Para entender la política económica de la 4T, tendríamos que referirnos a la célebre frase de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”
El engaño empieza a salir a flote. La necia realidad se impone: la recesión toca a la puerta de la 4T.
Tras la renuncia del Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, el Banco de México, analistas financieros y organismos internacionales confirmaron que nuestro país no logrará un crecimiento superior al 1 por ciento, y que por el contrario, todos los indicadores confirman que estamos en el umbral de una recesión económica, alimentada por la baja en la inversión, el desempleo y políticas públicas sin fundamento.
Se dice que una economía se encuentra en recesión cuando acumula dos periodos consecutivos –en el caso de México, se establece por trimestres- con caídas generalizadas. Entre enero y marzo pasados, el PIB se contrajo 0.2% respecto a los tres meses anteriores, por lo que si en el segundo trimestre hay una tendencia similar podríamos decir que hay una recesión técnica.
El INEGI dará a conocer una cifra oportuna el 31 de julio, pero será hasta el viernes 23 de agosto cuando se anuncie el dato definitivo. Sin embargo, algunos indicadores son nubarrones que presagian la tormenta.
Una vez más, con sus propias cifras –las que no avalan ni su gabinete- el Presidente López Obrador, desestimó el reporte del Banco de México en el cual se advierte que el país podría estar en camino de una recesión económica, consecuencia de un crecimiento inferior al 1% y una caída de más de 13% en la llegada de inversión extranjera directa al cierre de este año.
El Banco de México no prevé un buen panorama económico para el país. Es posible una recesión, además de que la tasa de crecimiento para este año será mucho menor al 2% pronosticado por el gobierno. Los analistas privados consultados por Banxico pronostican que el crecimiento sea apenas de un 0.5%, menor al promedio de los últimos 20 años.
La minuta de la última Junta de Gobierno del Banco de México señala que el análisis de las tasas de crecimiento de los últimos trimestres “sugieren la posibilidad de una ligera recesión”. La mayoría de los integrantes de la Junta destacaron “la desaceleración que han mostrado los sectores de servicios” y su tendencia desfavorable para este año.
Por su parte, un análisis de Bank of America Merryl Linch (BofA), basado en los modelos de su equipo económico, concluyó que México muestra señales de estar en una recesión técnica, pues durante el primer trimestre del año, el Producto Interno Bruto (PIB) presentó una contracción, así como claras señales de una caída para el cierre del segundo trimestre.
La inversión privada está ‘congelada’ debido a la incertidumbre sobre la ratificación del T-MEC (urgente para los inversionistas extranjeros), además de la cancelación de contratos por obras y servicios por parte del gobierno federal, como lo fue el nuevo aeropuerto de Texcoco y el metrobús en la región de La Laguna. Otro elemento clave es el plan financiero de Pemex que deberá presentar hoy lunes 15 de julio, pues será decisivo no sólo para la calidad crediticia de la petrolera, sino para la calificación soberana del país.
El viernes pasado, en medio del ruido ensordecedor de las alarmas económicas, el Presidente López Obrador utilizó su retórica de siempre y acusó que los reportes de desaceleración en la economía emitidos por el Banco de México y Bank of América son “nostalgia por la política neoliberal”.
Sin embargo, no aportó dato alguno que muestre que las cifras macroeconómicas están en un error. Es evidente que Carlos Urzúa no quiso asumir la responsabilidad de las malas decisiones de política económica que se toman desde Palacio Nacional y no desde la Secretaría de Hacienda o el Banco de México.
La recesión inminente podría haber sido la verdadera razón de su renuncia.
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