A quienes ejercen el mandato en este mundo distópico, que por descuido, la humanidad ha creado…
Me quiero rebelar contra el mandato.
Ansío gritar que me harta la injusticia y lamentarme,
por no poder hacer nada,
contra los que dictan como deben ser las cosas.
Me rebelo contra el ente que se impone.
Contra aquel,
que encierra al hombre,
y que en aras de preservar su orden,
mata a su hermano el hombre.
Me inconformo contra la pobreza porque reconozco,
que nos fundamos sin razón,
para que después atormente la impotencia,
de no darle a cada quien lo que le toca.
Hoy me fastidio contra quien manda sin juicio.
Abomino al déspota que causa el desajuste,
e impregna todo de ríspido atropello,
y que promueve la impunidad y privilegios.
Protesto abiertamente contra el que acapara la riqueza,
que le correspondería a todos,
contra los insensibles y perversos,
que no piensan ni interesa,
la incomodidad de los contrarios.
Me pronuncio contra los que adquieren los compromisos divinos,
y que en nombre de lo invisible y portentoso,
asumen en la tierra,
lo que les destina la muerte.
Hoy blasfemo a quien arremete al inocente,
a quien abandona al indefendible ser,
que viene de nuestro propio ser,
que merece el sacrificio de su origen.
Me cargo contra el indolente,
por su lastimosa apatía.
Contra el que actúa sin pensar,
y que daña sin reproche hacía sí mismo.
Me levanto contra la pasividad creativa,
de la humanidad colectiva.
Denuncio que me agrede,
la simulación del conglomerado mortal,
que depreda su entorno y
deja para mañana su tarea substancial.
Quiero aceptar con vergüenza que me acomodo sin reclamos
y que me dejo llevar por las inercias de la medianía costumbrista.
Acepto que me agobia la quietud incierta,
pero que aún así,
me dejo arrastrar hacia la nada.
Me declaro contra los que pudiendo hacer algo,
no hacen nada,
contra los que lo pueden todo
y tampoco hacen nada.
Contra los que permanecen callados e impasibles
y que sin recato,
aceptan sin herirles el reclamo.
Me rebelo contra lo fundado
y que no cambia.
Contra la fuerza de la tradición,
que favorece a unos pocos
y que margina a los muchos.
Denuncio a los que utilizan los datos
y que enajenan por medio de la imagen.
A los que esconden la verdad
y manipulan a las masas.
Al sistema que somete por la fuerza,
de la represión la necesidad del cambio
y mutila sin consideración las ideas.
Me rebelo ante los pronósticos catastróficos,
por acercarse demasiado a lo posible.
Por haber creado el ogro intolerante,
por el futuro incierto para nuestros hijos
y por no contribuir a que cambie ese destino.
Me molesto contra mí mismo como símbolo de mi rebeldía innata.
Por olvidar lo que he olvidado,
por ser parte del descuido,
por no hacer lo que debo hacer,
por contribuir al destrozo,
por gritar a destiempo,
por seguir como todos.
Me ofusco por no someterme,
por ser inconforme,
por resistirme,
por estar alerta,
por darme cuenta
y justificar la rebelión.
Miguel de la Rosa