El segundo informe de gobierno del alcalde tapatío, Enrique Alfaro, ciertamente no fue un acto de rendición de cuentas, sino una extraordinaria puesta en escena para usar las cuentas como presentación de campaña. El mago Alfaro, con pantallas y escenario de Ted Talk para acompañar su habilidad al micrófono.

El lugar estaba a reventar y en primerísima fila se podía ver a Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y Dante Delgado, acompañando como líderes nacionales del PAN, PRD y MC, el informe anual de un presidente municipal. ¡Cuándo habían estado tan interesados en las luminarias y los hoyos de un municipio! Nunca, ninguno, jamás.

Pero es que ellos, como Alfaro, entendieron que este era un acto político relevante, que el alcalde de MC, aunque habló de inversión en 20 ambulancias y asfaltado de miles de metros cuadrados, tiene tamaño estatal y peso nacional. No iban a dejar pasar la oportunidad de mostrarle su apoyo –y esperar el suyo.

Alfaro, fiel a su naturaleza, no puso límites a sus anhelos: “a partir de hoy inicio una lucha para refundar el estado de Jalisco y sus instituciones”, dijo. Había que levantar la ceja, mínimo. Sobre todo cuando después se explayó al decir que Guadalajara pondrá la muestra y que la ruta, demostrada en dos años de administración tapatía, es clarísima como el agua: dignificar la política, gobernar con vergüenza, no prometer cosas que no se puedan cumplir y entender que la gente manda.

A mí me encanta. Es tan claro tan claro tan clarísimo que lo han dicho Maduro en Venezuela, Trump y Obama en Estados Unidos, el Bronco en Nuevo León, Moreno Valle cuando estaba en Puebla, Maerkel en Alemania, Le Pen en Francia y Trudeau en Canadá, por poner sólo nueve ejemplos de los miles que pueden encontrar vía Google, entre políticos de izquierda, derecha y triangular.

No, ya en serio. Es oratoria hueca, pero le tengo que reconocer una virtud: nace de acciones de gobierno locales. Intenta anclarse en los números mostrados por el trabajo de Alfaro en Guadalajara y tiene éxito al transformarse (sí, como en transmutación divina) en un espejismo ideológico. Es endeble, pero todos los espejismos ideológicos lo son y ya ven que funcionan. Lo que me gusta de este acto de magia de Alfaro es que le da peso a la administración de un municipio, porque ahí sí que tiene razón: gobernar localmente es de lo que en realidad se trata gobernar. Y ¿saben qué? Me encanta que lo utilice como acto de campaña. Ya, quitémonos las máscaras. La ley es muy restrictiva y lo único que produce son políticos de oropel que recurren a todo tipo de medidas para anunciar sus anhelos. Sabemos de uno que incluso se casó con una actriz de telenovela.

Es mucho mejor que nos cuenten cuentos de banquetas y que entiendan que refundar las instituciones incluye tener una mejor recaudación local. Porque sí, la verdad es que sí pasa por ahí. La refundación de Alfaro es la reconstrucción, real y metafórica, de nuestras banquetas.