La alternancia en México resultó una ilusión bastante cara. Creíamos que con el solo hecho de sacar al PRI de los pinos nos convertiríamos en automático en un país del primer mundo. Estábamos llenos de esperanza, el futuro pintaba prometedor y el mundo nos sonreía. Pero poco sabíamos de democracia, y los panistas menos. Heredaban un sistema totalmente disfuncional, una suerte de serpientes y escaleras gubernamentales que bien se habría podido erradicar.
Lo he escrito en otras ocasiones, Vicente Fox pudo pasar a la historia como el hombre que desmantelara al PRI y encarrilara los cambios fundamentales que el país requería. No había misterio en ello, tenía el suficiente capital político para que la mayoría de la población lo secundara.
Pero pensó que ganando la elección el asunto estaba saldado. Le dio un respiro al dinosaurio y este regresó hambriento. Al inicio del sexenio escribí que el PRI habría de gobernar por nota, porque aun con su capital político, un gobierno desastroso podría darle el golpe de gracia. Y así fue. Los atlacomulcas parecen extraídos de una novela policiaca de los setentas, con los usos y costumbres de una época que ya no existe más que en su imaginación. Y actúan en consecuencia.
Los síntomas allí están. Un profundo desencanto que raya ya en la rebelión tiene al gobierno en una crisis de gobernabilidad. AMLO con lo zorro que es lo resumió en una frase contundente; inicien la transición. Esto significa, ya no le muevan, naveguen de muertito para no terminar como la selección nacional.
La televisión ha perdido mucha de su influencia, no puede manipular a una población cada día más despierta e informada. El reciente desastre electoral fue otro signo de la necesidad de una vuelta al timón que este gobierno se negó a aceptar.
Lo que queda de manera clara es ahora sí el declive del otrora todo poderoso PRI, cuya mejor analogía sería la del televisor en blanco y negro. Ellos siguen viendo esa televisión en plena era tecnológica, como si Díaz Ordaz fuese su asesor de cabecera.
El declive del PRI pasa por un creciente hartazgo por la corrupción desmedida, la pérdida de respeto hacia todo lo que signifique gobierno y sobre todo a una nueva generación educada de manera distinta, aún apática en cuanto a la cuestión de la política, pero que de a poco despierta.
En cualquier país con una opinión pública medianamente informada, los delitos electorales en los que ha incurrido el PRI lo hubiesen llevado de hace tiempo a perder el registro. Por eso la lucha descarnada por evitar que un personaje como AMLO llegue al poder. Quizá el punto más alto en nuestra historia sea el día que el PRI pierda su registro, porque significaría una oportunidad de oro para reconstruir el país.
Y este pronunciado declive que lo tiene camino a una gran derrota en el 2018 es a todas luces fruto de sus propios errores. La espiral descendente ha iniciado. Nos toca a nosotros enterrarlo en un par de años y dejar de ser vergüenza a nivel mundial. Porque somos mil veces mejores que nuestro gobierno. Saludos.