Haciendo uso del derecho a expresarse libremente, consagrado en la constitución mexicana, el poeta Javier Sicilia escribió una carta abierta dirigida a AMLO que fue publicada en Proceso -medio en el que Sicilia lleva varias décadas publicando sus escritos-, sobre la amnistía que propuso el líder de Morena para los miembros del crimen organizado.

 Lamentablemente, no me sorprende la avalancha de descalificaciones que el autor de “Estamos hasta la madre” ha sufrido en todos los foros, incluyendo las redes sociales porque él mismo estaba consciente de que así sería. Es un modus operandi conocido de algunos autodenominados “pejistas”, atacar sistemáticamente y por default a todo lo que suponga una amenaza –real o imaginaria- a López Obrador.

 En esos “pejelovers” incluyo por supuesto a las rémoras del caudillo, que son todos aquellos quienes al amparo de una supuesta simpatía por el líder de Morena, construyen su propia agenda y se dedican a acreditar una carrera o imagen a la sombre del político más austero y mejor posicionado en las encuestas.

John Ackerman y Julio Astillero son dos botones de muestra. A ambos los describe muy bien Enrique Santos Discépolo en el tango Cambalache

“Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor,

ignorante, sabio o chorro,

generoso o estafador…

¡Todo es igual!

¡Nada es mejor!

Lo mismo un burro

que un gran profesor.

No hay aplazaos ni escalafón”

Cuando les conviene, estos dos aplauden cualquier iniciativa del líder de las izquierdas, por más disparatada que parezca. Cuando no,  atacan sin piedad –al mismo AMLO y a críticos legítimos- por así convenir a su agenda e intereses.

Ese es uno de los graves problemas que deben enfrentar y resolver los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador y que hasta la fecha no ha permitido que se consolide el liderazgo político del tabasqueño: Saber distinguir entre un ataque y una crítica es tan urgente como discernir entre un perro que ladra y otro que ayuda a cuidar la casa para bien de todos los que habitan en ella.

Sin embargo, Andrés Manuel López Obrador los conoce y los tiene bien identificados. El problema es que guarda silencio mientras lo apoyan. A algunos él mismo los ha impulsado para consolidar una credibilidad que no tendrían si no los hubiera avalado en su momento. A nadie, pues, convienen las rémoras del caudillo. AMLO es una figura histórica, un personaje que –amado u odiado- ya tiene su lugar asegurado en la historia de México. Los otros, ya quisieran.

Ambos –el poeta y el político- son indispensables en México, porque son parte de los contrapesos necesarios para la vida democrática del país, les guste o no a sus enemigos.

En oriente, Javier Sicilia sería considerado un Maestro, porque es alguien que pone un espejo a su adversario y se debe agradecer la existencia de una figura de tal calibre en la vida política de un país. Justo por eso, Javier Sicilia es un crítico, no un atacante. El poeta es un adversario, no un enemigo. Javier Sicilia es responsable de lo que dice, no de las interpretaciones que Tirios y Troyanos hacen de sus palabras, buscando cada quien llevar agua a su molino.

La agenda del impulsor de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad no es electoral y sus textos no están sincronizados a los tiempos de campaña a la presidencia de la República. Eso es un hecho.

Por otro lado, Sicilia tiene razón. Es la falta de claridad –y no tanto sus propuestas- lo que hace que López Obrador trastabille en su campaña electoral. No solamente el tema de la amnistía está a debate, también el de la Reforma Educativa y muchos más, porque hasta el momento su decálogo sólo ha mostrado el qué, pero no los cómo.

¿Usted qué opina, estimado lector?