En el diario español ABC la nota, curiosa, empieza diciendo que “hay alguien dispuesto a pagar 8 mil dólares por el pene de un hombre muerto hace casi un siglo”.
Pero no es cualquier pene ni el muerto es cualquier muerto.
El carísimo pene es enorme:28.5 centímetros de longitud. Y el muerto, mientras vivió, se llamó Grigori Yefímovich “Rasputín”, ruso, monje misterioso, “enigmático personaje que, allá por la década de 1910 consiguió ganarse el favor de la familia del Zar Nicolás II, especialmente el de la zarina Alejandra”.
Pues bien, ahora, en el siglo XXI, el urólogo Igor Kniazkin “dijo estar en posesión del miembro con el que, según cuenta la leyenda, el siberiano Rasputín hizo las delicias de muchas en la corte del Zar Nicolás”.
Y, para conseguirlo, Kniazkin dijo que se había gastado nada menos que 8 mil dólares: “Según la versión del urólogo, le pagó tan elevada cantidad a un anticuario francés” que tenía el pene “debidamente conservado en formol”.
¿Es esto noticia? No lo sé. Pero, sea lo que fuere, merece la pena comentarlo.