuma en el mundo de la revolución científico tecnológica y rechace a la tradición y la costumbre. Ello implica crear una nueva vía republicana, comprometida con el poder del Derecho y con la seguridad para la convivencia. Que proponga la reorganización de la economía de mercado con énfasis en el sector social. Atractiva a todos los sectores de la sociedad que busquen reglas claras y el fin de la corrupción en un país con libertades, Democracia y equidad social; que garantice la estabilidad y la constitución de instituciones, y que elimine todas la formas de la cultura político-feudal patrimonialista, excluyente y discriminadora. Una izquierda que refute toda forma de conservadurismo y la idea hegeliana autoritaria de Estado.
Para hacer realidad estos propósitos, es necesaria la transformación cultural del PRD. Poner énfasis en el combate a la corrupción política, la simulación y la negociación de la legalidad. La República jurídica debe verse reflejada en la lealtad hacia la institucionalidad partidaria. Hacer de la ética política una práctica del ejercicio de acciones individuales y colectivas, permanentes y efectivas, sustentadas en el imperativo categórico de no dañar al otro. Pero especialmente, deberá sujetarse a la cultura de la legalidad; no respetar reglas es el principal problema del PRD. Es práctica cotidiana en el PRD que los estatutos se apliquen discrecionalmente y con criterio de intriga política; el centro de la corrupción interna del PRD siempre ha estado en ese virus que lo carcome desde su fundación: las corrientes (grupos de presión), cuya práctica cotidiana es la transacción de la legalidad (acuerdo mata estatuto). Se trata de un cáncer que es indispensable erradicar de tajo, no hacerlo sólo traerá la desaparición del PRD y su lugar en la lista de los partidos electoralmente despreciados por los ciudadanos: PST, PFCRN, PPS, PARM, PDM; PSD; NA, PES.
La nueva realidad política demanda el diseño y la aplicación de un nuevo contrato político que produzca una autentica fraternidad y lealtad individual entre quienes realmente somos perredistas. El punto de partida debe ser la efectividad de las acciones para la competencia política, los ciudadanos demandan seriedad, responsabilidad y compromiso. Es vital transitar a una reforma que haga actuar al partido en positivo, con pleno conocimiento de la realidad social, confiable y dispuesto a la pluralidad de poderes y visiones. El impulso programático debe ser el motor de todas las acciones políticas de sus dirigentes y militantes; el PRD debe abandonar el desprecio a la inteligencia y al conocimiento que lo ha caracterizado desde su fundación. Es necesario que los mexicanos sepan qué es lo que postula y porqué. Que en la ruta Republicana está en la defensa del interés común, las libertades y los derechos sociales. Hoy, es indispensable dar fin a la irracionalidad del conflicto interno para actuar con responsabilidad política.