NO pretendo vivir a partir de las imposiciones morales de una sociedad que cada vez está más consumida por la desdicha y por el vuelo incipiente del tiempo.

No dejaré que esta sociedad me imponga sus estatutos, sus parámetros de un “ser normal” que a toda costa queda establecido, conforme pasa el tiempo, que el “ser normal” que tanto pregonan y gusta a los demás es lo más anormal que nos está sucediendo y aconteciendo.

Estamos siendo consumidos por una sociedad consumista, perdida en los estereotipos de todo tipo, creada en la falacia y desde la falacia, el ser incómodo no lo dice por temor a rebasar la comodidad supuesta de lo establecido por todos los demás a quienes al final del día no le importa en lo más mínimo la individualidad de cada uno de nosotros.

Me abro a entender y razonar el ciclo de la vida, de una vida sin prisas, sin competencias, sin interés morboso sobre los demás, elijo ser y aceptar lo que soy y caminar por una senda donde, desde mi pequeña trinchera, pueda dar un cambio y con ello aportar más con una sonrisa que con palabras huecas acercadas a una realidad invivible basada en principios tan dudosos como lo es confundir el bienestar, el bienvivir con el bien chingar.

Si eres lo que tienes, que va a suceder el día que no tengas nada. Cómo luchar contra las imposiciones sociales, bueno, no decido luchar simplemente fluir ante lo socialmente establecido y tolerado, decido no agraviar a nadie con mis convicciones pero también decido no tomar por verdaderas ni reales las de nadie más, ser flexible en pensamiento, creo, es sin duda algo que nos haría entender mejor este búnker llamado sociedad y de esta manera fluir sin necesidad de aprobación de ninguna especie, no daño a nadie y por lo tanto exijo lo mismo para mí, aun y cuando no estén de acuerdo con lo que pueda pensar o hacer.

La rapidez con que está sucediendo la vida te hace vivir de forma un tanto distorsionada, las prioridades cambian según el tiempo y el tic-tac, ese sonido que mueve cuerpos sin consciencia, que mueve pensamientos en automático, que controla el ir y venir, ese tic-tac está sonando tan fuerte que muchos están perdiendo la brújula, se va la felicidad, se vislumbra de manera diferente y el tic-tac se lleva la urgente necesidad de buscarla y vivirla.

Al final del día, no somos más que nadie, simplemente somos una parte fundamental de un todo, de un conjunto de vidas, vivencias y convivencias, de nuestro freno dependerá el desenlace de este acelere vivencial quien pronto cobrara la factura con la misma rapidez que se nos va.

No es la vida, es el significado que le estamos dando y la rapidez con la que la estamos viviendo.