A los políticos se les conoce como seres que tienen atole en las venas. Que son capaces de simular y olvidar todo tipo de afrentas. Y que sin ningún tipo de imperativo ético. La sobrevivencia es su único objetivo y para ello,  el fin justifica los medios.

Hoy, se pueden acusar de lo peor y aventarse cubetas de lodo y desperdicios en la cara. Mañana, a carcajada abierta brindan con whisky y un corte argentino en la mesa de cualquier restaurante.

Por eso no debería sorprendernos lo que está ocurriendo. El pragmatismo, la promiscuidad política y el intercambio de cascajo, marcan el actual proceso electoral.

Obviamente, privilegiando intereses personales. Ni siquiera intereses de grupo, pues se están traicionando entre ellos.

Hace unos meses, muchos nos desgarrábamos las vestiduras por la conformación del estrafalario adefesio denominado Frente Ciudadano por México. Decíamos usando una gastada metáfora, que la alianza PAN-PRD y Movimiento Ciudadano, era como mezclar el agua y el aceite.

Pues lo que ha ocurrido en Morena ha rebasado todo eso.   Aquellas máximas que nos enseñan en las clases de ciencia política en las universidades, se están yendo al bote de la basura.

Se supone que los políticos, cuando cambian de camiseta, se van a los partidos ideológicamente cercanos, pero eso, en 2018, queda solo en la fantasía mientras Maquiavelo llora emocionado en su tumba.

Morena ahora es tan amplio e incluyente, que cabe desde el gordillismo, hasta la coordinadora de trabajadores de la educación, la ultra derecha mocha del Partido Encuentro Social, el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco y también, caben los otrora fervientes antilopezobradoristas, como la senadora Gabriela Cuevas.

Y si todos estos oportunistas se están yendo para Morena es por una sencilla razón: ven en los terrenos de AMLO un árbol frondoso a cuya sombra habrán de cobijarse, por la expectativa altísima de triunfo.

Y AMLO, está siendo aún más calculador  que en anteriores comicios para recibir todo lo que venga. Quizá ya entendió que la pureza no da para ganar.

Y mientras sus rivales se desgastan en calumniarlo con la supuesta injerencia rusa, el luce cómodo, haciendo chistes y en caballo de hacienda a la presidencia. Nada ni nadie le hace cosquillas a López Obrador, mientras Meade y Anaya se desgañitan y parece que predican en el desierto.

Huelga decir que Morena debe cuidar más quien se le incorpora. Y es que se ha rumorado que hasta Beltrones y Fausto Vallejo hijo se quieren ir al lopezobradorismo. Eso sería el colmo. Aunque hasta ahora, eso parece que son puros rumores basados en interpretaciones políticas de los poco enterados.

En este intercambio de cascajo, el partido que había sido más pragmático en su historia, es curiosamente el que sale perdiendo: el PRI.  La incorporación de Julio Di Bella, no impacta más que en el círculo rojo, y la suma de Javier Lozano Alarcón, no es para presumir.

Incluso, el hecho que le asignen a Meade un vocero que diga con potencia y jiribilla lo que es incapaz de transmitir, es una señal más de debilidad.  Otra más. Todo esto mientras sus adversarios se dan gusto dejando correr el chismee de que Aurelio Nuño va a sustituirlo en la candidatura.

Estamos en las elecciones del pragmatismo, de la promiscuidad y el cascajo.

El PRI, pragmático, fue capaz de postular a un externo, para dar supuestas señales de apertura. El PAN y el PRD, pragmáticos, fueron capaces de ultimar su alianza sumando al aún más pragmático Dante Delgado. Y Morena, abriéndole la puerta a todos, sin reservarse derecho de admisión.

Los de  la cúpula se acuestan hoy en una cama y amanecen mañana en otra. Mientras tanto, las bases de militantes son ninguneadas.

El pilón:

En el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, echado para adelante, y con su marcha hacia la ciudad de México, enfrentándose al gobierno federal,  vemos a la emergente figura de liderazgo que tanto le hace falta a la derecha huérfana.  Esa derecha que hace falta. No rancia. Sino más orientada a la democracia cristiana.  Con sensibilidad en los temas sociales.