Superada un poco la pandemia del Covid 19 viene la otra: La pandemia electoral, que ya se desarrolla en petit comité, aunque aún no emerge abiertamente
En el caso de Sinaloa ¿cuál es el panorama?
En Sinaloa los partidos y los gobiernos, los actores de la política, ya hace rato que a su manera mueven las piezas. Pero la pregunta es ¿cómo los observa la ciudadanía o al menos cuál es la percepción que de ellos tienen?
No hay que ir muy lejos para tratar de entender las agendas, las influencias y las prioridades de los actores, sobre todo para medir los tiempos que ya se precipitan rumbo al contexto electoral.
En esta primera entrega, ofrezco un escenario centrado en la figura de quien tiene las riendas del gobierno, del PRI y parte de los hilos que permiten alianzas y compromisos con el resto de las fuerzas políticas (que ya están en marcha, por cierto). Me refiero al gobernador Quirino Ordaz Coppel.
De entrada una pregunta: ¿Quiénes llevan mano electoralmente hablando en Sinaloa?
La política electoral, en términos pragmáticos, no se puede entender sin la mínima existencia de una estrategia, (es decir un plan); igualmente sin la operación y el cierre de filas de una estructura funcional básica interna, y sin la interlocución y búsqueda de alianzas con otros partidos, organizaciones sociales y corrientes de opinión. Tampoco la política se puede entender si dentro de la estrategia no se contempla un plan de proyección mediática, cuyos mensajes busquen convencer a la ciudadanía.
Bajo estos preceptos está claro entonces que quienes llevan mano, más allá de los partidos políticos, son las concentradoras figuras de Andrés Manuel López Obrador y Quirino Ordaz Coppel. Se puede decir, con toda la reserva del caso, que mientras Quirino opera electoralmente con lo que sus cercanos denominan “quirinismo”, y no con la formalidad del PRI y sus cuadros más destacados, López Obrador es quien le da oxígeno a Morena a través de su operación de gobierno y de sus más de 25 millones de tarjetahabientes de escasos recursos bajo la supervisión de ese ejército denominado Servidores de la Nación. AMLO y Morena, para el común de la gente, son una y la misma cosa, aunque la verdad ese partido en muchos estados estructuralmente no existe, como es el caso de Sinaloa. Pero llama la atención el alto grado de aceptación que muestran las encuestas. Al igual que el quirinismo, lo que existe es el lopez-obradorismo. Y aquí, sin duda, se centrará la lucha y las decisiones.
Ni Morena ni el PRI operan electoralmente en Sinaloa con la capacidad económica y estructural que tienen estas figuras. Empiezo por el PRI. Es cierto que el dirigente del tricolor, Jesús Valdez Palazuelos se le observa desplazándose por el estado, pero con más ganas que dinero. No tiene siquiera para pagar la nómina y en esas condiciones, parafraseando a Carlos Hank, un partido pobre es un pobre partido. Y es más pobre aun cuando en los cuadros dirigentes sigue prevaleciendo el estricto interés por la chamba, las candidaturas y los negocios. El PRI pues como estructura, en su lógica de siempre, no garantiza los triunfos de antes. La condición fundamental cambió. Mientras la mayoría de los partidos siguen funcionando con o por dinero, un alto porcentaje de ciudadanos libres, que son los más, se mueven por convicciones y dignidad. Es decir, no ocupan al dinero para decidir, mientras los ciudadanos buscan un cambio que se traduzca en su beneficio, los partidos aún no dan señales de querer estar en esta sintonía. La neta, la pandemia los exhibió. La pena ajena se ha quedado corta. Ha sido patético verlos en la foto disputándose a la gente para entregarles una despensa.
Pero regresemos ahora con quien realmente dirige al PRI o lo mantiene a raya: El gobernador Quirino Ordaz Coppel quien, de entrada, hasta ahora no se observa claramente que mueva a un aspirante de su partido, aún más porque es su figura y su nombre los que acaparan los medios de comunicación y hasta el propio discurso de sus funcionarios, quienes a cada rato repiten que todo lo que hacen no es por ellos, sino por instrucciones del “Señor gobernador”. Si Quirino pudiera reelegirse, a nadie le cabría la menor duda que su objetivo sería aparecer en las boletas. En el reloj del gobernador no es tiempo de proyectar figuras.
Pero hay otro punto que ratifica a Quirino por encima del PRI y de sus adversarios en general. Se trata de las encuestas nacionales que miden la aceptación de los gobernadores y que invariablemente lo ponen siempre entre el primer y segundo lugar. Por supuesto, hay quienes admiten y promueven esas encuestas argumentando que Quirino tiene obra pública y es muy trabajador. Cierto, es difícil regatearle al gobernador su adicción al trabajo material y administrativo, producto de su pragmática formación burocrática y empresarial. Sin embargo, hay otros que descalifican esos sondeos, argumentando que son pagadas y que los sinaloenses no tienen la culpa que haya otros mandatarios más malos. Piden, en todo caso, medirlo, no de frente al trabajo de los demás gobernadores, sino de frente a lo que piensan y sienten los sinaloenses. Por lo pronto todo indica que las encuestas le han abonado positivamente al gobernador en la percepción nacional, aunque los votos están aquí, abajo con la raza, la que por cierto en una buena proporción ni se entera, ni entiende y quizá ni le interesa ese tipo de mediciones.
