Tras conocerse que el presidente Andrés Manuel López Obrador dio positivo en la prueba de coronavirus, dos personas con estudios en Medicina, “en broma”, tuitearon recetas para matarlo: el cardiólogo Diego Araiza Garaygordobil, y la ginecóloga Fernanda Gómez.
El caso del Dr. Diego Araiza Garaygordobil es más significativo, pues tiene elevados cargos dentro de su gremio, además de que su imprudencia ha sido ignorada por las instituciones médicas donde labora.
Que un médico recomiende matar a una persona es un contrasentido, que viola el juramento hipocrático; es como si un abogado twiteara: “Les voy a recomendar tips para mandar a la cárcel a gente inocente”. Eso no puede hacerse, ni en broma, mucho menos en una época donde se ha elevado la mortandad, tanto en México como en el mundo.
Para colmo, el doctor embarró a varias personas arrobándolas en su tuit; algunas se deslindaron del mensaje, otras, sencillamente le pusieron candados a la interacción de sus cuentas.
No sé qué estaba pensando el galeno, quizás que, si surgía una reacción de la izquierda o la 4T contra su receta mortal, conseguiría el apoyo del sector derechista, defendiéndolo de un supuesto atentado contra su libertad de expresión; pero le salió el tiro por la culata.
En las redes sociales se exigió una sanción ejemplar para el médico, y circuló una carta pidiendo que se le retire su cédula profesional. Las instituciones médicas donde labora, no han pronunciado una postura al respecto: el Instituto Nacional de Cardiología y el hospital Médica Sur, a quienes metió en un aprieto, pues indirectamente las involucró en su ideología personal, ya que, al no haber sanción, respaldan su rechazo a la 4T.
El tuit es el siguiente: “Alguien déjele HXCQ + AZTR + DOAC + Esteroide. En una de esas le da una TV, o un STD, o una DKA y nos libramos de algunos años de mañaneras”.
Luego borró el tuit, cerró su cuenta y regresó con un mensaje de disculpa: “Con respecto al tweet (sic) publicado el día de ayer sobre la salud del presidente, quiero pedir una disculpa pública y aclarar que mi intención no era ofender o desear el mal a nadie. Lamento haber tomado con poca seriedad un tema tan sensible para los mexicanos”.
Al parecer, alguna autoridad y/o institución médica, le dieron un jalón de orejas, pues también tuiteó: “El texto compartido fue a título personal y no involucra el pensar y/o actuar de ninguna institución o sociedad, ni tampoco de mis colegas médicos. Deseo la pronta recuperación de todos los mexicanos que padecen Covid-19, incluyendo la del señor presidente Andrés Manuel López Obrador”.
Me recordó al secuestrador Caletri, quien en febrero del año 2000 fuera detenido, declarando, desafiante: “¡Nos vemos en el infierno!”, y ya después, en el reclusorio, agachaba la cabeza y decía, humildemente: “Sí, señor; sí, señor”.
Evidentemente lo obligaron a disculparse, para no embarrar más personas ni instituciones y para no entorpecer su carrera política dentro de la medicina, ya que el Dr. Diego Araiza Garaygordobil es embajador de la European Society of Cardiology (@escardio) y probablemente tenga influencias dentro de instituciones privadas de Salud.
Si no hay una sanción ejemplar, seremos testigos de la injusticia y corrupción que impera en un sistema que supuestamente cuida el bienestar de los ciudadanos.
La única manera que veo de zafarse del embrollo donde él solito se metió, sería aclarando las siglas de su tuit:
“Alguien déjele HXCQ (Higos y Xoconoxtles Con Queso) + AZTR (Algún Zumo Tan Rico) + DOAC (Dos Olivas Antes de Comer) + Esteroide (para mejorar su rendimiento deportivo). En una de esas le da una TV (a colores, de 35 pulgadas), o un STD (Sueño Todo Dulce), o una DKA (Divertida Kinestesia Agradable)”. Eso, tendría más credibilidad que sus mensajes de disculpa.