No hay novedad ante la afirmación de que la pandemia que vivimos ha transformado nuestra forma de vida, trabajo y estudio. Tampoco ya a nadie sorprende el planteamiento de que en el futuro los humanos deberemos vivir de forma muy distinta a lo que estamos acostumbrados. El virus del SARS-CoV-2 movilizó a la humanidad en búsqueda de protección, y una vez más ha puesto en marcha nuestra capacidad de adaptación. Sin embargo, el riesgo aún está presente, aun no tenemos una solución definitiva y desconocemos qué ocurrirá en el futuro inmediato; esto provoca que el problema del COVID19 se encuentre fuera de nuestro control, lo que invariablemente nos genera una gran cantidad de problemas psicoemocionales.

Los humanos estamos acostumbrados a la certeza y el control, por lo que ante su ausencia de inmediato nos detona fuertes señales de alarma, de ahí que adaptarnos al cambio nos cueste gran esfuerzo. La falta de control de nuestro medio puede empezar a generar pensamientos negativos, de corte catastróficos e invariablemente puede generar altos niveles de estrés, que de incrementarse generará ansiedad. Algunas mediciones que se han realizado al inicio del brote en China detectaron que una de cada tres personas puede sufrir de problemas de ansiedad, por lo que la pregunta es: ¿Para qué sirve la ansiedad? La ansiedad nos permite realizar un proceso de adaptación, es un mecanismo que nos ayuda a hacerle frente a las amenazas. Una ansiedad moderada puede ayudarnos a enfocar nuestra mente en el problema que nos aqueja. No obstante, cuando la ansiedad se incrementa y “funciona incorrectamente” puede provocarnos una desadaptación ante el problema estresante. Es decir, la ansiedad activa a nuestra mente y cuerpo para responder adecuadamente ante algo que consideramos peligroso y del cual debemos defendernos, pero si llega a incrementar, puede paralizarnos y dejarnos sin respuesta.

En este sentido la pandemia no solo amenaza nuestra salud y nuestra vida, sino que también ha puesto en riesgo nuestro trabajo y la economía. Hemos vivido una propagación del miedo a través de miles de noticias falsas creando una infodemia, es decir una gran desinformación frente a la medicina, por lo que cada persona vive la ansiedad de manera distinta. Hay quienes se encuentran en contacto directo con la enfermedad viral, otros a la distancia, pero invariablemente podemos empezar a presentar sus manifestaciones más frecuentes como: inquietud, dificultad para la relajación, tensión física y emocional, así como dificultad para concentrarse e irritabilidad. También pueden experimentarse de manera constante dolores de cabeza y musculares. Pero ¿en qué momento la ansiedad ya nos rebasó? Uno de los indicadores más importantes es cuando se presentan los problemas del sueño y en particular cuando empezamos a experimentar dificultades para dormir. Puede ser que previo a la pandemia ya contáramos con un problema para dormir, pero de no ser así, es muy probable que a pesar de no percatarnos, estemos sufriendo de ansiedad.

Durante la cuarentena, se presentan diferentes factores que contribuyen a la alteración del sueño. El primero es la ruptura de los hábitos de trabajo y ocio, debemos de considerar que la interacción social es una actividad que nos ayuda a bajar la tensión, por lo que ante la disminución del contacto social podemos ver aumentado nuestro nivel de estrés. Otro aspecto básico es la exposición a la luz, en términos generales periodos prolongados frente a la pantalla del teléfono o la computadora, así como falta de exposición al sol alteran seriamente nuestro ciclo del sueño. El sedentarismo es otro causante de problemas para dormir, esto debido a que el estrés es una causa importante de fatiga física, si no se realiza ejercicio para reducir el estrés el cuerpo tendrá mayor desgaste que se traducirá en un mal dormir.

Ante lo anterior ¿qué debemos hacer? Lo primero es solo informarse lo necesario sobre la pandemia, respetar los momentos personales de intimidad, procurar ratos de ocio y esparcimiento, pero no frente a la pantalla. También es de especial cuidado mantener hábitos alimenticios saludables cuidando los horarios y las cantidades que ingerimos. Establecer contacto social vía Internet o telefónica. Si requerimos de la toma de medicamentos es muy importante no suspender ni alterar los horarios de nuestros medicamentos. Y lo más importante, mantener horarios para dormir y despertarnos, así como implementar una rutina de relajación previo a dormir. Una regla que debemos tener muy presente es: la cama no es un lugar para comer, trabajar, jugar o ver la TV, abusar del uso de la cama afectará nuestra columna vertebral y nuestro sueño.

Si tenemos problemas para conciliar el sueño, podemos mantenernos en cama por 20 min y en caso de no dormir, levantarnos y realizar alguna actividad monótona, pero no prender el celular, la computadora o la tableta. Tampoco es aconsejable ver constantemente el reloj. Un cambio frecuente de sábanas y un buen colchón son importantes para nuestro descanso. Al despertar es deseable abrir las ventanas para dejar pasar el sol. Las siestas son benéficas, siempre y cuando no excedan de 30 minutos de duración, y de preferencia no en la cama. Por último, No debemos consumir cualquier estimulante como alcohol, cigarro, café, bebidas de cola, chocolate o cualquier otra sustancia de este tipo más allá de las seis de la tarde. No debemos realizar cenas copiosas y de preferencia cenar al menos cuatro horas antes de dormir. No olvidar realizar ejercicio físico rutinario lo más posible. Por ningún motivo debemos de auto medicarnos. Si con todos los puntos anteriores seguimos con problemas para dormir, es importante consultar a un especialista como el médico psiquiatra para buscar una solución al problema.

En estos días de cuarentena no hay que olvidar las palabras del filósofo Fernando Savater con respecto al COVID19: “aquí no hay adversarios, nos enfrentamos a algo que no tiene ningún tipo de aprecio ni desprecio por nosotros, en lo que sigue un proceso natural. La naturaleza es un mecanismo admirable pero implacable, en la naturaleza no vamos a encontrar piedad, nada tortura a los seres como los propios procesos naturales”.