El día que me enteré que había la posibilidad de que Diego Armando Maradona se convirtiera en entrenador del equipo de Dorados, lo viví de dos maneras, como aficionado y como Gobernador.
Como aficionado me encontraba ante el sueño de todo fanático del futbol: un campeón del mundo elegía nuestro estado para vivir, era como un sueño hecho realidad.
Como Gobernador me preguntaba el impacto que podría tener la llegada a Sinaloa de una figura de renombre internacional.
Debo reconocer que el impacto de su llegada a nuestro estado y la repercusión que tuvo a nivel mundial nos sorprendió, pero desde ese momento y hasta ahora, sigo pensando que todo lo que nos dejó Maradona fueron cosas buenas.
A pesar de todo lo que rodea a una figura de la importancia de Maradona, quiero decirles que en Culiacán siempre se comportó como un señor, un buen ciudadano y jamás nos dio un solo motivo de preocupación.
Trajo a su familia a vivir a Sinaloa y su hijo más pequeño encontró un sitio en una de nuestras escuelas, donde Diego Armando fue un padre responsable, siempre dispuesto a participar en las dinámicas familiares.
En su trabajo contagió a los sinaloenses de su gen ganador, de ese ímpetu que hacía que sus jugadores dieran siempre un poco más de lo que podían dar, y con su trabajo se ganó el cariño de la gente.
La atención que recibió Sinaloa durante su estancia entre nosotros no la pagamos con nada, durante un año fuimos el centro del mundo, le estaremos eternamente agradecidos por habernos escogido para vivir uno de sus últimos sueños.
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(El autor, Quirino Ordaz, es gobernador de Sinaloa).