Cuando se reveló que “Javidú”, además de trácala, desvió dinero al PRI, era narco, asesino y, en vez de medicinas, le daba agua a los niños con cáncer; el pueblo enardecido quiso lincharlo, pero el ñor se peló en un helicóptero (y luego se hizo viral un simpático pasaporte falso suyo, con bigote, con el que pretendía huir).

Evidentemente, el entonces presidente Enrique Peña Nieto, sabía dónde estaba el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte Ochoa (¿cómo iba a perder de vista al hombre que desvió millones de pesos para su campaña?)

Yo sabía que el gobierno sabía dónde se escondía “Javidú”, pero me intrigaban dos cosas. ¿Dónde estaría escondido? Y ¿Lo detendrían?

Primero pensé que seguramente estaría en España, pues ahí se han refugiado un montón de maleantes: Alonso Ancira, “Lozoyín”, Moreira, el “Porky”, el “Mono” Muñoz, supongo que porque solo hablan español. Y no andaba tan perdido, pues apareció en Guatemala (grabando ridículas selfies, donde decía: “¡Miren! ¡Estoy libre! ¡Van a decir que me van a detener, pero me estoy entregando!”)

Lo que me sorprendió un poco, es que lo detuvieran los propios priistas, sacándole raja política a la detención, difundida poco antes de las elecciones en el Estado de México, donde casualmente ganara el odiado PRI (recuperando un poco de credibilidad), con la candidatura de Alfredo del Mazo Maza.

Claro que el plan era favorable para ambas partes: cuando el PRI ganara la presidencia (o el PAN) lo soltaban, con algún premio por su colaboración; intención que quedó asentada cuando la fiscalía, sin motivo, a “Javidú” le retiró el cargo de Delincuencia Organizada y le acortaron su sentencia.

Nunca en su vida, Javier Duarte Ochoa soñó que el INE validaría el triunfo de Morena (pues un fraude más hubiera sido evidente e inaceptable) y con paciencia, prudencia, verbal contingencia, quizás pase más años en el bote de los que se imaginaba.

Algo que Morena tiene en su poder, son fotos de Mario Marín con los expresidentes del PRI y el PAN. No hay fotos así con el “Peje”; lo más letal que tiene la oposición para contra-atacar, es la relación del ex gobernador poblano con Manuel Bartlett, y cuando Olga Sánchez Cordero, en la Suprema Corte, votó porque no se sancionara a Mario Marín. Pero no hay fotos de Mario Marín con López Obrador; en cambio, las fotos de Fox, Calderón, Peña Nieto, son súper elocuentes.

La relación del priista Mario Marín, con López Obrador (y Morena), es muy distinta. Su detención no fue pactada, como probablemente fue la de “Javidú”, pero seguramente el gobierno lo tenía localizado.

Probablemente mucha gente sabía dónde estaba Mario Marín, quien, como buen priista, seguramente anduvo soltando lana para que lo dejaran en paz (si tenía para mandar un comando a robar la casa de Lydia Cacho y matar a sus perros). Era normal estar libre para quien está acostumbrado a comprar jueces y autoridades policiacas, pero esa lana no te hace invisible. Puede ser Sevilla o Acapulco, el gobierno mexicano te tiene detectado y, cuando así le convenga, te va a meter esposado dentro de una patrulla.

La 4T se apuntó un diez con el “apañón” de Mario Marín, pero todavía puede sacarle más provecho: Ya dieron con un pedófilo, ahora que revele dónde están las bellísimas botellas de coñac; porque eso de que, una vez detenido Succar Kuri se acabó el prostíbulo de menores, no se lo traga ni la Bodoquito en ayunas. El huachicol y la “trata” son dos problemas graves del Estado de Puebla; una vez apañado Mario Marín, hay que ir por los demás y desmantelar ese negocio.

Les apuesto que, para las siguientes elecciones, sigue Romero Deschamps. Y ya después, para las elecciones grandes, que comiencen a caer los pesos pesados.