En box y en política, el timing lo es todo. La salida de Carmen Aristegui de MVS Noticias se anuncia un domingo, previo a puente y la cancelación de su presencia en la primera emisión noticiosa de esa empresa coincide con el amanecer de las campañas.

Si se acepta la teoría conspiratoria, el despido de Aristegui tuvo una precisión quirúrgica.

No me gusta el tipo de periodismo que hace Carmen Aristegui, pero eso no implica que no le reconozca su importancia en un mar de propaganda de todos los colores, de notas pagadas o barberas y de uso de los medios como mecanismo de satisfacer a los detentadores formales e informales del poder.

En los siguientes días, mucho se escribirá sobre el caso Aristegui-MVS, solo adelantaré que el asunto tiene dos puntos muy importantes, que por su obviedad suelen confundirse y mezclarse: el jurídico y el periodístico.

En lo jurídico, debe decirse que la cuestión radica en definir cuál de las partes incumplió el contrato y con cuáles conductas (o si ambas partes violentaron los términos de su acuerdo y de qué forma).

Aquí no hay respuestas sencillas.

A primera vista, resulta claro que Carmen involucró el nombre y marca de MVS en un proyecto riesgoso para una concesionaria, como es el de México Leaks. Por puro sentido común, una decisión como esa requería la consulta y anuencia de MVS. Negarse a ver esta circunstancia es, para decir lo menos, sumamente equivocado.

El otro aspecto del punto jurídico radica en confirmar si MVS tenía potestades, autorizadas por los contratos firmados, para hacer las modificaciones editoriales que entraban en vigor hoy. Los despidos de dos colaboradores del equipo de investigaciones especiales de MVS se justificarían (o serían ilícitos) en función de la respuesta a estos dos elementos de cumplimiento contractual.

Un punto a considerar es que uno de los anexos del contrato, firmado por Carmen con MVS en 2009, indica que Javier Corral será el encargado de interpretar los puntos sobre las decisiones editoriales: saque usted, amable lector, sus propias conclusiones sobre este factor.

Puesto en forma de preguntas: ¿Carmen (o su equipo) tenía autorización para involucrar el nombre de MVS en México Leaks? ¿MVS tenía autorización contractual para modificar unilateralmente los términos de trabajo que operaban hasta entonces?

La parte periodística de este asunto requiere una mayor claridad que la dada por varios analistas y actores que mezclan lo emocional con lo racional. Antes que nada, debe dejarse claro que prescindir de una comunicadora como Aristegui es un suicidio para el rating, sólo tendría sentido económico si el sacrificio de ese alfil trajera como resultado la apertura de otro tipo de oportunidades, limitaciones de amenazas o beneficios... y ahí es donde las teorías de la conspiración toman fuerza.

Hay que decirlo claramente: que MVS sostenga que, como empresa, no recibe ultimatos, es una reverenda idiotez. Los Vargas no son dueños de The New York Times, del Washington Post o del Wall Street Journal para darse esas ínfulas. En el campo de los medios se acercan más a una abarrotera que a una gran cadena comercial y, para seguir con la metáfora, Carmen no es un empleado cualquiera. Periodísticamente, MVS quedó en ridículo con una afirmación tan poco inteligente como la del ultimato inaceptable.

La desproporción de las medidas contra Aristegui no radica en que MVS haya cuestionado públicamente la licitud de lo hecho por Carmen. Sostener que este diferendo debió resolverse en privado (y con formas más suaves), sólo puede comprenderse desde la doble moral o la estupidez consistente de quien afirma que los periodistas de mano pesada (con todo el mundo) merecen trato con gladiolas y palabras tersas en sus conflictos. Esa negociación en lo secreto es el equivalente de la opacidad que tanto se cuestiona. En realidad, lo desmedido de la reacción de MVS contra Aristegui se encuentra en que al periodista estrella, el que trae rating y posición mediática, se le debe tratar con mayor cuidado porque, si se va a otro lado, la empresa pierde.

Así que, las medidas de MVS solo tendrían racionalidad periodística si esa concesionaria terminara ganando más (o perdiendo menos) con la salida de su periodista principal.

En términos estrictamente políticos, una concesionaria que viera en riesgo grandes negocios por las conductas no autorizadas de uno de sus empleados, se vería obligada a un deslinde muy fuerte y preciso de aquel que puede involucrarla en un problema de grandes magnitudes.

O sea, la explicación periodística sería que Carmen se volvió muy tóxica para MVS.

El punto periodístico es dilucidar el porqué de esa repentina intolerancia de MVS al arestiguismo.

Concluyo el texto de hoy con la certeza de que a Carmen se le abrirán muy pronto otros espacios, porque tenerla implica audiencia. ¿Quién será el que la invite? ¿Carlos Slim, aprovechando su influencia en medios estadounidenses? ¿La veremos en Proceso, de tiempo completo? ¿Carmen optará por capital ángel y ser, por fin, su propia jefa, a través de canales de You Tube, video podcasts en iTunes y su portal Aristegui Noticias? Como dije al principio de esta columna, es un asunto de timing: lo que no se sabe es si Carmen alcanzará a estar en operaciones antes de que acaben los procesos electorales de este 2015...