El Paquete Económico 2021 presentado por el gobierno federal a la Cámara de Diputados, debe leerse en su contexto histórico: el de la superación del año más complicado para la economía mundial del que se tenga noticia, a partir de que los indicadores económicos existen. Dicho lo anterior, ofrezco los siguientes apuntes para motivar a reflexión y el debate, sin importar preferencias políticas o ideológicas:
Primero. El proyecto no es excesivamente optimista en el rubro de crecimiento, pues el 4.6% es respecto de este año y no del anterior. Los que dicen que no se puede lograr porque ya estábamos en -0.1% en 2019, olvidan que precisamente es esa caída, y el 8% proyectado para 2020, lo que vuelve relativamente fácil un rebote de al menos la mitad de la debacle. Seguiríamos estando muy por debajo del crecimiento de 2018, desgraciadamente. Así que optimista, no es.
Segundo. Sigue una posición conservadora respecto al endeudamiento público, pero sí aumenta el techo del mismo un 30 por ciento, aproximadamente. Eso quiere decir que sí se reconoce la necesidad de la intervención gubernamental para la reactivación económica, pero al mismo tiempo se pretende evitar un gasto deficitario incontrolable. Las personas que hoy se exasperan porque el gobierno no quiere pedir miles de millones de dólares al FMI, olvidan que no es dinero regalado, sino que se paga, con intereses, durante los años venideros. De hecho, una parte de nuestra precariedad económica sigue debiéndose, aunque no lo crean, a los préstamos que pidieron en su momento los presidentes de los setenta (sí, seguimos pagando intereses de esos préstamos). La crisis que se avecina a los países de la región es, de nuevo, una crisis de deuda, que se traduce en inflación, desempleo, ausencia de gasto social y pérdida de confianza para la inversión.
Tercero. Las políticas del presidente de la República relacionadas con transferencias económicas y grandes obras en el sureste (Dos Bocas, Tren Maya) tenían, cuando fueron concebidas, un sentido social, redistributivo y detonador de la economía en los estados más rezagados, que por sí solos arrastran el índice de crecimiento del país a la baja. Pero hoy también tienen, accidentalmente, un sentido contracíclico, que es lo que piden los economistas. Las transferencias económicas a los más desfavorecidos son siempre un impulso al consumo (a diferencia de los subsidios a los ricos, que guardan el dinero en época de crisis) y con ello se reactiva la economía. El consumo es el primer componente del PIB, y eso a veces se olvida. Además, las obras ya iniciadas son las que más fácilmente aceleran el dinamismo económico regional. Durante la gran recesión de 2008, luego de 2 años muchas de las obras de reactivación, aún no habían iniciado, por estar en proceso autorizaciones y trámites.
Cuarto. Definitivamente hay una gran interrogante en el tema de suficiencia energética. El presidente está apostando por el rescate de Pemex, pero porque tampoco hay para dónde hacerse. Los expertos que se quejan del apoyo a la empresa petrolera no nos han dicho qué pasaría, a su leal saber y entender, si la dejaran quebrar, porque saben que ahí se caería su argumento. En suma, es innegable que el paquete económico tiene aciertos y una comprensión técnica profunda de los ciclos económicos por parte de las autoridades hacendarias. Esperemos que los ajustes que se hagan a la baja; si se hacen, sean los menos.