Los peligros de generar “fake news”, para manipular a la opinión pública

Se les dice “chayoteros” a las personas con gafete de prensa que, en vez de informar, cobran dinero por atacar o defender a una figura pública; en el pasado les pagaba el gobierno, ahora son contratados por empresarios y algunos políticos adinerados, para dañar al actual gobierno de izquierda.

La prensa “chayotera”, desde hace algún tiempo, también cobra por generar fake news (noticias falsas) que dejen mal parado al gobierno actual, creando una percepción negativa a base de calumnias.

Javier Salinas Nárvaez, diputado de Morena, señaló que publicar “fake news” es un delito grave (lo cual, me parece tan obvio como vender semillas de aguacate pintadas de blanco, haciéndolas pasar por huevos). Me parece que está mal engañar a la gente, particularmente cuando esas mentiras pretenden favorecer políticamente a personas que anhelan un cargo de elección popular, afectan la honra de alguien que se ha portado bien, o cuando las noticias falsas perjudican la vida de otras personas (tipo Carlos Loret de Mola, cuyos montajes refundieron en la cárcel a gente inocente, como Florence Cazzes e Israel Vallarta).

“Hater” es una película polaca producida por Netflix y dirigida por Jan Komasa, que muestra los peligros de generar “fake news”, para manipular a la opinión pública (en el caso de nuestro país, también podrían ayudar a un fraude electoral, creándole una popularidad artificial a los partidos de derecha que anhelan recuperar el poder).

El debate se ha postergado hasta el 26 de febrero, cuando varios especialistas darán su punto de vista. En mi humilde opinión, difundir noticias falsas no es “libertad de expresión” (así como clavarle un puñal a alguien no es liberar impulsos naturales). No hace falta que venga un matemático y mediante una fórmula me explique porqué prohibir las “fake news” es censura, ya que salta a la vista que se trata de un acto corrupto, abusivo y despreciable.

Si algunos medios de comunicación y sus trabajadores tienen una fecunda imaginación, que la utilicen inventando noticias, aclarando que son mentiras, como los falsos documentales, o los dramas cinematográficos “inspirados en hechos reales”.

Recuerdo que en los 70 y 80, había dos simpáticos semanarios: “Órbita” y “Zaz (sin discusión, el peor periódico del mundo)”, que en su primera plana publicaban encabezados tipo: “¡Verónica Castro se vuelve monja!”, y en sus páginas interiores aclaraban que protagonizaría a Doña Inés, en “El Tenorio Cómico”. De alguna manera, los medios que propagan “fake news” deben aclarar que lo que están publicando es ficción, que (por mucho que la defiendan algunos “especialistas”) es muy diferente de la realidad.

Por mí, que publiquen que “López Obrador compró agua radioactiva de Chernóbil en vez de vacunas, y quien se la ponga, tendrá hijos de dos cabezas”, está bien, suena interesante y divertido, pero deben aclarar que se trata de una fantasía, así como ahora algunos productos tienen etiquetas que advierten “exceso de azúcar”. Su público podrá disfrutar sus publicaciones sin ser engañados, o conscientemente engañados, como los fanáticos de Frenaaa que creían que sus casitas de campaña sin gente hacían una estupenda labor de protesta social.

Ya veremos qué pasa el 26 de febrero.