A pesar de nuestra fama de machos y broncos, los mexicanos somos algo así como unos eternos adolescentes. Roger Bartra lo resumiría en su famosa parábola del axolote, un ser que no se termina de desarrollar.
Esta inmadurez se muestra en todos los niveles, somos crédulos porque nuestra formación cristiana ha desarrollado la idea de la vida en el más allá. Ser pobre fue de siempre una manera de estar del lado de los buenos. Pepe el toro era pobre pero honrado, el arquetipo del humilde que lucha contra la injusticia que nace de su condición económica y social.
Latinoamérica en general ha sido tierra de desigualdades endémicas por lo cual los privilegios tienden a ser vistos desde la perspectiva de los poderosos. Por lo tanto, estos privilegios deben de estar siempre en la punta de la pirámide económica, no en su base. Y este ejemplo sencillo resume el conflicto magisterial.
Es fácil satanizar al pobre si se tienen los recursos. Hay una maquinaria diseñada para ello. México es un país desigual que no encajaría de manera exacta en la descripción de un país de tercer mundo. Hay regiones que se pueden comparar con el áfrica subsahariana mientras que hay otras que podrían pertenecer sin duda alguna al primer mundo. Esa sería la descripción más exacta.
Entonces las brillantes autoridades dirían que los criterios para evaluar a todos los maestros del país deberían de encajar en el estándar de las regiones desarrolladas del país sin tomar en cuenta a las otras. Como la caricatura que circula en el internet donde varios animales serán evaluados en base a su habilidad para escalar un árbol. Hay monos, peces, elefantes y otros animales. De manera lógica los que no puedan trepar serán despedidos. Así está más o menos el asunto.
Ahora, la campaña negra para desprestigiar al magisterio empieza por hacerlo pasar por un monolito. Todo dentro de él es exactamente igual. No hay nada más insultante para un maestro que ser juzgado por el privilegio de heredar la plaza, como si todos apostaran por eso. El chiste se cuenta solo.
Al parecer, ser profesor y tener privilegios es un insulto para aquellos que han vivido toda su vida entre estos privilegios. No hay una discusión para invertir, primero en desayunos escolares, que sea un derecho universal el que los niños no estén malnutridos. Al secretario de educación le importa un carajo que no haya pupitres, material de calidad, buenos caminos para llegar a las escuelas, maestros bien pagados. Todo se relativiza, se minimiza al punto de hablar de vándalos que cierran carreteras y lo hacen porque quieren heredar sus plazas. De ese tamaño es el debate. Pero hay cerca de 150 familias que por casi un siglo se han repartido el poder político en México, allí están los hijos de don Manlio y otros haciéndola de diputados, o la franquicia del partido verde y sus infinitas corruptelas que son toleradas porque pertenecen a los privilegios de los de arriba.
El fondo de esta discusión, después de varios muertos, sería si al secretario de educación se le puede fincar responsabilidad penal por lo sucedido en Noxistlán, si ha entendido el alcance de una reforma laboral que no tiene nada de educativa, y que tiene que ver sobre todo con el control político de los maestros, ya ni siquiera su evaluación. Ríos de tinta han corrido explicando ambas partes, y la opinión pública se decanta por demonizar o aclamar como héroes a los maestros, sin entender que la lucha de fondo no tiene que ver con los pocos privilegios que los maestros rurales que ganan una miseria puedan tener, sino con reformas aprobadas muy lejos de la realidad de los que se la parten día a día.
Los pobres no tienen privilegios, solo obligaciones. Es claro que al gobierno no le importa una educación de calidad. Esta camarilla en el gobierno ha probado ser funesta por su falta de entendimiento de una realidad que los ha rebasado.
¿Qué pasaría si en vez de estar jodiendo a los maestros se les proporcionaran las herramientas para un óptimo desempeño de su trabajo? ¿O que se invirtieran los recursos necesarios para que ningún niño en este país tuviera hambre en la escuela?
El que ha nacido en sábanas de seda no entiende otras realidades porque no las ha vivido. Hay una disociación de la realidad resumida en el no entiende que no entiende.
Los pobres tienen poquísimas posibilidades de trascender su realidad. Ser maestro es una de ellas. Que encima la casta privilegiada les quiera quitar lo único que tienen raya en lo ridículo.
El asunto principal no es que se hereden las plazas, es que se herede la estupidez de la clase política sexenio tras sexenio. La reforma educativa tiene que ir por otro lado. Dejen a los maestros en paz, que la inmensa mayoría son personas decentes que quieren enseñar. Dejen de ser los eternos adolescentes, los axolotes del gobierno. Maduren de una vez. O lárguense. Que bastante daño han hecho.