A nadie debe sorprender. Se veía venir. A la par de las encuestas se volvió a gestar. La reedición viralizada del 2006 ya está aquí. La versión 2.0 de la lucha de clases a la mexicana regresó. En las casas, oficinas y en cualquier espacio en el que se pone sobre la mesa una conversación sobre el actual proceso electoral, la virulencia, la polarización o el encono se propagan como peste.

En estos días, la apatía transexenal súbitamente se transforma en coros de voces ciudadanas “autorizadas y validadas” que tienen eco en gran medida gracias a las redes sociales. Hace 12 años las plataformas tecnológicas no fueron elementos protagónicos durante el proceso electoral por su inexistencia o escasa penetración. Actualmente la politización se construye por medio de Facebook, Twitter, WhatsApp o YouTube y no a través de los canales tradicionales de comunicación.

La disponibilidad masiva de información sin verificar, acompañada del escaso discernimiento de algunos sectores de la población sobre la misma, ha traído como consecuencia que hoy volvamos a escuchar la tesis del “peligro para México”, el inminente sometimiento del país ante el socialismo, la fuga devaluadora de capitales o la desaparición de la propiedad privada. Una verdadera vergüenza para la otrora burguesía ilustrada que ha sido reemplazada por delirios y victimizaciones infundadas.

También es inverosímil asumir como dogma que Andrés Manuel López Obrador es el redentor de la vida pública nacional. No es, ni será, como Juárez, Madero o Cárdenas sencillamente porque los valores establecidos del México actual son abismalmente diferentes a los de esas épocas y los estilos de ejercer el poder y gobernar no se asemejan. Es una absoluta falsedad que un asunto histórico y estructural como la corrupción desaparecerá sólo con el ejemplo. Andrés Manuel ya fue funcionario, presidente de partido y jefe de Gobierno y la corrupción no se fue a ningún lado.  

Las expresiones de respaldo y descalificación a los candidatos que se sostienen en las aversiones y filias de quienes las profesan sin justificación, no constituyen aportación alguna al fortalecimiento de la democracia en el país. La facilidad de postear, retuitear o publicar sólo ha llevado a la arena digital la disputa entre sectores de la población que comparten necesidades indispensables pero se confrontan en antipatías irreconciliables. 

Los ricos y los pobres. Los nacos y los fresas. Los buenos y los malos. Los patrones y los empleados. Los progresistas y los conservadores. Los chairos y los derechairos. Los pejezombies y los peñabots. Los de la mafia del poder y los populistas. Los del norte y los del sur. Todos. Nadie se salva. Aquí se discute lo que más resuena pero lo que menos importa. Hablamos del avión de “Donal Trun”, de las ocurrentes pendejadas del Bronco, de la esposa de Meade o de la elocuencia de Anaya.

Mejor hablemos de una red lavado de dinero cuando efectivamente hay inconsistencias en las escrituras y contratos de compra-venta de una nave industrial. Señalemos la malversación de millones de pesos de recursos públicos que la Auditoría Superior de la Federación comprobó fueron a parar a empresas fantasma. Critiquemos la idea de una amnistía a delincuentes cuando su promotor no es claro y prefiere divagar y evadir que profundizar sobre su propuesta en cadena nacional.

Para que los candidatos en campaña ofrezcan propuestas serias y congruentes, el electorado debería tener la capacidad  de exigirlas. En consecuencia, es fundamental el análisis y procesamiento de la información para decidir, como colectivo, lo que queremos para México desde la perspectiva más cercana a la razón y a la realidad.

Depende de una sociedad medianamente culta, letrada e informada que no haya más casos como el de Cambridge Analytica y que dejen de surtir efecto los promocionales pautados por personajes como Claudio X. González que fomentan la ruptura y división entre la ciudadanía.

Y es que éstas se apoderan del entorno porque acá no hay razones, hay fobias. Se alimentan porque no hay ideas, hay fake news. Se erigen porque no hay análisis, hay complejos. Se sustentan en la desinformación y se expanden a través de la ignorancia. Se multiplican porque las descalificaciones abundan pero los argumentos escasean. Acá no se debaten proyectos, acá se comparten memes.

@robertomonroy