Donald Trump ha dicho que los mexicanos somos delincuentes y violadores. Después de su visita a México no le quedó duda alguna: lo constató en Los Pinos. La clase política que nos representa le demostró que se han robado la dignidad del pueblo mexicano, así tal cual, como delincuentes. La clase política le ofrece hablar desde uno de los más altos podios de la nación como prueba de la violación al respeto por nosotros mismos. Me imagino que Trump, además, deduce que somos un pueblo de tontos a juzgar por la invitación y el trato que le dieron nuestros representantes, si se atiende la máxima de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. En eso Trump estará complacido: confirmó que su criterio es acertado. Se notaba en su euforia al anunciar que el muro lo pagaremos nosotros. No cambió un ápice su postura sobre la construcción del muro, es más, ahora lo describe con un adjetivo impensable para una pared que representa lo más vil de la naturaleza humana: hermoso. Así le dice, -un muro hermoso-.
Hay que agregar otra palabra que seguro cruza su mente: masoquistas. Pensará que los mexicanos somos masoquistas. Lleva más de un año insultando a este pueblo y sin haber ofrecido una disculpa, se le trata como si fuera candidato electo de los Estados Unidos. Vino a México a burlarse del Presidente Peña Nieto, lo ¨chamaqueó¨. La humillación se recrudeció ese mismo día: primero nos anuncia desde Los Pinos que la construcción del muro es incuestionable, y más tarde, lanza la amenaza desde Phoenix, con soberbia seguridad, que lo pagaremos nosotros.
Payaso de quinta, intenta divertir al público al dejar en el aire la incógnita sobre cómo pagaremos. Chiste cruel para los mexicanos porque el hombre efectivamente es un peligro para nuestro país. Que conste, creo que el diálogo es el camino correcto y es un deber del Presidente de México establecerlo con quien sea Presidente de los Estados Unidos. No se trata de declarar la guerra a la nación más poderosa del mundo pero tampoco hay justificación para mostrarnos de rodillas. Es innegable el sentimiento de vergüenza generalizado ante la visita del candidato republicano. Trump tiene razón en que nada le impide construir un muro; esa nación está en su derecho de hacer lo que le venga en gana en su territorio y en exigir que nadie se meta en sus decisiones soberanas. Y más aún, tiene razón en que los mexicanos pagaremos ese muro, existen varias opciones: poner un impuesto a los envíos de remesas, en algunos estados hasta podría decomisar parte del dinero del trabajo de los indocumentados, puede instituir un pago especial a los exportadores mexicanos, cobrar más por la visas y hasta por la entrada de cada turista mexicano a su país. No se puede esperar un comportamiento ético por parte de Trump. Es un retrógrada. Así como el gobierno mexicano no representó el sentir y el pensar de sus habitantes ante la visita de Trump, de la misma forma creo que Trump no representa el espíritu del pueblo estadounidense.
Vale recordar a Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de esa gran nación y el autor principal de su Declaración de Independencia. Jefferson proponía ¨la paz, el comercio y una amistad honesta con todas las naciones¨, exactamente lo contrario a Trump.
Ojalá los estadounidenses, confiados siempre en Dios, siguieran al pie de la letra una de las máximas de Thomas Jefferson: ¨la rebelión contra los tiranos es obediencia a Dios¨…aplicada a Trump, el tirano, por supuesto.