En política hay asuntos que difícilmente se ocultan. Han trascendido las reuniones de Quirino con diversos dirigentes partidarios en el estado. Eso es normal, sobre todo cuando se tiene orden y prioridades al interior del partido que el gobernante representa; Cuando se tiene realmente el control y el consenso de las corrientes y liderazgos que en su tiempo lo apoyaron con todo para llevarlo al poder. Peña Nieto convirtió a Quirino en candidato, pero las cabezas de todos los grupos y corrientes del PRI, incluyendo el malovismo, lo hicieron gobernador.
Hay quienes quieren hacer creer a Quirino que fuera de él, todos los demás actores en el PRI están muertos, y que basta con hacerles un llamado al cierre de filas para que en automático se pongan a la orden. Una ecuación al viejo estilo: O te sometes o te sometes. La pregunta es si a esos que lo apoyaron decididamente les dio buen trato, si mantuvo siempre el acercamiento con ellos y si a cambio de no invitarlos al gabinete mantuvo de algún modo el agradecimiento con ellos. Eso no es solo importante, sino fundamental en un gabinete sin priístas donde en el primer nivel prevalecen amigos muy cercanos, militantes de otros partidos y compañeros de trabajo en otros sexenios. Lo anterior no significa que el gabinete sea ineficiente, tiene Quirino Secretarios muy capaces. En todo caso lo anterior significa que los priistas de mayor peso y capacidad política no están en su gabinete, con excepción de Rosa Elena Millán y Sergio Torres. Se sabe igualmente que Ordaz Coppel ha guardado distancia con los ex gobernadores Juan Millán y Jesús Aguilar, cuyo peso político en el PRI es innegable. Una cosa es que los consulte para tomarlos realmente en cuenta y, otra, que lo haga para cumplir las formas. A Mario López Valdez, a pesar de su apoyo en campaña, simplemente lo apartó, amparado con el tema de los funcionarios acusados de corrupción quienes, al final del día, no pisaron la cárcel.
¿Y Jesús Vizcarra? Se baraja entre los que podrían ser candidatos no del PRI, sino de Morena; o bien que junto a Jesús Aguilar se inclinarían por el Senador Rubén Rocha Moya.
Pero no son solo los arriba señalados. ¿Existe relación estratégica en torno a un proyecto electoral claramente establecido con personajes como el Senador Mario Zamora, los ex Senadores Diva Hadamira Gastelum, Aarón Irízar y Daniel Amador? ¿Con los ex Diputados Heriberto Galindo, David López y la Paquis Corrales? ¿Con Aarón Rivas, Sergio Torres, Rosa Elena Millán y Tony Castañeda? por nombrar solo a algunos de peso completo que, sin reserva, apoyaron plenamente la campaña de Quirino, un candidato desconocido, al que hicieron gobernador.
¿Quirino ha establecido alguna condición con ellos como para que se queden quietecitos esperando la línea? Es otra pregunta, pero la verdad es que esos priistas se mueven y lo hacen agrupados bajo otros liderazgos y con tiempos ajenos A los que se mueve el gobernador. Ellos también hace rato que operan al margen, algunos muy de la mano con el líder nacional del tricolor, Alejandro Moreno, y otros con Manlio Fabio Beltrones.
Si a estas alturas Quirino ha mantenido o mantiene de lejecitos a los arriba mencionados, no solo se le dificultará el control interno del PRI, sino que no tendrá tiempo para los amarres con esos tigres sueltos con ganas de pelea electoral y a quienes les han ofrecido alianzas de otros lados.
La pregunta es si Quirino jugará con el PRI, con MORENA o con lo que se denomina “quirinismo”. Por lo pronto corre en los pasillos de palacio, la versión de que el mandatario ya abandonó la endilgada idea de que jugaría con Rubén Rocha y que estaría pensando en un candidato de sus confianzas, respaldado por un frente opositor a Morena y a López Obrador. Para el efecto, al menos, ya se reunió con el líder estatal del PAN, Juan Carlos Estrada y, probablemente, ya lo hizo con Héctor Melesio Cuén del PAS. ¿Y los priístas saben y participan de esto?
Claro, en la ortodoxia de la vieja clase política, sobre todo en el PRI, se permite que por sobre la norma partidaria y los derechos militantes los gobernadores se entrometan, pero esta vez puede ser distinto sino se suma bien. ¿De qué sirve hacer alianzas con partidos, algunos disminuidos, si a parte al interior del tuyo generas desbandada? Hay sumas que restan y cálculos armados en la emoción coyuntural que se convierten en dolorosas derrotas. Cuidado, porque la estructura de Morena no está solo en su militancia, sino en los miles de beneficiarios de los programas de AMLO. No será fácil entablar una lucha abierta contra el zorro de Palacio Nacional. La neta, Quirino tendría que ir por todas las canicas y, a estas alturas, sería una tarea titánica.
Por otro lado, se comenta que la valoración de esta decisión se dio a partir de que algunos asesores del gobernador lo alentaron con el argumento de la aparente caída en la popularidad de López Obrador y, en contraste, con su fortaleza sustentada en los resultados de las encuestadoras nacionales.
Por lo pronto, el compromiso es seguir sosteniendo en el gobierno a todos los operadores del PAN refugiados en la Secretaría de Economía, la Secretaría de Transparencia, en Finanzas y toda su estructura fiscalizadora en donde ahora opera Adolfo Rojo Montoya.
En la siguiente entrega, que no tardará mucho, seguiremos con nuestra lectura de escenarios de esta trama política que ya empezó. Hasta pronto.