¿Por qué José Antonio Meade no ha levantado en las encuestas presidenciales y sigue conservando, muy abajo, el tercer lugar?

Hay que decirlo, en su esquema formal, en su desenvolvimiento personal, en sus tesis neoliberales e incluso en su esgrima verbal, no es mal candidato. El problema de Meade no es la forma ni el fondo, no lo hace mal, los domina; el problema de Meade es que la mayoría de los mexicanos no le creen porque en él ven la continuidad de un régimen y un modelo de desarrollo económico que les ha afectado. Los ciudadanos no están contentos con lo que han hecho los gobiernos panistas y priistas y en esto nada tiene que ver Andrés Manuel López Obrador, más allá de capitalizar políticamente el enojo y convertirse en abanderado de sus demandas.

Se engañan los estrategas del sistema, cierran los ojos a la dramática realidad que padece el país en todos los órdenes, cuando esgrimen la tesis de que los ciudadanos están inconformes porque Andrés Manuel los manipula y los desorienta;  se engañan cuando se aferran al slogan propagandístico de que este hombre es un peligro para México, sin medir las consecuencias de la reacción de un pueblo que se siente ofendido, no solo por lo que socioeconómicamente padece, sino porque este tipo de mensajes rayan en el cinismo y la desvergüenza.

Ciertamente, otra limitante contra la que ha remado Meade es el planteamiento esquemático, en blanco y negro, de que la disputa electoral se centra en dos proyectos de nación: El de Andrés Manuel que con sus propuestas “populistas pretende regresar al pasado”, y el suyo, el de la “estabilidad y el crecimiento”. El propio Presidente Peña le ha entrado a este falso dilema con mensajes muy dirigidos contra el “populismo” en el contexto del proceso electoral y con la idea clara de que si los mexicanos no votan por la continuidad de su régimen este país se convertirá en un desastre. Sin duda, la campaña del miedo ha sido lanzada ahora no desde la COPARMEX, sino desde Los Pinos.

Pero la pregunta es: ¿Le funcionará al régimen la estrategia del miedo? ¿O es el régimen al que ante la inefectividad de sus mensajes, reflejada en las encuestas, le ha entrado el pánico? Hay quienes dicen que a tanto dale y dale la gente ya se curó de espantos y qué más miedo y más desastre es imposible encontrarlos en otro lado.

Si los estrategas de José Antonio Meade y el Presidente siguen aferrados en ahuyentar a los votantes de las urnas y a la vez asegurar el voto duro, corporativo, el voto comprado y los necesarios para ganar la elección, “haiga sido como haiga sido”, sin comprometerse a cambiar a este país para bien de la sociedad, entonces no derrotarán a Andrés Manuel López Obrador, sino a millones de mexicanos que claman por mejores condiciones de vida, las que no han encontrado en un régimen que no está dispuesto a ceder un milímetro  en el reparto justo de la riqueza nacional y que, por lo contrario, la han convertido en botín de unos cuantos.

Pero el tema no es diferenciar un modelo u otro porque el de “la vuelta al pasado y el populismo” no está en la plataforma de AMLO, solo en los spots y en la propaganda negra del régimen; En todo caso, el tema real es que la cúpula se aferra al modelo de la “estabilidad y el crecimiento” que hace rato hizo crisis en los bolsillos de los mexicanos y no reconoce ni siquiera la posibilidad de la rectificación. Luis Donaldo Colosio lo advirtió. Por eso lo asesinaron.

Por lo tanto, la candidatura de Meade nace atada a un modelo de desarrollo que ha rendido frutos solo para los poderosos; nace atada a un régimen desacreditado por sus mayúsculos escándalos de corrupción, crecimiento de la pobreza y alarmantes hechos de violencia que, por sí mismos, se convierten en el mejor blindaje contra la campaña del “populismo”. Este es justamente el punto central de la debilidad de Meade.

Por otro lado, es importante subrayar que mucha gente votará por AMLO no por lo que propone, sino porque es la única opción que tienen enfrente para derrotar a quienes consideran sus verdaderos opresores.

Hay quienes incluso opinan que no saben si Andrés Manuel es buena o mala opción, pero de lo que sí están seguros es que los que ahora detentan el poder deben irse, porque no pueden seguir al frente de un país que han devastado y vendido al mejor postor.

Está más que claro que a Meade no lo prepararon para una alternativa electoral que cuestionara o matizara al menos el continuismo, con variables que le permitieran una oferta electoral más creíble, más comprometida con el elector. Los grandes compromisos económicos del régimen peñista con los capitales de dentro y fuera del país que determinaron las llamadas “reformas estructurales”, no le han permitido a José Antonio Meade ser distinto al Presidente peor evaluado de los últimos tiempos, menos cuando Peña se ha convertido en vocero de su campaña. Así cómo.

En esa lógica, los estrategas del régimen pensaban que llegarían solo a competir electoralmente contra AMLO y no contra la irritación social. Lo que el tabasqueño haga o diga puede o no representar el malestar de mucha gente, pero el punto no es ese, el punto es la soberbia y, por lo mismo, los malos cálculos conque el régimen ha manejado su proyecto electoral. A estas alturas, no se trata a dónde va el país con AMLO, sino, en lugar del continuismo, qué le ofrece Meade a México para sacarlo del atascadero en que lo han metido.

Probablemente pensaron que la irritación social no llegaría a tanto y que podrían de nuevo capotear a un  toro que se muestra más bravo que nunca. Se equivocaron y la consecuencia inmediata ha reflejado el pánico en los hombres del dinero quienes, algunos de ellos por cierto, han optado por lo más inteligente: Una transición negociada con AMLO o con Ricardo Anaya, en lugar de la declinación de Meade.

Queda claro que a estas alturas lo que le interesa al PAN y al PRI no es precisamente la declinación del más débil, porque eso fortalecería más a AMLO en el sentido de que la gente, efectivamente, comprobaría la tesis del proyecto PRIAN que el tabasqueño señala, y porque resultaría cómico que habiendo Meade acusado a Anaya de lavado de dinero y éste amenazado con meter a la cárcel a Peña Nieto ahora vayan juntos. Además, no todos los priistas votarían por Anaya ni todos los panistas por Meade. De cualquier forma López Obrador crecería.

Meade y Anaya se irán hasta el final bajo la idea, eso sí, de ganarle la mayoría a AMLO en el Congreso, si éste logra la presidencia, a efecto de frenarlo en todas las iniciativas que pudieran afectar las reformas de EPN y que el PAN siempre apoyó incondicionalmente.

Aún quedan dos meses de campaña. Pueden suceder muchas cosas. Aunque lo cierto es que, con todo y propaganda negra, a AMLO no lo han podido bajar del caballo. Por lo contrario, subió en las encuestas, lo que, ahora sí, prendió los focos al rojo máximo en Los Pinos.