Vinculan a proceso a Jorge Luis Lavalle por caso Lozoya
En un relato cuyo autor no recuerdo, un hombre descubre a su esposa con su amante y le reclama; ella se defiende argumentando que es inocente; el agraviado, indignado, le dice que la está viendo con sus propios ojos, y la infiel responde:
“Entonces ya no me amas, cuando le crees más a tus propios ojos que a mí”.
Esto viene a colación porque la defensa de Jorge Luis Lavalle Maury, insiste en afirmar que su cliente nunca participó en el soborno a diversos legisladores para aprobar las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto, a pesar de que la entrega del varo está documentada en video, donde Rafael Caraveo recibe 15 maletas con dinero en efectivo. Parafraseando el relato citado, el mensaje sería:
“Ya no aman a la clase dominante, cuando le creen más a un video que a la prensa chayotera”.
Lo que llama la atención de Jorge Luis Lavalle, es que parece más pariente del príncipe Harry que maleante, corraborando una teoría mía (que probablemente ya se le había ocurrido a más gente): A la gente bonita se le suele perdonar todo.
Si Jorge Luis (o José Luis, como corrigiera Fox) hubiera sido pobre, aunque no hubiera estudiado una carrera lo hubieran hecho director de una empresa (o mínimo conseguiría papeles en comerciales, personificando a propietarios de tarjetas de crédito exclusivas).
Curiosamente, otros “pájaros de cuenta” también son mega “fifís”: Gil Zuarth, Ernesto Cordero, Diana Sánchez Barrios, Ricardo Anaya, Enrique Peña Nieto, Salvador Vega Casillas, Luis Cárdenas Palomino, Francisco García Cabeza de Vaca, Mauricio Toledo, (Javier Lozano es un caso excepcional, ya que es difícil determinar la clase social de un saco de pus).
No quiero parecer racista a la inversa, pero si se filmara “Nuevo Orden II” (como secuela de la película de Michel Franco), sería gente adinerada las que se mete a barrios populares para saquear las casas.
Dicen los voceros de la derecha que el presidente está polarizando al país; no, el país ya estaba polarizado desde que “la mafía en el poder” le declaró la guerra a la gente común y corriente, con rescates bancarios, aumentos de precios, aumentos de impuestos, desvíos de recursos, crímenes impunes, alianzas con el narco y actos corruptos.
En nuestra formación cultural cotidiana, los mexicanos crecimos viendo “Nosotros los pobres” y “Ustedes los ricos” (incluyendo a los “fifís”, que también ven la tele), de tal manera que todos nos indignamos cuando Emilio Lozoya sacó a relucir su árbol genealógico, queriendo apantallar a Santiago Nieto (entonces titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales), con el fin de librar sus transas. Aquella actitud me recordó una fiesta, hace muchos años, cuando el conserje de un edificio bajó el switch de la energía eléctrica (que estaba en una reja bajo llave), por el ruido; una comitiva se propuso ir con el conserje para pedirle que devolviera la luz, a la que se sumó un extranjero, quien dijo: “Voy con ustedes, pues me encanta humillar a los plebeyos”, llegó tronando los dedos y obvio jamás volvió la luz.
Lo inquietante es que, la mayoría de las personas que estudiamos en escuelas y universidades públicas, tuvimos una sana formación ética, basada en la participación y colaboración con la sociedad, mientras que la mayoría de los que estudian en colegios caros, están entrenados para dirigir empresas, humillar y robar sin pestañear, como si eso fuera lo normal.
Yo considero que parte al combate contra la corrupción y la impunidad, consistiría en una campaña de educación civil obligatoria en los centros educativos para gente adinerada, para sensibilizar a la juventud pudiente, y le pierdan ese excesivo amor al billete, por encima de las personas y todo lo demás. Como decían los abuelitos: “Lástima de ropita”.