“Dice Andrés Manuel que están cantando bonito”, me susurró al oído Regina Orozco cuando subió al estrado principal del Zócalo durante el plantón de 2006 en protesta contra el fraude electoral y en demanda del “voto por voto, casilla por casilla”. La rubicunda soprano venía de la tienda ubicada detrás del escenario donde ella estaba con el político en apoyo de quien algunos compañeros y yo hacíamos una primera presentación voluntaria motivada por nuestra convicción. Lo murmuró con una sonrisa franca, cuando después de algunas arias y romanzas acababa yo de cantar la bella canción “Villahermosa”, de Manuel Pérez Merino, que en Tabasco es sentida como una suerte de himno a pesar de hablar sobre la capital del estado. Y la había cantado, aun sin el conocimiento de que el político se encontraba allí, precisamente para hacer saber al líder opositor algo concreto: “aquí estamos, cabrón, apoyando tu causa, en la que creemos; no estás solo”.

Sería la primera de una serie de presentaciones, pequeños conciertos, cada uno con mayor entusiasmo que el anterior y con creciente número de participantes. Creo que con esa actuación inicial se incorporó el elemento clásico de la música y el canto al plantón colmado de expresiones populares. La riqueza y la pluralidad siempre son de gran valor, como se mostró en aquella ocasión. Yo participaría en un total de 8 presentaciones: 3 en el Zócalo, 3 en el Hemiciclo a Juárez y 1 en la glorieta a Cristóbal Colón más el magno evento en el Monumento a la Revolución del 20 de agosto de 2006; como lo registra Jaime Avilés en La Jornada el 21-08-06.

El entusiasmo participativo del plantón incluyó casi todas las expresiones del arte y la cultura popular.  Sin embargo, siguiendo mi espíritu crítico, pues no basta la autocomplacencia, escribí algunos textos sobre el contenido artístico ofrecido durante la manifestación, sobre lo que se hizo y lo que hizo falta; lo que se realizó bien y lo que estuvo muy mal. Y ya sabemos que la crítica no agrada a los fanáticos de ninguna denominación; pero esa es otra historia.

Y a poco más de diez años de los acontecimientos, no deja de asombrarme cómo se sumaron artistas e intelectuales en un evento tan trascendente para la defensa de la democracia traicionada y cómo la interacción se dio de manera espontánea. En una ocasión, por ejemplo, me tocó coincidir con Paco Ignacio Taibo II en el pabellón del Hemiciclo a Juárez. Pero tampoco deja de sorprenderme, ahora como entonces, la poca capacidad de reconocimiento y agradecimiento de parte de los beneficiarios de los apoyos de esa fuente de energía artística que si bien fue absolutamente desinteresada, lo menos que pudo haber esperado eran las gracias, la conciencia de su participación, de todos y cada uno de los artistas e intelectuales; de manera colectiva e individualizada. Claro, esto requiere de coordinación, de organización, y es de lo que ha carecido López Obrador y su entorno en el terreno del arte y la cultura. No he tenido ninguna evidencia de que esta coordinación, este enlace entre López Obrador y quienes le han apoyado desde el ámbito cultural, exista.

Como se sabe, cuando los políticos son desdeñados, menospreciados e ignorados, protestan, hacen berrinche para ser tomados en cuenta. O se van a otro partido. Al común denominador no le importa allí la ideología o el proyecto. Se importan a sí mismos; pocos escapan. El artista independiente, por su lado, que normalmente no espera nada a cambio de su participación voluntaria en un evento histórico como el plantón de 2006, continúa también por lo regular con el apoyo y el voto. Y si vuelve a ser requerido por la conciencia y las exigencias de la lucha por la democracia, si de verdad aspira a ella y a la justicia, allí estará de nuevo.

Pero, ¿no merecerían acaso estos artistas un reconocimiento, un seguimiento, el mínimo registro de su participación? Es un trabajo que no se ha hecho desde la izquierda, desde la gente que rodea a López Obrador. Y para dejarlo muy claro, no hablo por mí ni para mí, sino por los cientos de participantes que atestigüé en 2006 (como en otras ocasiones), entre ellos, compañeros de escenario que, una vez concluido el plantón, fueron olvidados por los beneficiarios de sus actuaciones. ¿Quiénes fueron esos beneficiaros? El PRD que entonces gobernó la ciudad y las delegaciones y el PRD que volvió a ganar en 2012; en ambas ocasiones con el empuje definitivo de López Obrador.

¿Y qué ha  hecho la “izquierda” del PRD en términos culturales en cuanto ha asumido el poder? Contratar para sus programas a cualquiera menos a aquellos que le han apoyado en su causa, reproducir lo que abunda en la televisión y la radio comercial; como hace el PRI y el PAN. ¿Qué hizo Miguel Mancera para inaugurar su gestión? Llevar al Zócalo a Joan Sebastian. Pero algo semejante hicieron López Obrador o Ebrard: no crearon condiciones para el desarrollo de los grupos culturales de la ciudad, para los artistas latentes que siempre estarán presentes con las causas de la izquierda. Ya es tiempo de que AMLO y su partido den un viraje radical en esta tendencia infortunada.

Hasta hoy, existe una ausencia de aprecio para quienes desinteresadamente han brindado su tiempo, su talento, su conciencia y su voto a la causa de la izquierda. Y cuando estas personas o grupos procuran alguna presentación en las delegaciones o la ciudad, son remitidos a la telaraña burocrática. Y cuando la superan, les pagan dos pesos. Claro, ellos no son Joan Sebastian o “El Buki”, favoritos de Mancera, y acaso tampoco les sean redituables.

Y es que así como existe coordinación en las distintas áreas de la política entre la gente que organiza el proyecto de López Obrador y la plataforma de Claudia Sheinbaum, tendría que haberla también el terreno del arte y la cultura. Las posibilidades deben de ser para todos. Y si existe algún ente encargado de ello, ha hecho mal su trabajo. Claro, de entrada se sabe que todo empeño con causas como la de 2006 es voluntario, sin esperar nada en reciprocidad en absoluto y aun a riesgo de pagar consecuencias en los habituales escenarios de trabajo.

Entre 1999 y 2001 debuté como solista con la Compañía Nacional de Ópera de Bellas Artes. Canté un total de 5 solos en 5 diferentes óperas y un concierto junto a Plácido Domingo. En verano de 2001 me fui a Nueva York y de allí iría a Japón y Europa. Vine a ejercer el voto en el verano de 2006 y decidido, con convicción (la cacofonía es sólo visual, ha dicho Carlos Fuentes), realicé las 8 presentaciones referidas. Lo haría de nuevo de ser necesario (además de que siempre he marchado y votado por lo que ha sido la izquierda mexicana, en particular, por la que encausa López Obrador; los liderazgos del EZLN y de Javier Sicilia se frustraron). ¡Y no saben cuánto quise esa oportunidad entre 2006 y 2012 para gritar “¡espurio!” desde un escenario! Es broma, por supuesto; el arte es cosa seria (o tal vez no).  

                                              

P.d. Y para los interesados en conocer la bella canción “Villahermosa” de Manuel Pérez Merino que se cantó en el Zócalo en 2006, aquí una versión en vivo con orquesta de cámara: