La luna de miel está en todo su esplendor; una buena cantidad de empresarios, medios de comunicación, políticos de todos los partidos y sociedad se encuentran extasiados con Andrés Manuel López Obrador.

Sin embargo, la cursilería y, en menor medida, la oposición a priori mostradas hacia el virtual presidente electo, están provocando que se pierdan de vista los problemas que siguen aquejando a México. Y es que de pronto pareciera que López Obrador ya gobierna el país, siendo que la responsabilidad de la conducción de la administración pública sigue estando en manos de Peña Nieto.

La violencia, la pobreza, la corrupción y la impunidad siguen ahí, no se han ido ni se irán de manera mágica. La herencia de un sistema político podrido sigue contaminando todo a su paso y las responsabilidades de todo ese mal no deben ser obviadas.

La apuesta de Enrique Peña Nieto de pasar a la historia como el presidente demócrata que le entregó la banda tricolor a un político de “izquierda”, no se puede aceptar con la simpleza que el propio presidente y algunos columnistas hoy nos pretenden vender.

La actual administración dejará su sello en un país ensangrentado con más muertos que los que hubo en el gobierno de Felipe Calderón, lo cual, hace 6 años, no parecía nada fácil de superar; el número de pobres ha aumentado; los actos de corrupción por parte de lo que, en su momento, Peña llamó “el nuevo PRI” son de escándalo; y la impunidad (el 99% de los delitos no son castigados) es el pan de cada día.

Odebretch; la Casa Blanca; el nulo combate a la pobreza; el grosero enriquecimiento de gobernadores y funcionarios públicos; las millonarias licitaciones amañadas en dependencias federales (SCT, IMSS, PEMEX y un largo etcétera); la fallida renegociación del TLCAN; la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; las ejecuciones sumarias y desapariciones forzadas realizadas por fuerzas de seguridad federales (la Marina en Tamaulipas, el Ejército en Tlatlaya, la Policía Federal en Tanhuato y otro largo etcétera); la fuga del Chapo Guzmán; el insólito crecimiento del Cártel Jalisco Nueva Generación; son solo algunos de los hechos que, por siempre, marcarán este sexenio.

Las expectativas respecto a lo que vendrá a partir del próximo primero de diciembre, son eso, simples perspectivas. Jugar al profeta, tratando de adivinar lo que viene, en un país en el que lo cotidiano son cuerpos destazados y fosas clandestinas, es una ejercicio de ceguera.

Hoy, el presidente es Enrique Peña Nieto, y como tal, la exigencia, la crítica y el análisis debe estar centrado en su desastroso paso por Los Pinos.

Que la luna de miel no nos nuble la visión del triste México en el que vivimos.