El pasado 27 de diciembre de 2015, el policía Sergio Ángeles Soriano Buendía, policía bancario placas 3904, devolvió un bolso con 42,000 pesos encontrados en Polanco. El pasado 12 de febrero de este año, otro policía bancario, Daniel Severiano, encontró 10,000 pesos en Polanco y los regresó a su propietario. La policía bancaria es de las que peores condiciones de trabajo tiene. No reconoce su relación laboral ninguno de los estados de la República, el D.F. incluido.
Están sometidos a jornadas laborales brutales, muchas veces pagan sus armamentos y sus uniformes, en no pocas ocasiones son extorsionados; por si no fuera suficiente lo anterior, sus salarios son miserables.
A pesar de esas condiciones, ambos policías regresaron a sus dueños las cantidades citadas y recibieron el agradecimiento; dudo mucho que hayan obtenido retribución o ascenso alguno.
Apenas unos días antes, un ciudadano se encontró 5000 dólares en un restaurante de la delegación Gustavo A. Madero y los entregó a la policía, para que éstos encontraran al dueño de los mismos. En el enorme deterioro que vive nuestro país, acciones de ese tipo son sobresalientes. Cuando yo era niño, se usaba la expresión que en tiempos anteriores "se amarraba a los perros con longaniza y que estos no se la comían", para indicar que se habían dado tiempos de bonanza y también, se hablaba de tiempos de absoluta honradez. Yo viví en la Unidad del Seguro Social en Tequesquinahuac, Tlalnepantla, Estado de México. Recuerdo que nuestras viviendas estaban abiertas las puertas de par en par, que podía ingresar en ellas quien así lo quisiera.
Los niños bajábamos a jugar a los espacios públicos y las madres podrían estar tranquilas, ya que nos encontrábamos en compañía de otros niños y niñas y que, difícilmente podría pasarnos algo más que alguna raspadura o algún chipote.
Hoy vivimos tiempos canallas, de violencia, de inseguridad, de miedo. Sin duda, reitero, las acciones de estos ciudadanos y servidores públicos son excepcionales.
Contaré un ejemplo en contrapartida. Sé perfectamente lo que enerva a muchos hombres y mujeres de derecha, que quienes somos de izquierda, tengamos acceso a buenas condiciones de vida. Quisieran que los hijos del pueblo, solo tuviéramos acceso a lugares elegantes para ser sus meseros o sus valet parking.
Pretenden que nos desplacemos en burro, usemos huaraches, calzón de manta y comamos tacos, parados en alguna esquina, sin usar platos ni cubiertos.
Así que a esos hombres y mujeres de derecha les sugiero que dejen la lectura hasta este punto. Porque contaré lo que me sucedió en un salón que da servicio a la tarjeta "Priority Pass" en la terminal número 4 del aeropuerto John F Kennedy de la ciudad de Nueva York.
El pasado sábado 27 de enero, por la tarde, me encontraba a la espera de tomar un vuelo de la ciudad de Nueva York a la Ciudad de México en el salón WinTips de la citada terminal. Como parte del servicio de la tarjeta American Express, cuento con una tarjeta de "Priority Pass" que me permitió acceso al citado salón VIP.
Hacia las 4: 30 de la tarde me desplacé a la sala de abordaje del vuelo de Delta con rumbo a la Ciudad de México. El vuelo salió a tiempo pasado las 5:30 de la tarde. Por descuido y por cansancio, no me di cuenta de que dejé olvidado un iPhone 6 en un sillón del citado salón, ubicado cerca de los baños. Llevábamos medio trayecto recorrido del vuelo al D.F. cuando me percaté que había olvidado el teléfono celular. Apenas aterrizamos me comuniqué al servicio de atención de American Express. Su servicio es de primera.
Un joven cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, fue lo suficientemente diligente como para enlazarme con el salón WingTips de la terminal 4 en Nueva York.
Mi inglés es bastante básico, así que batallé para explicar lo sucedido hasta que finalmente me pusieron a una mujer de nombre Laura, que hablaba español. Laura trabaja en la cocina del citado salón VIP y curiosamente, ella misma había encontrado mi teléfono celular.
Me alegré de mi buena fortuna y le pedí que me enviaran mi teléfono al D.F. Ella, previamente, me había dicho que pasara por el teléfono y al comentarle que ya estaba en la Ciudad de México, me tomó todos los datos para poderme enviar por mensajería el teléfono olvidado. Le pedí que me comunicaran al día siguiente el costo del envío y que, me diera un número de cuenta pues quería hacerle una gratificación ya que me había hecho un enorme servicio.
El domingo 28 y lunes 29 de enero, no recibí comunicación alguna desde el citado salón, por lo que decidí comunicarme nuevamente a American Express. Esta vez la atención no fue tan diligente y finalmente acabé llamando directamente al salón WingTips de la terminal 4 del aeropuerto John F Kennedy en Nueva York.
No quisieron comunicarme con nadie que hablara español, diciéndome que no había persona alguna que lo hablara, así que insistí en que me enviaran el celular extraviado y ellos sostenían que no tenían tal celular. Después de mucho discutir, finalmente, volvieron a poner al teléfono a Laura, quien con mucha pena, me explicó que el teléfono celular que ella había encontrado no era un iPhone y que el dueño, ya había pasado a recogerlo.
La verdad que la versión que me dio el lunes 29 de enero me pareció, por decir lo menos, extraña. Pedí la intervención de American Express para que se realizara una investigación y contrario al servicio de excelencia que siempre he recibido, se deslindaron del asunto sosteniendo que era una responsabilidad directa de "Priority Pass", ello a pesar de que fue American Express quien me expidió esta última tarjeta. A pesar de ello, les envié un correo narrando lo sucedido que a la fecha no ha obtenido respuesta alguna.
Envié a su vez, sendos correos también a "Priority Pass". En el caso del correo que la página tiene para su dirección en Estados Unidos, no se pudo enviar la comunicación. El correo electrónico me comunicó que no había podido ser entregado y que estuvo intentando durante varios días, para finalmente informarme que nunca pudo hacer llegar el correo. Un segundo correo enviado a otra dirección que se encuentra en la página del citado servicio, no ha emitido respuesta alguna sobre la investigación que solicité de lo que realmente pasó ese sábado 27 con mi celular.
Hay cámaras en el citado salón y ellos podrían muy fácil demostrar si es cierto que el teléfono celular que recuperaron no era el mío.
Una investigación elemental podría acreditar si efectivamente se equivocaron y no hubo mala fe en las dos informaciones tan contrarias que recibí en un lapso de tres días de diferencia.
No hay duda que es mi responsabilidad el haber olvidado el teléfono en la citada sala VIP. Tampoco hay duda de que unas horas después de haberlo olvidado, recibí la información de que el teléfono estaba en poder de los responsables de la sala WingTips de la terminal número 4 del aeropuerto John F Kennedy en Nueva York.
En el México tan defenestrado y tan vituperado su pueblo, unos humildes policías regresan importantes cantidades de dinero en la Ciudad de México. En Estados Unidos tan alabado, dos compañías trasnacionales no son capaces de dar una explicación seria de lo que realmente pasó en una de sus salas VIP en un aeropuerto internacional.
Lo simplones criticarán mi acceso al iPhone, a las salas VIP, a visitar Nueva York y al uso de la tarjeta American Express. Los que piensen un poco más, verán que es justo reclamar a estas empresas trasnacionales seriedad y honestidad en el trato para con los usuarios de sus servicios.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz" .
Gerardo Fernández Noroña.
México D.F. a 22 de febrero de 2018.