El clima de la inseguridad que vive el país es una preocupación cotidiana en los mexicanos. La escalada del crimen no tiene precedente en la historia y es un sentir generalizado. Vivimos una muy grave crisis de seguridad pública y de procuración de justicia.

La inseguridad amenaza el desarrollo del país, limita el potencial económico y refleja la debilidad de nuestras instituciones. Se estima que existen 500 mil mexicanos involucrados directamente en la delincuencia organizada y dispuestos a matar, lo cual refleja un gravísimo problema público y de cultura cívica. Matar en México es barato, es fácil, es un fenómeno cotidiano.

La debilidad de nuestras instituciones de procuración y administración de justicia se refleja en el hecho de que el 98 % de los delitos quedan impunes. ¿En dónde está por ejemplo, las averiguaciones previas de los miles de muertos de los últimos años? No hay averiguaciones, no hay juicios, no hay castigo.

Tenemos una pobre y distorsionada cultura de la legalidad. Los mexicanos participan muy poco en las organizaciones políticas (5 %), en las organizaciones de beneficencia (6 %): en contraste, se registra una mayor participación en organizaciones religiosas (23 %) y vecinales (17 %).

No hay credibilidad hacia las instituciones: el 72 % de los ciudadanos creen que es muy peligroso ayudar a la policía y la propensión de denunciar delitos ha disminuido dramáticamente. Hay rechazo a los “programas de gobierno” y una mejor disposición hacia las iniciativas ciudadanas.

La mitad de la población piensa que “violar la ley no es tan temible, lo malo es ser sorprendido”, lo que denota una propensión a la ilegalidad. El 72 % de la gente considera que sólo se debe respetar la ley cuando se está de acuerdo con ella.

El 75 % de los mexicanos tiene desconfianza de la policía porque cree que ésta es parte de la delincuencia y que los miembros de la corporación no tienen vocación de servicio, el policía lo es por necesidad o empleo.

En estos momentos priva la sensación de que le país se nos ha ido de las manos. Se percibe el miedo, la tragedia, la desesperanza. Pero también el reclamo enérgico de la sociedad para que nuestras autoridades respondan con pertinencia y eficacia, para que cumplan con sus obligaciones primordiales.

Es momento de dar la cara y reconocer la importancia crucial que tiene el construir consensos y acuerdos básicos, impulsar la participación social y emprender los cambios y reformas que sean necesarios para garantizar seguridad y justicia para los mexicanos. Este debe ser el compromiso que nos una a todos.

Datos: Encuestadoras Parametría y Mitofsky.